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sábado 23 de noviembre de 2024
Muhammad Alí

Flotan como mariposas y pican como abejas

El número uno de todos los tiempos, Muhammad Alí, hizo lo que ninguno. Sintetizó en palabras su propia concepción y propuesta de boxeo, casi una filosofía: Flota como una mariposa y pica como una abeja.

Sobre él alguien escribió: Si había un boxeador que hubiera demostrado que el pugilismo era un arte del siglo XX, este debía ser sin lugar a dudas Alí.

Ese alguien fue Norman Mailer y del maestro de la narración, sea novelística, periodística o ensayística recuerdo una de sus obras insignias: El Combate (Contra; Barcelona; 2016), texto digamos que inclasificable en el que narra hechos y contextos de una de las más impactantes peleas de la historia; la que Muhammad Alí y George Foreman protagonizaron en Kinshasa el 30 de octubre de 1974.

“No es lo mismo llamar al león que verlo venir de frente”

Nunca mejor aplicada como uppercut fulmíneo la frase de Salvador “el Chava” Rodríguez, el notable comentarista de la señal ESPN, cuando él mismo varias veces la pronunció el sábado 21 de mayo en Aguas Calientes, México, durante la velada histórica en la que el boxeo cubano regresó a las lonas profesionales tras décadas de brillo entre oros y platas de cuanta competencia amateur haya tenido lugar.

El apóstrofe “no es lo mismo llamar al león que verlo venir de frente”, que suele irrumpir desde la voz del colega cada vez que sobre el cuadrilátero uno de los dos púgiles en disputa lanza verónicas de poder o estilo, resultó justa y a la medida para cada una de las seis presentaciones de los cubanos en la velada que tuvo lugar en el Palenque de la Feria Nacional de San Marcos.

boxeadores

Ellos fueron: En súper plumas: Osvel Caballero; en súper ligeros: Lázaro Álvarez; en súper welters: Roniel Iglesias; en súper medianos: Yoenlis Hernández; en semicompletos: Arlen López; y en crucero Julio César La Cruz.

Todos ellos flotaron como mariposas y picaron como abejas, y tal cual afirmó otro periodista, querido él y de qué fuste, el cubano Luis Manuel Arce Isaac: hicieron historia al coronar con sus respectivos éxitos la fecha en la que Cuba ingresa al profesionalismo en ese deporte.

En Buenos Aires, por tradición propia o por aquello de los husos horarios, cada sábado de boxeo obliga a la trasnochada. La del 21 de este mes valió la pena y por mucho.

Para quienes somos amantes del ring y su gente, la escuela y la potencia justa de pegada de los cubanos que se batieron en Aguas Calientes conformaron una suerte de regocijo y parranda.

El nocaut fulminante con gancho de izquierda a la cabeza que el semipesado guantanamero Arlen López le propinó en el mero primer round al mexicano Fernando Galván figurará en la marquesina de las definiciones por la vía del cloroformo del 2022. Y con él suyo, Julio César La Cruz confirmó quién es. Mandó a la lona al colombiano Deivis Casseres, en peso crucero.

El jab de los cronopios

boxeo

Es cierto que sus oponentes estuvieron lejos, lejísimos, de los púgiles cubanos en técnicas, estados físicos, capacidad de fuego e historiales competitivos, pero verlos danzar a estos sobre la lona nos obliga a ciertos recuerdos, o a ciertas relecturas acerca de quienes escribieron con magisterio sobre boxeo y boxeadores (creo que aún falta hacerlo sobre ellas, las mujeres que se calzan los guantes de varias onzas según sus pesos).

Va la primera, mejor dicho la segunda, porque recordaran que comenzamos con Norman Mailer. Tomo un texto de la periodista Mary Carmen Sánchez Ambriz, publicado el 2 de mayo de 2017 por Nexos, de México: Julio Cortázar (autor del inolvidable relato Torito) no veía al boxeo como una disciplina de violencia, sino como dos destinos que se juegan el uno contra el otro. Estéticamente era algo que lo hipnotizaba (…). Para el cronopio mayor, un buen agarrón o “clinch” de boxeo podía ser tan hermoso como la metáfora más noble.

Y siempre Jack London. Todo lo que sé, Genevieve, es que te sientes bien en el ring cuando haces lo que quieres con un hombre, cuando sabes que ese hombre tenía en cada guante un golpe listo para tí y que no le diste la menor oportunidad de pegarte, cuando eres tú el que le pega con tu golpe favorito y que está acabado, que está ahí y lo puedes liquidar mientras el árbitro hace el conteo, mientras la sala aúlla y sabes que eres el mejor, y que peleaste bien y que ganaste porque eras el mejor (de Knock Out: Tres historia de boxeo; Libros del Zorro Rojo, Barcelona, 2016).

En diciembre de 2016, otro periodista, mi compatriota Juan Pablo Cinelli escribía en el diario Tiempo Argentino que London trata el universo del boxeo a comienzos del siglo XX, cuando el deporte de los puños ya había abandonado su carácter clandestino, pero todavía mantenía algunas reglas verdaderamente salvajes (…). Sin embargo, no se escandaliza ni impugna al boxeo como disciplina, sino que prefiere utilizarla para encontrar en sus escenarios algunas muestras de otras miserias humanas, que son las que verdaderamente preocupaban al escritor, de larga militancia socialista.

legendas del boxeo

Ya para el final y casi como una conversación de ring side con Teófilo Stevenson, Félix Savón, Kid Chocolate y Mantequilla Nápoles. Contemos hasta diez, esperemos el gong de la campana o las tarjetas de la ansiedad, porque de Cuba llegaron para quedarse en las arenas del boxeo profesional.

rm/ved

*Periodista, escritor y docente universitario argentino.

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