Por Hildebrando Pérez Grande*
Para Firmas Selectas de Prensa Latina
Marchamos hacia el amanecer de la armonía. Nadie podrá decir
que es una flecha oscura nuestro nombre. Con las luces
apagadas, y teniendo como lumbre los ojos acerados
de la aurora, salimos una madrugada de noviembre hacia la Isla.
Por Hildebrando Pérez Grande*
Exclusivo para Firmas Selectas de Prensa Latina
(En el 86 cumpleaños del poeta cubano Roberto Fernández Retamar)
En el canto VII de la azarosa edición príncipe de España, aparta de mí este cáliz, realizada en el monasterio de Montserrat, a pocos días antes de terminar la cruenta Guerra Civil, el 20 de enero de 1939, Vallejo nos dice que "muchos días el viento cambia de aire" presagiando el desenlace triste para los republicanos.
Por Hildebrando Pérez Grande*
Especial para Firmas Selectas de Prensa Latina
La poesía no tiene fronteras. Cruza ríos, valles, junglas enmarañadas, mares recelosos, merodea por sueños y recovecos oscuros, y baja radiante por laderas inaccesibles y vuela por espacios siderales sin quemar ni sus alas ni sus nubes en pantalones grises y aterriza, para sorpresa nuestra, como diría Eliseo Diego, por donde nunca jamás se lo imaginan, para entroparse (enrolarse) con las huestes humanas. Y nos ilumina. Y nos marca con fuego. Y apaga nuestra sed. Y es un bosque de latidos y esperanzas. Y es santa. Y es profana.
Por Hildebrando Pérez Grande
Para Fimas Selectas
(En el centenario del nacimiento de Daniel Santos, el 5 de febrero de 1916)
Por Hildebrando Pérez Grande*
Exclusivo para Firmas
Ya es un lugar común decir en el Perú que abril es el mes más cruel.
El Inca Garcilaso, José María Eguren, Mariátegui, Vallejo, Juan Gonzalo Rose, José Watanabe y recientemente Efraín Miranda y otros notables cachalotes de la literatura peruana se marcharon ese mes, dejándonos como herencia una escritura que expresa nuestra diversidad social y cultural desde aquel conmovedor desgarramiento que suena a confidencias íntimas: prendas de dos mundo tengo yo, más las resonancias calcinantes del galopar implacable de los heraldos negros y la fascinación de la niña de la lámpara azul y aquello de la creación heroica, que, hasta la fecha, más parece un rompecabezas para los zurdos, hasta que algún bohemio nostálgico se suelte cantando tu voz, tu voz existe y los más jóvenes la sostendrán en las madrugadas lechosas de Lima que son los guardianes del hielo.