Firmas selectas

Artículos de Opinión, comentarios y análisis

miércoles 27 de noviembre de 2024

El Viejo

Por Kintto Lucas

Especial para Firmas Selectas*

 

Cuando se murió nuestro viejo con 47 años, vos tenías trece y yo iba a cumplir los dos, Joaquín estaba con once, Omar tenía nueve y Daniel seis. Médico de pueblo jugado por la gente en aquel Constitución de fines de los 50 y comienzo de los 60, golpeado por la pobreza de caña de azúcar y cañeros, o “peludos” como les decían, hizo de la medicina una forma de lucha social. Hombre libre, reivindicaba la ética en la construcción de un mundo mejor, del templo social. Batllista de ley, ateo, masón, gran tipo. Me hubiese gustado conocerlo…

Este texto, un adelanto para Firmas Selectas, pertenece al libro Enrique Lucas y una pregunta para Pessoa, de Kintto Lucas, presentado en diciembre en Montevideo, Uruguay.

Creo que vos tampoco lo pudiste conocer bien, creo que recién estabas empezando a conocerlo, y a todos nos quedó, de distintas formas, una laguna por no haberlo conocido.

En Punta Carretas, durante una conversa con Raúl Sendic, él te comentó que por el 59 cuando pasó por Constitución para organizar la Unión de Regadores y Destajistas de El Espinillar (URDE), papá le dio las primeras armas para defenderse y defender los trabajadores que empezaban a sindicalizarse. El viejo se había solidarizado con la Asamblea de creación que se hizo en el cine Constitución y, cuando estalló la huelga en enero del 60, rechazó la militarización de El Espinillar y la persecución a los trabajadores y se solidarizó con ellos.

 

A Sendic lo sorprendió su amabilidad y su pensamiento, su reivindicación del batllismo y del socialismo. Y se sorprendió más cuando, siendo dirigente batllista, le dio las armas y le dijo que tanto él como los compañeros que estaban formando el sindicato necesitaban tener medios de defensa ante las reacciones que ya se estaban dando desde los patrones y desde de los terratenientes, y que podían ser peores.

Con las palabras de Raúl, el sorprendido fuiste vos. Aunque no tanto, porque recordabas la reivindicación de la lucha sindical de los “peludos” que hacía papá. Y recordabas también su admiración por el proceso revolucionario cubano, la colección de Revistas Bohemia relatando la Revolución paso a paso en el 59. ¿Dónde habrán quedado aquellas revistas? ¿En qué fuego?

Muchos años después que vos, también busqué reencontrarme con la historia del viejo, que era una forma de reencontrarme un poco conmigo mismo. Qué difícil se me hace hablar del viejo, cuando nunca tuve la oportunidad de decirle algo… El poema Despedida, escrito en Montevideo en enero de 1947, es parte de un poemario dedicado a nuestra vieja, que dice mucho de la forma de ser de él:

 

Si decir esto pudiera,
cuándo ya me sienta ir,
no temería morir,
por mucho dolor que fuera…
Ya me voy de la vida,
no le debo nada a nadie,
estoy al día con todos.
Lo que tengo lo gané,
Lo que me deben olvido
Si amor me dieron amé
Si me insultaron callé,
que contestar el insulto
es cobardía de necios.
Para los buenos fui bueno,
a los malos olvidé
Fui altivo con los soberbios
y con los simples humilde.
La envidia no me empañó,
a muchos desee igualar
y luché con buenas armas.
Si la calumnia me hirió,
reí y seguí adelante,
que la risa es a los viles,
lo que al diablo son los santos
(esto no es más que figura,
creyente no puedo ser,
que el Bien, con el Bien se gana
y no con rodillas y rezos).
Exigí lo que era mío,
lo que gané con mis obras.
Nunca mentí, no engañé,
ni tampoco permití
el halago inmerecido.
Fui hombre por lo que soy
y no por apariencia externa,
que la vida de prestado,
es como la luz de la luna,
hermosa… pero reflejo.
Hipócrita, no pude ser:
lo que pensé siempre dije
y quizás por tal motivo,
coseché muchos enojos.
Si reí, fue para todos,
cuando lloré nadie vio,
que las tristezas son nuestras
y los demás no quieren penas.
No supe ser “media tinta”
y en el sentir sentí entero
lo bueno como lo malo.
Viví como hombre íntegro
con toda el alma y el cuerpo:
sufrí, gocé, maldije;
hice bien, me hicieron mal
más la Verdad siempre dije,
sin rodeos, cara a cara
y de nada me arrepiento.
Sin curas, cruces ni rezos,
al irme ya, me confieso,
para mi propia conciencia.
Hago un alto en el camino,
miro adentro y veo que soy,
lo que un hombre debe ser:
Por su corazón: Amor
Por su espíritu: Belleza
Por su inteligencia: Luz
Ya en el último escalón
paz y dulzura tengo.
Nada temo, estoy sereno,
que si, por mi mal, fui bueno,
también, por malo, cobré.
Puedes, ya, muerte, venir,
no he de ser cual los demás,
que al verte avanzar voraz
gimen, tiemblan, ruegan, lloran,
y cobardes a un Dios imploran,
sin comprender que vivieron,
de vanidad e ilusiones:
llenos de cosas por fuera
y muy vacíos por dentro…

 

ag/kl

 

*Periodista y escritor ecuatoriano.
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