Por José Luis Díaz Granados*
Para Firmas Selectas
Hace pocos meses se celebraron los 90 años del nacimiento en Medellín de uno de los poetas más representativos del siglo XX en Colombia: Carlos Castro Saavedra, quien dedicó su pluma a cantar los dolores de su pueblo, exaltar las cosas sencillas y buscar por todos los caminos posibles la paz tan anhelada que su patria necesita desde hace siete décadas.
En 1946 publicó su primer libro, Fusiles y luceros, al que le siguieron 33 poemas y Mi llanto y Manolete. Muy joven contrajo matrimonio con su musa única y eterna, Inés Agudelo Restrepo, de Bello (Antioquia), con quien tuvo seis hijos.
Inés digo y mi boca se convierte en azúcar
de manzana partida por la luz del verano.
Decir esta palabra es como adivinar
que está cantando un pájaro en un árbol lejano.
Rebelde, sensible, carismático, el joven poeta medellinense se enfrentó al establishment con su poesía valerosa y contestataria en esos años duros en que hombres, mujeres y niños caían a diario en campos y veredas de Colombia a manos de los “pájaros” y los “chulavitas” (grupos armados) que hacían el trabajo sucio de los gobiernos conservadores de la época.
Cuando el líder popular Jorge Eliécer Gaitán cayó asesinado en Bogotá el 9 de abril de 1948, el régimen recrudeció la represión y el poeta comenzó a plasmar en sus poemas el testimonio fidedigno de aquella época sombría y a invocar, al mismo tiempo la paz, en todos los tonos y metros líricos.
Su poema Camino de la patria -quizás el más popular de su trayectoria- subraya, entre otras estrofas:
Cuando se pueda andar por las aldeas
y los pueblos sin ángel de la guarda.
Cuando sean más claros los caminos
y brillen más las vidas que las armas.
Cuando en el trigo nazcan amapolas
y nadie diga que la tierra sangra.
Cuando la espada que usa la justicia
aunque desnuda se conserve casta
Cuando reyes y siervos juntos al fuego,
fuego sean de amor y de esperanza.
Cuando de noche grupos de fusiles
no despierten al hijo con su habla.
Cuando al mirar la madre no se sienta
dolor en la mirada y en el alma…
Cuando la paz recobre su paloma
y acudan los vecinos a mirarla.
Cuando el amor sacuda las cadenas
y le nazcan dos alas en la espalda.
Sólo en aquella hora
podrá el hombre decir que tiene patria.
En 1951 viaja a Berlín Oriental, invitado a participar en el III Festival Internacional de la Paz, como ganador del Premio de Poesía -convocado por el Comité Colombiano por la Paz- con su poema “Plegaria desde América”, en el cual expresa el deseo de que sus compatriotas se llenen de:
fuerza para creer en el futuro
y para perdonar, mucha más fuerza,
paz hasta que se arruguen los cuchillos
y hasta que caiga el odio paz, y paz,
paz en el alma, paz en la mirada,
y paz mil veces, y mil veces paz.
Tras un recorrido triunfal por los países socialistas, regresa a Colombia, donde es objeto de amenazas y persecuciones de la extrema derecha dominante. Como muchos intelectuales y políticos de izquierda decide salir del país en 1953 y se exilia en Chile, donde encuentra la mano fraterna del poeta Pablo Neruda, a quien había conocido durante su estancia en Europa del Este.
Ese mismo año sale a la luz uno de sus libros fundamentales, Despierta joven América, con prólogo de Neruda, quien entre otros elogios sentencia: “Pienso que la poesía colombiana despierta de un letargo adorable pero mortal, este despertar es como un escalofrío y se llama Carlos Castro Saavedra”.
De regreso a su país publica Escrito en el infierno, libro testimonial de la hórrida violencia bipartidista (liberales vs conservadores) de los años 40 y 50. En él figura uno de sus más memorables textos:
Escribo con la sangre de los asesinatos.
Mojo mi pluma en rojas humedades.
Vuelo de los cuchillos a los pechos,
de las heridas a los cementerios.
Pero no me sepulto ni me entierro
porque yo soy la lengua de los vivos
y la voz de los muertos.
Vine a llamar las cosas por su nombre
a devolverle a la palabra
su cáscara de fruta y su pellejo humano.
Vine a decir naranja sin turbarme,
escribir escorpión sin esconderme,
a decir y a escribir revolución
con tinta roja y con mi mano grande.
Radicado definitivamente en su patria, se dedica a escribir sobre los héroes emblemáticos -José Antonio Galán, Bolívar, Sucre y un guerrillero amigo llamado José Alvear-; sobre los paisajes y las gentes sencillas, los oficios y las cosas elementales.
Publica nuevos libros de poemas y antologías -Selección poética (1946-1954), El buque de los enamorados, Humo sobre la fiesta, Los ríos navegados, Cosas elementales, Elogios de los oficios, Toda la vida es lunes, Obra selecta, El sol trabaja los domingos, etc. Escribe, además, numerosos textos para niños, obras teatrales, cuentos y una novela, Adán Ceniza, que obtuvo el Primer Premio en el Concurso Internacional “Jorge Isaacs” en Cali (1982).
En 1987 dio a la luz un hermoso libro, Oda a Colombia, en el que sobresale su poema “Definiciones de la paz”.
La paz es la madera trabajada sin miedo
En la carpintería y en el aserradero.
Es el negro que nunca se siente amenazado
Por un hermano blanco, o por un día claro.
Es el pan de los unos y de los otros también,
Y el derecho a ganarlo y a comerlo después.
Es la casa espaciosa, mundial, comunitaria,
Para alojar el cuerpo y refugiar el alma.
Es el camino lleno de pasos y de viajes
Hacia los horizontes que desbordan las aves.
Es el hombre que puede cultivar esperanzas
Y alcanzar las estrellas más dulces y más altas.
Es la patria sin límites, la patria universal
Y la gran convivencia con la tierra y el mar.
Es el sueño soñado sin sed y sin zozobras,
Las alegrías largas y las tristezas cortas.
Es Colombia sin tiros ni muertos en la espalda,
Cultivando sus montes y escribiendo una carta.
Es Colombia de barro, Colombia y mucho más:
Todo el mundo colmado de luz y de libertad.
Castro Saavedra es indudablemente el poeta de la paz. Sus libros y sus poemas muy pronto se verán reproducidos, cantados, recitados, leídos, dibujados, cincelados y memorizados por millones de colombianas y colombianos que vivirán esa anhelada dimensión de justicia social y total armonía que tanto, y con tan sentidos versos, cantó el inolvidable amigo, maestro y poeta de Medellín, de Colombia y Nuestra América.
ag/jdg