Por Óscar Domínguez G.*
Para Firmas Selectas de Prensa Latina
El profesor Gabriel Antonio Goyeneche, un loquito de atar, fue eterno candidato a la presidencia de Colombia entre los años 58 y 70. Su par gringo, Donald Trump, apenas inicia ese largo cursillo en su país.
Sin darle crédito, Trump clonó una de las propuestas del doctor Goyo. Este propuso pavimentar el río Magdalena para unir el interior del país con la costa. Trump propone construir un muro en la frontera con México. Goyeneche soñaba utopías. Trump plantea pesadillas.
Trump es un pobre heredero “que lo único que tiene es plata”. La riqueza de Goyeneche radicaba en su altiva pobreza. Nada de “enriquecerse primero y honradecerse después”.
Trump se puede enfermar de lo que quiere. Goyeneche, bueno como el pan más barato, se enfermaba de lo que podía.
Tan descabellado como sus propuestas es pensar que el candidato republicano se benefició de un invento de su colega macondiano quien ideó un menjurje para hacer crecer el pelo.
Cuando le preguntaron por qué no lo utilizaba para poblar su deshabitaba cabeza, el buenazo del Gabriel Antonio dijo que no estaría bien inventar cosas en beneficio propio. No, él nació para el altruismo.
Don Goyo, como le decían sus fieles 33 electores, estudiantes de la Universidad Nacional, en cuyos predios vivía, estuvo tres años en el manicomio. Trump, con sus propuestas, es un manicomio que camina.
El profesor tenía la castidad por cárcel. El único amor que tuvo fue la sota de bastos de la baraja española. Trump lleva tres esposas y no le gustan los números pares.
Tanto Goyeneche como Trump se parecen a Don Fulgencio en que ninguno de los dos tuvo infancia.
Que no se entere Trump de que su colega propuso construir una marquesina en Bogotá para que la gente no se mojara. Ojalá nadie le cuente a Trump que el profe también soñó con llevarse el agua para los Llanos Orientales. Solo así Bogotá dejaría de ser un eterno aguacero.
De Goyeneche es la gloriosa idea de “ser incorrupto de día y de noche”. Ojalá el rico epulón made in Usa le ponga papel carbón a este sueño del profesor.
Goyeneche no gustaba de la fotografía porque solo muestra lo externo. Trump, sin fotoshop, se va de bruces.
De lejos prefiero las propuestas de Goyenche de convertir la chicha en champaña o echarle anís a los ríos para convertirlos en aguardiente a las ideas xenófobas, misóginas, del pato Donald Trump.
La humanidad se merece que con sus propuestas, Trump esté cavando su derrota ante Hillary Clinton.
Desde el bien ganado valhalla (salón de los muertos) en que se encuentre, le pido a Gabriel Antonio que no me vaya a jalar las extemidades por mencionarlo al lado de un personaje tan inameno.
Los dos se parecen finalmente en que ni el profesor fue presidente de Locombia, ni Trump lo será de los Estados Unidos. Ni “los hermanos pudientes del norte”, como les decía el general Torrijos a los gringos, ni la aldea global, se merecen que un personaje de estos tenga acceso al botón nuclear.
ag/odg