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domingo 22 de diciembre de 2024

Dasso Saldívar: Noticia del biógrafo de García Márquez

Por Oscar Domínguez G.*

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

En su último viaje a Macondo para presentar parte de su obra, Dasso Saldívar, biógrafo mayor del Nobel García Márquez, también hizo su viaje a la semilla y visitó su terruño, Guadalupe, en el norte de Antioquia, para dejarse querer de sus paisanos que lo condecoraron. En esto no hizo más que seguir el ejemplo del personaje de El general en su laberinto.

El virus de la gabolatría se lo inoculó un amigo del bachillerato. Desde Cien años de soledad, su vida fue una “casa tomada” por Gabo, cuyo rompecabezas vital se empeñó en reconstruir. Su biografía, El viaje a la semilla, es “la mejor novela, que es la propia vida de García Márquez”.

El escritor, periodista, poeta, novelista, cuentista, lector, crítico literario, conferencista, investigador, conversador de cinco estrellas, hijo de Salvador y Juana, dueño de un riñón ajeno, tiene la doble nacionalidad colombiana y española. Bachiller del Liceo de la Universidad de Antioquia, donde desertó de la carrera de Leyes, emigró a Madrid donde hizo estudios de Ciencias Políticas y Sociología en la Complutense.

Pese a que desembarcó en España en 1975, en su conversación no hay rastros del acento español, joder. Es su marca de fábrica para notificar que es un colombiano universal.

Sólo se da la licencia de utilizar el vosotros en el país donde vive con Reina, su esposa dominicana, y sus hijos. El tú o el usted son excluyentes, no son de buen recibo en chapetonlandia. Llega a Macondo y deja el vosotros en el avión.

 

Heterónimo

Huérfano de madre a los dos años y 10 meses, abandonó las piedras del fogón a los 14 abriles con la “gracia” (nombre) de Darío Antonio Sepúlveda Ochoa, y regresó convertido simplemente en Dasso Saldívar, un heterónimo -nada de seudónimo- hecho con las iniciales de sus nombres y apellidos.

La coqueta doble S es un guiño de admiración a Picasso. El apellido, Saldívar, lo tomó por razones de eufonía. Sólo que, como cada quien manda en su apellido, al Zaldívar original le operó la primera consonante… y habemus nombre completo.

San Julián, la vereda cafetera de Guadalupe donde nació hace 63 años, no aparece ni en el pasa del periódico. Cuando el expresidente Belisario Betancur iba a presentar en la Fundación Santillana  su premiada biografía García Márquez, el viaje a la semilla, traducida a 12 idiomas, incluido el mandarán y el chino – y faltan datos de varios municipios europeos-, tuvo que preguntarle a Dasso dónde quedaba su terruño.

Dasso, el memorioso, borgiano Funes a la criolla, se explayó sobre la riqueza cafetera e hidrográfica de su región y le encimó la población, unos siete mil guadalupanos, temperatura media de 20 grados; altura, mil 875 metros; área, 87 kilómetros cuadrados y una distancia de Medellín de 112 kilómetros. Sus paisanos, y las empresas públicas,  se tienen confianza para construir hidroeléctricas. Gracias, ríos Porce, Guadalupe y San Juan por el H2O recibida.

Seguramente, alcanzó a hablarle a Belisario de sus vivencias de niño que luego plasmaría en su primera novela, Los soles de Amalfi.

Hace fila para circular La subasta del fuego, su segunda novela, que recrea los últimos 20 años de olvido de Manuelita Sáenz, la amante del Libertador Simón Bolívar, en Paita, Perú.

Las novelas cortarán el cordón umbilical que lo liga al hiperbólico nieto del coronel. Aunque siempre lo acompañará esa fiebre de 40 por Gabo, o “Maestro”, como le decía en la conversación telefónica que tuvieron cuando el fabulista lo llamó para comentarle elogiosamente su biografía. Y para interesarse por su salud, en vísperas de un trasplante de riñón. (A seguidas, la reproducción de la charla).

 

Gabolatría

El virus de la gabolatría se la inoculó un amigo de bachillerato. Desde Cien años de soledad, su vida fue una “casa tomada” por Gabo, cuyo rompecabezas vital se empeñó en reconstruir. Y como el azar se da sus licencias, biografiado y biógrafo tienen en la muerte el punto de partida de su obra, sostiene Dasso.

Debajo del palo de mango de la Casa Museo Otraparte, en Envigado, con la mirada vigilante del brujo Fernando González, y en presencia de un primo del Nobel, el gabólatra Jorge Núñez García, Dasso recordó  que, en el caso de García Márquez, el punto de partida de su obra se remonta a los dos balazos con que el general Nicolás Márquez despachó de este mundo a su rival Medardo Romero por un asunto de faldas. ¿Qué habría pasado con Gabo si no suenan esos balazos?

Esa noche en el Café de Otraparte, con el gato Lucas atento a que nadie se fuera sin pagar y, mientras esperaba la llegada de Julio César Restrepo Londoño -su profesor de español del Liceo Antioqueño a quien no veía hace 40 años-,  Dasso nos contó que si bien la obra de Gabo tiene su origen en la muerte, es un truco para exaltar la vida.

Tu libro me gusta porque realmente se parece a mí, qué bien escrito y bien documentado, es un libro perfecto, le dijo Gabo, quien le confesó a un amigo que, de haber leído antes El viaje a la semilla, no habría escrito sus memorias Vivir para contarla.

A Darío Antonio, Dasso, un hombre de 70 kilos, siempre sonriente y sin enemigos a la izquierda ni a la derecha, feliz, descrestado con la generosidad y la entrega de los colombianos, lo marcó la temprana muerte de Juana, su madre. “Mi primera noción de la realidad fue la tragedia de su muerte, y eso me marcó para siempre”, le contó Saldívar al poeta Harold Alvarado quien presentó su obra en Manizales en compañía del filósofo y escritor Pablo R. Arango.

Hubo actos similares en la Universidad de Antioquia, donde lo esperan  este año para que dicte conferencias en el área de periodismo. Pereira lo escuchó, y en Bogotá lo presentó el poeta Wiliam Ospina quien estima que la biografía de García Márquez  “es la obra más bella que se haya escrito hasta la fecha”. Ospina prologa el libro de Dasso editado por Planeta.

 

Le pregunté a Sepúlveda Ochoa la opinión sobre su propio libro: “Yo intento recrear la novela de la vida de Gabo; es decir, que sin dejar de ser lo más veraz y objetivo posible, intento reconstruir y contar una vida con alma, una vida donde las palabras tienen sombra porque pretenden significar más de lo que dicen”.

Otra coincidencia que advierte el ensayista de Padua, Tolima, entre biógrafo y biografiado: tanto la autobiografía de García Márquez, Vivir para contarla, como el trabajo de Dasso, terminan a mitad de la vida del personaje. ¿Por qué? le preguntó Ospina a Gabo. “Es que es muy difícil competir con la infancia”.

¿Qué hace un paisa de Guadalupe ocupándose, como lo hizo, de la vida y milagros de un caribe como García Márquez?, le preguntó el primo del Nobel, Núñez García, a Dasso, en la charla en Envigado, donde hace años estuvo el biógrafo para rastrear la presencia de Mercedes Barcha, la Gaba, esposa del Nobel, en el colegio de La Presentación. Porque no se le quedó sitio o personajes sin exprimir. Lo sigue haciendo por si su espíritu santo de cabecera le dicta una segunda parte.

A la pregunta de Núñez, Dasso le dio una respuesta que se podría responder con Serrat: No me siento extranjero en ningún lugar. Dasso estaba proclamando su condición de antioqueño universal.

Confesó una dificultad: Tenía todo sobre Gabo, había leído su obra completa, se había engullido todo un puré de biografías, incluidas las de Wilde y Shakespeaere, pero le faltaba el tono. Finalmente, descubrió que “el tono se encuentra escribiendo”. Y acometió la biografía que se puede leer como una obra de ficción. O como la mejor novela que es la propia vida de García Márquez, para decirlo con una metáfora que se volvió cliché. Al final, le sobró tono para sus novelas. El niño de San Julián tiene cuerda para rato.

Para el poeta William Ospina, la biografía del Nobel, de Dasso, “es la obra más bella que se haya escrito hasta la fecha”.
Conversación con García Márquez

Alguna vez le pedí a Dasso que reconstruyera la charla telefónica que tuvo con García Márquez alrededor de su salud y de su biografía.

-Señor Dasso Saldívar, mire que le quiere hablar desde México el señor Gabriel García Márquez.

-Sí, como no, gracias, contesté con la idea de que tal vez era una broma de alguien.

Pero no, no era una broma, era Gabo de voz presente:

-Me han dicho que estás enfermo, qué vaina, yo no sabía eso.

-Sí, maestro, tengo una insuficiencia renal crónica y me tienen que trasplantar, le dije a modo de saludo.

-¿Y te trasplantan los dos riñones?

-No, maestro, sólo uno, generalmente se suele trasplantar un riñón, sobre todo si tienes donante vivo, como es mi caso.

-¿Y quién es tu donante?

-Mi sobrina Patricia, quien ya se encuentra en Madrid haciéndose los análisis previos al trasplante.

-¡Qué gesto más lindo el de tu sobrina, qué familia más linda tienes entonces!

-Afortunadamente, maestro, parece que la familia me quiere.

-Claro que sí, me alegra mucho y, por favor, no te dejas morir, porque eres autor de un libro del cual yo soy un gran lector, ¿sabes?

-Gracias, maestro, esas son palabras mayores, me estimula mucho escucharle decir eso.

-Mira, yo no había leído tu libro o no del todo. Sucede que en estos días me han estado reorganizando la biblioteca, entonces tu libro apareció por ahí, lo cogí, le empecé a leer y lo tuve que leer de corrido en tres noches, porque no lo pude dejar. ¡Qué gran libro has hecho! ¡Qué bien escrito y qué bien documentado está! Sobre todo, qué bien lo has documentado. Yo suelo leer con un lápiz en la mano, pero esta vez no encontré nada que corregir: ¡es un libro perfecto!

-Gracias de veras, maestro, pero algún error o errores tendrá que tener para que el libro sea completamente humano, le dije por decir algo.

-Pues me lo vas a tener que contar tú, porque yo no he encontrado ninguno, me dijo de forma tajante. Luego volvió al tema:

-Como te decía, me ha sorprendido mucho lo bien documentado que está, porque, por ejemplo, tú hablas de mis viajes a Valledupar y de los sucesos de Barrancas y lo haces con tal detalle y precisión que yo me preguntaba: ¿Y cómo este hombre ha sabido eso? ¡No, qué gran trabajo el tuyo!

Dasso Saldívar trabaja ahora en su segunda novela, La subasta del fuego, que recrea los últimos 20 años de olvido de Manuelita Sáenz -la amante del Libertador Simón Bolívar- en Paita, Perú.

 

-Bueno, maestro, es que hay que tener en cuenta que lo mío fue una preguntadera de años, yo estuve veinte años preguntando y jodiendo a la gente con el tema de su vida.

-Sí, yo recuerdo que tú tenías asediado a todo el mundo con tu preguntadera, y algunos me llamaban y me lo contaban, pero yo sólo podía sugerirles a los más desesperados que se escondieran.

Y remató así su entusiasmo por “El viaje a la semilla”:

-Tu libro me gusta porque realmente se parece a mí.

Finalmente, se interesó por si el libro todavía estaba en las librerías, a qué idiomas se había traducido y me preguntó:

-¿Tú crees que el inglés que va sacar mi biografía en inglés lo habrá leído?

-Creo que sí, maestro, pues Martin le ha confesado a Gustavo Tatis Guerra que él no iba a juzgar a los colegas que lo habían precedido en el tema biográfico sobre García Márquez, pero reconocía “que el trabajo de Dasso Saldívar sobre Gabo es el primer antecedente valioso y documentado”.

Pero la cosa no quedó ahí, porque días después le confesó a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza que si él hubiera leído antes mi libro no habría escrito sus memorias. Son sus palabras textuales.

 

Entrevista con Saldívar

-¿Por qué decides biografiar a García Márquez?

 -Yo venía trabajando en la biografía, sin saber que la escribiría, desde comienzos de los años 70. Cuando a García Márquez le otorgan el Premio Nobel, confirmo lo que ya sabía: que la vida del escritor era poco conocida por la gran mayoría de sus lectores y de los medios de comunicación, pese a ser ya el escritor más leído de la lengua. Entonces me senté a escribir El viaje a la semilla a principios de 1983.

Mi sorpresa fue grande cuando constaté que yo tampoco la conocía verdaderamente, pues me faltaba la base proteínica: su infancia, la historia de su familia, el laberinto de la cronología, la enmarañada selva de personajes y lugares, los nombres de las comidas, de los árboles y de las plantas, los climas y costumbres de los diversos pueblos, así como su historia, su folclor y sus leyendas. Tuve que empezar desde el principio, no ya como un lector fascinado y agradecido, sino como un notario riguroso.

-¿Te inspiraste en otras biografías para tu trabajo final?

 -Quise hacerlo, pero pronto me di cuenta de que no había un modelo y que tenía que crear mi propio modelo: mi trabajo debía estar determinado y conducido por mi relación con el personaje y su obra, sin dejar de ser lo más objetivo posible. Además, dos cosas me espantaron del modelo al uso de las biografías: el afán historicista y el afán crítico. Marcel Schwab criticó severamente la primera tendencia de los biógrafos, haciendo ver que, aunque el biógrafo se basa necesariamente en el trabajo histórico, hay una diferencia esencial entre el biógrafo y el historiador.

Y el genio de Oscar Wilde sugirió que la crítica no puede formar parte del trabajo biográfico ya que es una expresión autobiográfica. Es decir, que es ingenuo y egocéntrico pensar que, por ejemplo, mis interpretaciones de Cien años de soledad deberían formar parte de la biografía de su autor.

-Dicen que nunca segundas partes han sido buenas, ¿te pasarás por la faja esta prevención?

-Aunque tengo clara y documentada esa segunda parte de la biografía, creo que ya no la escribiré. Hay varias razones. La primera es que, a partir de su obra magna, la vida de García Márquez es muy conocida, mucha gente podría escribir sobre ella, mientras que la primera era ignorada casi por completo, y esto fue uno de los grandes estímulos que me llevaron a investigarla y a narrarla.

De modo que si escribiera una segunda parte sería más que todo por el “deber” de completar una biografía, y como escritor eso me resulta poco estimulante. La otra razón es que hace años, incluso desde que escribía la biografía, vengo trabajando en varias novelas que tienen que ver con mi infancia y juventud, y, en cierta medida, con la infancia y juventud de Colombia. Desde antes de El viaje a la semilla, tenía varios proyectos de novela, y fue la experiencia narrativa del trabajo biográfico la que de verdad me afianzó como novelista, y ahora me encuentro dedicado de tiempo completo a la novela.

-Anota William Ospina en el prólogo que tanto el Nobel como tú llegan hasta la mitad de la vida de García Márquez: más que simple coincidencia.

En realidad, El viaje a la semilla abarca 12 años más, hasta 1967, y señala o reseña temas y personajes de sus libros hasta Doce cuentos peregrinos.

-¿En qué momento decides pasar de la biografía a la novela?

Yo ya estaba en la novela cuando empecé a escribir la biografía. La primera novela que empecé a trabajar es la que saldrá ahora en diciembre, Los soles de Amalfi, que comenzó siendo un libro de cuentos. Y durante la escritura de El viaje a la semilla trabajé simultáneamente durante algunos periodos La subasta del fuego, lo novela sobre los últimos años de Manuelita en Paita. De modo que es al revés: el novelista de pronto se pasa a la biografía.

-¿Por qué hay que leer “los soles de Amalfi?”

Los soles de Amalfi es un proyecto de treinta años, en su búsqueda, en su concepción y en su escritura. Es una novela basada en experiencias de mi infancia, que, a la vez, toca el fondo histórico, político y cultural de la infancia de mi país. Es otro viaje a la semilla, en este caso, a mi origen, pero a través de la ficción.

 

ag/odg

 

*Escritor y cronista colombiano.
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