Firmas selectas

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viernes 20 de septiembre de 2024

Las ONG’s , un renglón de varias aristas

Por Marcelo Colussi*

Especial para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

Hace algún tiempo que el término «oenegé» se ha incorporado al lenguaje cotidiano. ONG: organización no gubernamental. La definición es sumamente amplia, en ella cabe de todo un poco. En sentido estricto, una institución no gubernamental puede ser cualquier entidad no ligada al aparato estatal. Podría entrar en esa categoría, entonces, toda la iniciativa privada, desde una microempresa unipersonal hasta una corporación multinacional; o una instancia deportiva autónoma, una fundación, un grupo de vecinos.

Pero hay una aceptación tácita respecto a lo que significa el término. Si bien no están marcadas por pertenecer a un gobierno determinado -como las empresas privadas-, las ONG’s tienen una particular connotación: la de ser entidades sin fines de lucro ligadas al ámbito de la acción humanitaria.

Las hay de todos los gustos, colores, tamaños y sabores. Se las encuentra por todos lados, en el Norte (en general colaborando con los sectores pobres, tanto de sus países como los del Sur), y en el Sur del mundo operando los fondos que vienen del Norte próspero.

Se dedican a los más variadas renglones: desarrollo sustentable, educación, derechos humanos, salud, promoción cultural, medioambiente, etc., etc. Las sustentan diversas fuentes de financiamiento: colectas solidarias, fondos públicos, donaciones de grandes empresas privadas (¿habrá también lavado de hot money?), pero el circuito es siempre el mismo: el Norte dona, el Sur recibe.

Aunque existen desde hace varias décadas, su impacto es muy relativo en cuanto a propuestas de transformación social. Las sustentan diversas fuentes de financiamiento pero el circuito siempre es el mismo: el Norte dona, el Sur recibe.

Algunas son minúsculas, casi familiares; otras son monstruos de impacto mundial que a veces inciden con relativa fuerza en las políticas gubernamentales de los países donde actúan. En su mayoría son laicas, pero también las hay vinculadas a iglesias (católicas y/o protestantes). Dada este amplísimo registro, se hace imposible establecer generalizaciones. En otros términos: entre las ONG’s hay de todo, absolutamente todo. Hay rasgos comunes entre todas ellas.

Por ejemplo, las mueve una vocación de servicio, solo supuesta a veces.  La ganancia material no es lo que las genera, al menos en su declaración de principios. De todos modos la recaída en estos patrones es siempre posible, y en no pocas ocasiones -más allá de declaraciones pomposas- puede constituir su único motor. De todos modos,  siguen siendo uno de los pocos espacios donde, a veces, la mística de servicio es posible.

El fenómeno de la «oenegización» es bastante reciente en estas últimas décadas, contemporáneo con las políticas de reducción de los Estados asociadas -desde la década de los 80 del siglo pasado- a las políticas neoliberales. Donde los Estados se reducen o retiran, entran las ONG’s como complemento. A veces, incluso, como claro y abierto colchón, como bálsamo; de algún modo ejerciendo el mismo papel  amortiguador de la llamada «responsabilidad social empresarial» de la iniciativa privada.

Más allá de las buenas intenciones declaradas, su incidencia es cuestionable, fundamentalmente por minúscula. ¿Por qué reemplazar las funciones inherentes al Estado? Profundizando en el análisis, puede llegarse, incluso, al cuestionamiento de todo el movimiento oenegeista: ¿son realmente imprescindibles?, ¿quién se beneficia ?.

En todo caso, queda claro que las agendas puestas en marcha por las ONG’s responden a las líneas fijadas por las potencias del Norte, de donde provienen los financiamientos. Se hace, al final, lo que esas potencias estipulan, pero no lo que la población pobre -a la cual se dirige el esfuerzo- realmente necesita.

Los proyectos de desarrollo impulsados por los organismos internacionales se planifican, diseñan y ejecutan al margen de las necesidades, intereses y designios de la población «beneficiaria», que en la mayor  parte de los casos resulta más bien víctima de las premoniciones de la tecnocracia ligada a esos organismos.

En algunos temas contribuyeron a generar políticas públicas, en lo que atañe a los derechos humanos, la reivindicación de los derechos de género y el cuidado medioambiental, entre otros.

En algunos temas específicos, no cabe duda que las ONG’s han sido casi exclusivamente las que fijaron agendas y abrieron debate, contribuyendo, así, a generar políticas públicas. Por ejemplo, en lo que atañe a los derechos humanos, la reivindicación de los derechos de género, el cuidado medioambiental,  la prevención del VIH/SIDA.

Sin su esfuerzo, esos asuntos podrían permanecer aún ocultos para los Estados. Incluso, en más de un caso -por ejemplo, Africa y América Latina-, las organizaciones no gubernamentales devinieron instrumentos de apoyo a los movimientos populares con programas revolucionarios. También, en algunos contextos, apoyaron  movimientos de acción armada.  Por supuesto entre las ONG’s hay de todo.

Pero en otros campos (aquellos directamente relacionados con lo económico duro), su incidencia es más baja. O nula. No siendo partidos políticos con proyectos asimilables a los códigos de la práctica partidista, guardando en general posiciones pretendidamente neutras -apolíticas incluso-, las ONG’s tienen un impacto muy relativo en cuanto propuestas de transformación social. Aunque existen desde hace varias décadas, no han sido nunca -ni pueden serlo- un genuino contrapeso de los poderes conservadores, mantenedores del sistema.

Hoy por hoy, todo el Sur está inundado de ONG’s; pero, más allá de constituirse en fuente de empleo de una buena cantidad de cuadros técnico-profesionales -tanto en el Norte como en los atribulados países sureños- abren interrogantes sobre lo que realmente aportan estas a la equidad mundial.

No se puede afirmar, categóricamente, que no dejen su granito de arena, pero llama la atención la desproporción entre el número de ONG’s y su impacto real. Lo llamativo es su auge ¿desmedido? en estas últimas décadas, y su incidencia efectiva en la vida concreta, su atención a las reales necesidades de los «beneficiarios» (la palabra ¿no suena a beneficencia?).

Insistimos: no es posible generalizar y dar una respuesta unívoca a un fenómeno tan variado; pero ante lo complejo del tema no pueden menos que abrirse algunas interrogantes: ¿por qué esa proliferación casi infinita de ONG’s? A veces son más que la población «beneficiaria» de sus acciones, lo cual conduce a una sobreoferta de servicios, quizá innecesarios, y por tanto un desperdicio de recursos.

Nunca han sido -ni pueden serlo- un genuino contrapeso de los poderes conservadores, mantenedores del sistema.

Aunque se insiste, hasta la saciedad, en la necesidad de coordinar esfuerzos entre las ONG’s que desarrollan acciones afines, la multiplicación de estas lo torna difícil, cuando no imposible. ¿Divide y reinarás? Pero ¿quién divide? ¿Y quién sigue reinando entonces? Recordemos, como reza el refrán: «quien paga los músicos pide las piezas«.

En los países pobres -el lugar por excelencia de intervención de las ONG’s-, las acciones emprendidas dependen enteramente de recursos externos; es decir: se inscriben en el campo de la cooperación internacional. Ello abre una interrogante sobre si el circuito en juego constituye un verdadero aporte solidario al desarrollo de los más pobres y excluidos, o es parte de un mecanismo para sofocar las zonas calientes, una suerte de «bomberos sociales».

A partir de esa dinámica, ¿puede el trabajo de las ONG’s constituir un auténtico instrumento  de transformación estructural o, en su lugar, un bálsamo, un paliativo? Hace más de 50 años que el Sur recibe «cooperación», y las cosas no han cambiado mucho desde entonces. ¿Cuántos salieron de su condición de pobres por esa vía? Ninguno: porque la supuesta «cooperación» no es otra cosa que un instrumento más de control de las potencias capitalistas sobre el resto del mundo.

ag/mc

 

*Catedrático universitario, politólogo y articulista argentino.
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