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jueves 21 de noviembre de 2024

La Doctrina Monroe y las guerras regionales de Bolton

Por Marco A. Gandásegui, hijo

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

La Doctrina Monroe fue preparada en 1823 por el entonces secretario de Estado norteamericano, John Quincy Adams, dirigida a las potencias imperiales europeas. Expresaba, en forma explícita, que cualquier intervención de éstas en el hemisferio occidental sería considerada una ofensa a la integridad y soberanía de EE.UU.

En otras palabras, y para ser más claro, EE.UU. se reservaba lo que después se llamaría América Latina como territorio propio. En el siglo XX, todos los gobiernos norteamericanos aclaraban que el contenido de la llamada Doctrina carece de vigencia y es cosa del pasado. Hasta ahora.

Los gobiernos panameños quizás han sido los más afectados por las pretensiones territoriales norteamericanas. El siglo XX fue de una lucha permanente por ejercer la soberanía sobre la totalidad de su territorio, pese al poderío norteamericano que ocupaba una franja de mil kilómetros cuadrados que atravesaba el istmo de Panamá. La Doctrina Monroe fue complementada por el corolario de Teodoro Roosevelt sintetizado en su famoso grito: ‘Me tomé Panamá, mientras el Congreso de EE.UU. dormía’.

El presidente electo, Laurentino Cortizo, tiene que tener muy presente estos antecedentes históricos cuando asuma el 1 de julio el poder. John Bolton, el asesor del presidente Donald Trump, en asuntos de seguridad nacional, acaba de decir: “hoy proclamamos con orgullo para que todos lo oigan: la doctrina Monroe está viva y bien”. Es otro momento, distinto a 1823, cuando Washington miraba hacia Europa.

Bolton tiene su mirada sobre China, nueva potencia asiática emergente, con una creciente presencia económica en América latina y, en particular, en Panamá. Los políticos norteamericanos siempre han considerado, y así lo afirman, que el continente es su ‘patio trasero’. Hace poco el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, dijo que su país no puede intervenir en cualquier país del mundo, con la excepción de América Latina.

EE.UU. está interesado en conservar el dominio de la ruta que une los océanos Pacífico y Atlántico. El presidente panameño recién electo debe tener muy presente estos antecedentes históricos cuando asuma el poder.

A principios del siglo XIX, la política oficial de EE.UU. consistía en conservar el status quo respecto a sus relaciones con la América española. Cuando los generales venezolanos Francisco Miranda y Simón Bolívar, en diferentes momentos, solicitaron a Washington apoyo para las luchas revolucionarias por la independencia de la región, EE.UU. se declaró neutral. Pese a ello, le vendía armas a la corona española para suprimir los levantamientos desde México hasta Argentina, pasando por la gran Colombia.

La Doctrina Monroe se dio a conocer en 1823, cuatro años después del Congreso de Angostura, dos años después de la independencia de Panamá, un año antes de que la batalla de Ayacucho sellara el triunfo de las armas independentistas y tres años antes del Congreso Anfictiónico convocado por Bolívar en la ciudad de Panamá.

El plan de EE.UU. -anunciado por el presidente Thomas Jefferson a principios del siglo XIX- consistía en esperar que cada colonia española cayera como fruta madura para que Washington la cosechara sin disparar un tiro y sin derramamiento de sangre. Fue su estrategia, al comprarle a Francia el territorio de Luisiana, en 1803, que conforma la enorme cuenca del río Misisipi.

Así se esperaba que el resto de la región quedara bajo control de EE.UU. El plan no se desarrolló como se esperaba. A partir de fines del siglo XIX, EE.UU. encontró la fórmula para apropiarse de las riquezas naturales de la región, sin necesidad de anexar los territorios latinoamericanos (con la excepción de Puerto Rico).

Pero está obligada a intervenir militarmente en forma permanente para someter a los pueblos y  dar apoyo a los grupos que están a su servicio. En la actualidad, el presidente Trump no descarta una invasión a Venezuela, país que no se somete a sus dictados. Igualmente, desde hace 60 años mantiene un bloqueo asfixiante contra Cuba, amenaza a Nicaragua, así como a Bolivia, y arremete contra México. En el pasado ha tenido problemas similares con los demás países latinoamericanos que ha logrado ‘disciplinar’ de una u otra manera.

En el caso de Panamá está interesado en conservar el dominio sobre la ruta de tránsito entre  los océanos Pacífico y Atlántico. Todo el comercio marítimo estadounidense, de un extremo a otro, pasa por el Canal -una plaza geopolítica de mucha importancia- y no quiere que Panamá ni movimientos regionales, y mucho menos factores extra-regionales, desestabilicen esa correlación de fuerzas. No es casual que Bolton busque refugio en la Doctrina Monroe para hacer la guerra en lo que EE.UU. considera su ‘patio trasero’.

ag/mg

 

*Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA.
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