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miércoles 4 de diciembre de 2024

La Amazonia, el rostro ecológico de Dios

Por Frei Betto *

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

El Sínodo de la Amazonia, convocado por el papa Francisco para octubre, tendrá lugar en Roma, una decisión equivocada del Vaticano porque fue convocado inicialmente para celebrarse en el corazón de la selva. Allí se debatirá de más asuntos que de la presencia de la Iglesia Católica en esa región, interconectada y cada vez más violenta y desigual.

El bioma amazónico abarca nueve países y ocupa más de 7 mil millones de kilómetros cuadrados habitados por 34 millones de personas, de las cuales 3 millones son indígenas que hablan 340 idiomas diferentes. Allí cada metro cuadrado tiene más diversidad que cualquier otro lugar del planeta. El bioma posee tres tipos de ríos: los de superficie; el subterráneo, conocido como “alter do chao”; y los “ríos voladores”, así llamados porque acumulan vapor en la atmósfera y lo distribuyen en forma de lluvia por toda la América del Sur.

La Amazonia tiene una gran relevancia en el ciclo del carbono, ya que lo absorben sus miles de millones de árboles e impiden su liberación en la atmósfera en forma de gas. Reduce así el calentamiento de la Tierra. Las cuatro dádivas de la región son: pueblos que saben vivir de la selva y en la selva sin amenazarla, el ciclo de las aguas y del carbono, la biodiversidad y la regulación del clima.

Sometidos a una concepción equivocada del desarrollo y la riqueza -indiferente a la degradación de la naturaleza y la destrucción de sus culturas-, los pueblos amazónicos nunca han estado tan amenazados como hasta ahora.

Según el papa Francisco, “los pueblos amazónicos originarios nunca han estado tan amenazados en sus territorios como en la actualidad”. Con su sabiduría ancestral, ellos nos enseñan a relacionarnos con la naturaleza, los demás seres humanos y Dios. No obstante, ahora son víctimas de asesinatos, expulsiones de sus tierras, la actividad de los acaparadores de tierra y las mineras, la deforestación y la prohibición de reunirse y organizarse.

La Iglesia está consciente de que si ahora defiende la causa indígena, que tiene tantos mártires, por otro lado aún no se ha liberado de la influencia del proyecto colonizador que imperó en el pasado. El Sínodo busca justamente implantar una Iglesia poscolonial y solidaria, con rostro amazónico e indígena. Para la Iglesia la región es mucho más que un lugar geográfico, es también un lugar teológico en el que se transparenta la faz del Dios creador.

No hay modo de mantener la floresta en pie sin la sabiduría de los pueblos que la habitan. El “capitalismo verde” no sirve, porque se rige por las leyes del mercado y busca patentar principios y esencias, privatizar el agua y promover la piratería de los saberes populares.

Los pueblos indígenas conservan una sintonía holística con el Cosmos. Sus sentidos aguzados mantienen un diálogo permanente con la naturaleza. Conocen cada ruido, predicen la llegada de la lluvia o la seca, identifican los recursos medicinales de las plantas. El indio no es un individuo en la naturaleza. Su cuerpo, el territorio que habita y la naturaleza forman una unidad.

Los indígenas respiran una cultura que se traduce, de hecho, en una espiritualidad de la reciprocidad. Con ritos y fiestas, celebran la exuberancia de la naturaleza y exorcizan los espíritus malignos. Sin recurrir a la escritura, transmiten de generación en generación la cultura del cuidado de la floresta y del respeto a todos los seres vivos.

Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino un don gratuito de Dios en el que descansan sus antepasados, y un espacio sagrado con el que interactúan para preservar su identidad y sus valores. Pero se ven sometidos a serias amenazas debido a una concepción equivocada del desarrollo y la riqueza, que les codicia las tierras para implantar proyectos extractivos y agropecuarios, indiferente a la degradación de la naturaleza y a la destrucción de sus culturas.

En la Amazonia se manifiestan cinco grandes síntomas de la crisis planetaria: a) el cambio climático; 2) el envenenamiento del agua; 3) la pérdida de la biodiversidad; 4) la degradación de la calidad de la vida humana y de la naturaleza; 5) los conflictos sociales marcados por la violencia y los asesinatos.

La convocatoria del Sínodo Panamazónico por el papa Francisco es una buena nueva para toda la humanidad.

ag/fb

 

*Escritor y asesor de movimientos sociales.
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