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viernes 3 de mayo de 2024

“Cuestión esencial: la Educación, los educadores”

Por Federico Mayor Zaragoza *

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

La educación es, como la justicia, la sanidad y la ciencia, tema supra-partido político. Se dirige a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna, y no puede concebirse desde ideología, creencia e identidad cultural alguna. Educación para ser personas “libres y responsables” (art. 1º de la Constitución de la UNESCO), para “dirigir con sentido la propia vida”, según impecable definición de D. Francisco Giner de los Ríos.

La Constitución de la UNESCO ofrece iluminados caminos para el mañana: vivir guiados por principios democráticos, comprobar la veracidad de la comunicación y, sobre todo, aprender a ser, para el pleno ejercicio de las facultades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, inventar, ¡crear! Cada ser humano único capaz de crear, de inventar un futuro y participar en el colectivo, nuestra esperanza.

La educación durante toda la vida constituye la herramienta más poderosa de la democracia. Educación a lo largo de toda la vida, como fuerza emancipadora, liberadora, como forjadora de un comportamiento “personal”, decidido con total autonomía. “Libres, escribió Eduardo Galeano, son quienes crean, no copian. Quienes piensan, no obedecen. Enseñar es enseñar a dudar”. Ya no se trata de estructuras locales, cerradas y estáticas, sino de un sistema global abierto y en continua evolución, movido por el ritmo trepidante que le impone el progreso de las comunicaciones y la aceleración de los intercambios de todo tipo.

Como fuerza emancipadora, la educación -durante toda la vida- constituye la herramienta más poderosa de la democracia.

Educación, según las recomendaciones de la Comisión Jacques Delors, para aprender a ser, a conocer, a hacer, a vivir juntos. Para la interacción, para el enriquecimiento recíproco, para el respeto a los demás. Educación para aprender a emprender, para aprender a atreverse. Educación para el respeto a los demás, para una relación de total confianza y amorosa con los progenitores, de fraternidad con los familiares.

La educación para la paz es un campo específico pero forma parte del desafío educativo propio de una “aldea global” asimétrica, cuyas disparidades en lugar de reducirse se están ampliando. Millones de niños y jóvenes no acceden a los niveles mínimos de aprendizaje en muchos países del mundo. La educación para la paz debe incluir la educación para la democracia, la justicia, el desarme, los derechos humanos, la tolerancia, el respeto a la diversidad cultural, la preservación del ambiente, la prevención de los conflictos,  la reconciliación, la no violencia y la cultura de paz. Para hacer posible la transición histórica de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón.

 La educación es un proceso de participación en el cual debe desarrollarse la capacidad crítica,  esencial para los nuevos ciudadanos del mundo. La educación para la paz debe enseñar a encontrar soluciones a los conflictos, a la guerra, a la violencia, al terrorismo, a la explotación de género, a combatir el daño ambiental y oponerse a todo lo que sea contrario a la vida y a la dignidad humana. Hay que aprender a comportarse para favorecer la transición de una cultura de guerra a una cultura de paz, de la fuerza a la palabra.

La educación tiene que proporcionar conocimientos y capacitaciones para que los ciudadanos entiendan el complejo mundo en el que viven, lo gestionen democráticamente, usen equilibradamente los recursos  naturales y construyan y defiendan un sistema de valores en el que estén integrados la tolerancia, la justicia, el respeto a las diferencias. Es decir, la paz y no la violencia, desoyendo el famoso adagio de “si quieres la paz prepara la guerra”. Los Estados son los actores políticos que deben asumir y articular estos planes, pero es la sociedad civil a través de sus múltiples formas la que debe influir, a través de una intensa participación democrática, para que se adopten las medidas correspondientes con la rapidez exigible.

Está claro,  para el  buen entendedor, que el gran problema que nos acosa no es de diferencia sino de indiferencia, no del reconocimiento de la igual dignidad sino del supremacismo y el racismo. Educación es ser independiente (que no “indiferente”, que añadiría Ángel Gabilondo, que sabe muy bien de qué se trata y de lo que supone, en los distintos grados, impulsar el proceso educativo). Lo más preocupante es cómo germinan aquí y allá semillas de racismo, de fanatismo, de dogmatismo… sin que nadie parezca acordarse de lo que sucedió en los año 1933 a 1939…

Una gran mayoría de la ciudadanía se halla siguiendo, aturdida y obsesionada, a sus equipos de fútbol o atenta en exclusiva al pasado inmediato y al presente, con reivindicaciones que, fundamentadas con frecuencia en torpezas de los que han gobernado a uno y otro lado, tendrían cabida en situaciones de menor apremio, sin darse cuenta de que ahora las generaciones jóvenes y venideras son las únicas que merecen atención para conseguir mantener el mundo a flote y asegurarles una vida en condiciones aceptables.

La educación debe proporcionar a todos conciencia global. Es un aspecto crucial: el prójimo puede ser próximo o distante. Y el cuidado del entorno no debe limitarse a lo más cercano sino que debe extenderse, porque el destino es común, a todo el planeta.  Educación, “conducir” el maravilloso misterio de la vida siendo capaces de  aproximarse a los demás, de “a-projimarse”, recorriendo todos los trechos “con el amor a cuestas”, como recomendó Miguel Hernández.

ag/fmz

 

*Presidente de la Fundación Cultura de Paz, científico y escritor español.
Federico Mayor Zaragoza,

Mayor Zaragoza, Federico Director General de la UNESCO, organismo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, durante el período 1987-1999. En el 2000, tras su regreso a España creó la Fundación Cultura de Paz, que preside actualmente. Doctor en Farmacia y Catedrático de Bioquímica, ha sido rector de la Universidad de Granada y cofundador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, Diputado en el parlamento español de la transición (1977-78); ministro de Educación y Ciencia (1981-1982) y diputado en el Parlamento europeo (1987). Nacido en Barcelona, en 1934, cuenta en su haber con numerosas publicaciones científicas y los siguientes libros de ensayo: Mañana siempre es tarde (1987); La nueva página (1994); Memoria del futuro (1994); La paix demain? (1995); Science and Power (1995); UNESCO: un ideal en action (1996); Un mundo nuevo (1999); Los nudos gordianos (1999); La palabra y la espada(2002); La fuerza de la palabra (2002), Un diálogo ibérico en el marco europeo y mundial (2006), Tiempo de acción (2008). También ha publicado siete poemarios: A contraviento (1985), Aguafuertes (1991), El fuego y la esperanza (1996), Terral (1997), Voz de vida, voz debida (2007), Alzaré mi voz (2007) y En pie de paz (2008).

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