Por Guillermo Castro H. *
Para Firmas Selectas de Prensa Latina
Los procesos de transición histórica son largos, y suelen desarrollarse en espiral. Por eso, no sorprende que la prestigiosa revista The Economist considere que el año 2021 será “particularmente impredecible, dadas las interacciones entre la pandemia, una recuperación económica desigual y una geopolítica conflictiva.” Por su parte, el Informe de Riesgos Globales 2020, publicado por el Foro Económico Mundial, nos ofrece un cuadro más amplio y preciso de los resultados de esas interacciones, según la probabilidad de que ocurran y el impacto que tendrían:
Al respecto, dice el Informe, el mundo “no puede esperar a que la confusión de la incertidumbre geopolítica y geoeconómica termine” y, el sistema global se “recupere”, pues la situación demanda ya que “las partes interesadas deben encontrar la manera de actuar rápidamente y con determinación en un panorama mundial inestable.”
Para el Informe este panorama abarca cuatro campos principales. El primero, referido a la inestabilidad en el sistema mundial, expresa el hecho de que fuerzas “económicas, demográficas y tecnológicas potentes están dando forma a un equilibrio nuevo de poder”, en el cual pierden validez “las estructuras de las alianzas y los sistemas multilaterales”. En cuanto a la estabilidad económica y la cohesión social, añade, el agotamiento de políticas económicas “que se consideraban fundamentales para el crecimiento económico […] podría debilitar la capacidad de los gobiernos para adoptar medidas decisivas en caso de que se produzca una recesión.”
Por su parte, si bien las Tecnologías de la Información y la Comunicación encaran ya factores de riesgo, como el acceso desigual a Internet, la falta de un marco legal de gobernanza para la tecnología global, la inseguridad y la posibilidad de que el ciberespacio esté fragmentado. Por otra parte, añade la posibilidad del colapso de los sistemas sanitarios, debido a las nuevas vulnerabilidades “derivadas de los cambios en los patrones sociales, medioambientales, demográficos y tecnológicos [que] amenazan con deshacer los avances impresionantes en el bienestar y la prosperidad que los sistemas sanitarios han sustentado durante el último siglo.”
Lo más notable aquí es el prominente lugar ocupado en el Informe por las amenazas climáticas y la pérdida acelerada de la biodiversidad. Aquí destacan, en particular, la eventualidad del “fracaso en la mitigación y adaptación al cambio climático” y la acelerada pérdida de biodiversidad, cuyas implicaciones van “desde el colapso de los sistemas alimentarios y sanitarios hasta la interrupción de cadenas de suministro completas”.
Una visión de conjunto tendría que agregar a esto que el colapso de ecosistemas es, también, el de las condiciones naturales de producción que ellos ofrecen. Esa oferta no se reduce a una suma de recursos y procesos -como el agua, la formación de suelos, el procesamiento de desechos y la captura de gases de efecto invernadero. Más allá de eso, ese conjunto se constituye en una fuente de servicios ecosistémicos indispensables para la reproducción de la vida en la Tierra, incluyendo la de nuestra especie.
Esto abre a debate dos problemas de especial importancia para nuestro futuro. Por un lado, ya resulta evidente que el capitalismo ha entrado en conflicto con sus propias condiciones naturales de producción, y busca resolver ese conflicto por medios puramente tecnológicos. Por otro, resalta la necesidad de distinguir entre los medios que puede aportar o no la tecnología, y los fines a cuyo servicio están esos medios, que a su vez determinan las formas en que la sociedad organiza sus procesos de intereacción con su entorno natural.
Así, en un plano abstracto, transhistórico, toda sociedad encara su relación con su entorno mediante el trabajo, que es ante todo “un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza.” En ese proceso, “el hombre se enfrenta como un poder natural con la materia de la naturaleza. […] Y a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina.”
La relación de nuestra especie con sus entornos naturales opera, así, mediante un proceso de trabajo entendido como “la actividad racional encaminada a la producción de valores de uso, la asimilación de las materias naturales al servicio de las necesidades humanas. Así, el trabajo constituye “la condición general del intercambio de materias entre la naturaleza y el hombre, la condición natural eterna de la vida humana, y por tanto, independiente de las formas y modalidades de esta vida y común a todas las formas sociales por igual.”
En lo concreto, por otra parte, cada sociedad histórica organiza sus procesos de trabajo en términos correspondientes a sus propios fines y, en sus modalidades de interacción con la naturaleza, crea un ambiente que le es característica. De allí si deseamos un ambiente distinto, debemos crear una sociedad diferente.
En breve, si la sociedad que ha entrado en crisis en su relación con la biosfera fue organizada para el crecimiento sostenido de la producción material -y de los desechos que esa producción genera-, solo podremos encarar con éxito esa crisis mediante la creación de una sociedad organizada para el desarrollo sostenible de la especie humana mediante el trabajo con la naturaleza y no contra ella. Así de sencillo, así de complejo.
ag/gc