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viernes 20 de septiembre de 2024
Luchas-collage

Llamado a no perder las esperanzas (I)

En estos momentos de la historia, después de lo acontecido durante el siglo XX, a nivel mundial las fuerzas que se dicen de izquierda tienen motivos para perder (o, mejor dicho: bajar) las esperanzas, las expectativas de cambio.

Al decir “izquierdas”, se abarca allí un amplio y extendido campo, donde entran muy diversas expresiones (movimientos sindicales, movimientos campesinos, lucha armada, vía parlamentaria, nuevos grupos alternativos..). Todos, de diversas maneras, buscan un horizonte post capitalista.

El sistema capitalista ha mostrado ya infinitas veces que no puede (¡ni desea!) resolver los grandes problemas de la humanidad: hambre, ignorancia, precariedad de las condiciones generales de vida. Al menos, no puede resolverlos para la totalidad de la población mundial.

“El capitalismo es un sistema funesto”

desarrollo científico-técnico

Hoy día, con un portentoso desarrollo científico-técnico que permite una extraordinaria productividad, y sobrando comida en el planeta (40 por ciento más de la necesaria para nutrir bien a toda la población planetaria), 20 mil personas diarias mueren de inanición o por causas relacionadas con el hambre. El capitalismo es un sistema funesto.

Solo un 15 por ciento de la población mundial (minúsculas élites y gran masa trabajadora en los países de capitalismo próspero: Estados Unidos y Canadá, Europa Occidental, Japón; a lo que se suman muy pequeños bolsones de prosperidad en el Sur global) vive con comodidades.

El 85 por ciento restante pasa interminables penurias, y la vida tiene mucho de aventura (no se sabe si al día siguiente habrá comida, habrá guerra, se será víctima de la delincuencia callejera o se pisará una mina antipersonal sembrada por allí).

“En el siglo XX aparecieron las primeras revoluciones socialistas”

Marx y Engels

El socialismo, surgido en los albores de la industria en Europa, que tomó su forma científica con Marx y Engels, se constituyó como herramienta teórica y guía práctica para forjar una sociedad post-capitalista. En el siglo XX aparecieron las primeras revoluciones socialistas: Rusia, China, Cuba, Vietnam, Nicaragua.

La historia ha demostrado que no es posible un cambio real de capitalismo a socialismo si no es a través de un proceso de violenta ruptura de la institucionalidad capitalista. Los procesos socializantes en el marco de las democracias burguesas, más allá de ciertos cambios superficiales, no logran establecer nuevas bases sólidas para la construcción de una sociedad nueva. Esos procesos, que no pueden pasar de lo cosmético, finalmente caen, y las transformaciones comenzadas son fácilmente revertidas.

“Necesidad imperiosa de una conducción política para la lucha”

Igualmente, la historia enseña que explosiones espontáneas, aun expresando mucha cólera antisistémica, si no existe una direccionalidad política en la lucha, no logran cambios sustantivos. La cuestión es cómo lograr articular el enorme y profundo descontento social que provoca el capitalismo con una propuesta revolucionaria asertiva y funcional.

Eso muestra la necesidad imperiosa de una conducción política para la lucha con un proyecto transformador concreto y posible, superando el espontaneísmo visceral.

El pensamiento socialista tradicional, surgido en el siglo XIX, vio en la clase obrera industrial urbana el fermento revolucionario que permitiría pasar a una nueva sociedad.

La experiencia habida en el siglo XX mostró que los cambios socialistas se dieron siempre en países con gran base campesina y sin mayor desarrollo industrial. Ello en modo alguno invalida las reflexiones de los clásicos; simplemente muestran que el materialismo debe seguir estudiando nuevas realidades, para proponer vías de acción posibles adecuadas a las circunstancias.

diversidad sexual

Estos últimos años aparecieron otras fuerzas contestatarias que, si bien no siempre tienen un claro horizonte anticapitalista, son parte imprescindible de un proceso emancipador amplio. Ahí están las luchas contra el patriarcado, contra el racismo, por la diversidad sexual, contra el deterioro medioambiental. Todas esas luchas hacen parte, en definitiva, de un planteo transformador.

“La propaganda anticomunista atravesó el siglo XX de cabo a rabo”

Sucede que después de varias décadas de construcción de socialismo, la Unión Soviética colapsa y la República Popular China se abre a mecanismos de mercado. El discurso capitalista hegemónico hizo de estos hechos todo un acontecimiento a su favor: según su lógica, dejó en evidencia que el socialismo “no funciona”.

lucha de clases

La propaganda anticomunista atravesó el siglo XX de cabo a rabo. Entrado el siglo XXI, la misma no ha cejado. Por el contrario, de la mano de la lucha de clases que sigue tan presente como siempre, ahora intenta mostrar los beneficios del capitalismo en detrimento de “economías pobres”, que serían las socialistas. Ello oculta la verdad de las cosas: los pocos países socialistas habidos han mostrado todos, sin excepción, fenomenales avances sociales, pues la renta nacional benefició grandemente a sus poblaciones y la productividad se disparó, contrario a lo que dice el discurso de derecha.

La artera propaganda capitalista muestra el “desabastecimiento” y las “largas colas” del socialismo como la evidencia de su fracaso. Tal es la fuerza con que se presenta la realidad enmascarada con este subterfugio, que el imaginario colectivo pudo haber terminado uniendo socialismo con pobreza.

No olvidar nunca lo expuesto más arriba: para que un 15 por ciento del mundo consuma vorazmente, el 85 por ciento restante pasa penurias. La riqueza no puede medirse por la cantidad de centros comerciales resplandecientes que existen. Hay ahí una manipulada operación de guerra psicológica.

Lo cierto es que desde la caída del primer Estado obrero-campesino y la apertura china, los movimientos revolucionarios del mundo parecen haber quedado sin referente, sin proyecto que levantar.

La fuerza con que el capitalismo en su versión neoliberal se impuso estas últimas décadas presentando al “socialismo real” como fracaso, mostrando que solo apelando a mecanismos de mercado se puede prosperar, dejó a las izquierdas bastante golpeadas; golpe que, años después, todavía produce conmoción.

“Cambiar algo para que no cambie nada”

Si bien existen protestas populares y gran malestar acumulado en todo el mundo, todo ello no es suficiente para colapsar al capitalismo.

Cierta desesperanza se adueñó de las luchas populares. Los mecanismos de dominación ideológico-culturales trabajan a pleno para mostrar lo “imposible” de una alternativa no-capitalista, presentando los acontecimientos históricos del campo socialista europeo como la evidencia de su inviabilidad.

Consecuencia de todo ello es que la idea de revolución, tal como se manejó por décadas a partir de la elaboración teórica de Marx y Engels, fue saliendo de circulación. La intención buscada es frenar por todos los medios la posibilidad de cambios estructurales. Cambios cosméticos (gatopardismo) sí; cambios de fondo: jamás. Cambiar algo para que no cambie nada.

Hugo Chávez

En el medio de ese mar de reflujo de las luchas populares y del clima de desesperanza, entre fines del siglo pasado e inicios del presente asistimos a una ola de gobiernos progresistas en Latinoamérica, inspirados por la Revolución Bolivariana con Hugo Chávez al frente en Venezuela.

Varios países de la región siguieron esos pasos, pero sin tocar los resortes últimos del sistema. Conclusión: después de algunos años, ninguno de esos gobiernos pudo transformar revolucionariamente la sociedad. Los cambios fueron revertidos por el sistema, que nunca dejó de seguir acumulando capital, más allá de los planteamientos redistributivos (clientelares en muchos casos).

Así las cosas, después de la pandemia de Covid-19 que golpeó en diversos niveles a la sociedad planetaria, y la actual guerra de Ucrania, que podría quizá abrir un nuevo orden internacional desbancando a Estados Unidos de su papel de potencia única, con la inclusión de China y Rusia en una nueva economía global, pero siempre capitalista (el socialismo de mercado chino es aplicable solo en ese país), el campo popular sigue sin referentes políticos, golpeado, desunido, bastante fragmentado y sobreviviendo en la precariedad económica.

En estos momentos quedan pocos países con planteos socialistas; el caso de China es algo especial. Su modelo combina capitalismo con socialismo. Eso quizá sea posible solo allí, dada la magnitud fabulosa de la nación y su historia milenaria. Aunque se dice inspirado en el marxismo más puro, ese esquema difícilmente es repetible en otras latitudes. Por otro lado, y distinto a lo que aconteció con la Unión Soviética, China no apoya ningún proceso revolucionario fuera de sus fronteras.

La Nueva Ruta de la Seda

En tal sentido, el campo popular del mundo está bastante huérfano de referentes. La Nueva Ruta de la Seda no es, necesariamente, una salida revolucionaria para los pueblos del mundo. El Foro Social Mundial no termina de cuajar una propuesta articulada y viable a nivel mundial (pensar globalmente y actuar localmente) que se enfrente al capitalismo.

Si bien las formulaciones teóricas del socialismo científico siguen siendo totalmente vigentes (las luchas de clases persisten, al igual que la explotación del trabajo asalariado), el curso de la historia que tomó el mundo en estos últimos años muestra aristas nuevas: el control poblacional de que hoy dispone el sistema- militar, ideológico, con las más refinadas tecnologías- es impresionante, dejando la protesta muy maniatada.

ag/mc

*Catedrático universitario, politólogo y articulista argentino.

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