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sábado 10 de mayo de 2025

Brasil retomará su curso hacia el progreso económico y social, con Lula al timón (VI)

Dejé para un lugar propio el análisis, sobre la influencia de los militares brasileños en esta colosal contienda que será la votación del 2 de octubre del 2022 en Brasil (y posiblemente una segunda vuelta, el 30 de octubre).

Brasil posee las segundas fuerzas militares más poderosas del hemisferio occidental, constituidas por el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. La Policía Militar (Policía Militar de Estado) es una rama auxiliar del Ejército.

Las Fuerzas Armadas brasileñas son las más grandes de América Latina y las decimoquintas más grandes del mundo. Todas las fuerzas militares operan bajo la dirección del Ministerio da Defesa (Ministerio de Defensa). Tienen un presupuesto militar de cerca de 30 mil millones de dólares estadounidense, todo incluido.

La Fuerza Aérea de Brasil (FAB) es la fuerza aérea más grande de América Latina, con unos mil 501 aviones tripulados en servicio (incluyendo los Saab – Grippen, uno los aviones de combate más avanzados) y a inicios de 2022 tenía unos 81 mil efectivos en servicio activo y siete mil 500 empleados civiles.

La Marina de Brasil es la más grande de Iberoamérica. Está equipada con un porta-helicópteros multipropósito, fragatas, corbetas, buques cisterna, buques de desembarco entre otros. A esta fuerza se suman aviones de combate y numerosos helicópteros de diverso tipo. La Marina brasileña cuenta con unos 100 mil efectivos (de ellos 19 mil infantes de marina), 120 embarcaciones y 81 aeronaves tripuladas.

El Ejército de Brasil, posee una plantilla de aproximadamente 270 mil soldados y muchos cientos de miles de reservistas. Siempre han sido las fuerzas más derechistas desde el punto de vista político y tradicionalmente donde se han iniciado los golpes militares en el gigante amazónico. Entre 1973 y 1988, el Ejército de Brasil “disfrutó” de los controversiales servicios de Jair Bolsonaro, quien alcanzó el grado de capitán en esa institución.

Para que no hayan ambigüedades acerca de las relaciones entre el excapitán J. Bolsonaro y la jerarquía militar brasileña, su compañero de fórmula para este 2 de octubre es el General del Ejército Brasileño Walter Souza Braga Netto, quien ha ocupado los más altos cargos castrenses, entre ellos el de ministro de Defensa. Dios los cría…

Todo ese poderío bélico y tramposo andamiaje “constitucional” se complementa–¡y de qué manera! – con el irrestricto apoyo de los Estados Unidos a la oligarquía brasileña y su miedo cerval a Luiz Inácio Lula da Silva, al Partido de los Trabajadores (PT) y a todo lo que signifique progreso social, en cualquier lugar del mundo, pero en especial en América Latina.

golpes de estado

¡Queremos a los coroneles! [2] y la nostalgia de la dictadura fascista.

Cuando le preguntan al actual presidente sobre la dictadura militar que rigió en Brasil entre 1964 y 1985, nos dice “embargado de emoción” ¡Qué época maravillosa! Usted podía caminar por la calle con seguridad. Su familia era respetada y el policía era policía», describió Jair Bolsonaro en julio de 2015. Sus ideas no han cambiado y si lo han hecho es para moverse aún más hacia la derecha. Cuando le preguntaron lo que pensaba acerca de los asesinatos, las desapariciones y las torturas cometidas por el régimen militar justificó ese accionar con el argumento de que “había una guerra contra la insurgencia armada”. Y como para que no queden dudas de sus posiciones políticas y “principios morales”, afirmó en otra entrevista años más tarde: «El error de la dictadura fue torturar y no matar».

bolsonaro y walter

Muy inquietante fue el resultado de un estudio de opinión pública elaborado por Paraná Pesquisas en septiembre del 2018. El 43 por ciento de los consultados dijo que apoyaría una intervención militar provisoria en el país. El 51 por ciento se manifestó en contra, pero que cuatro de cada diez estén a favor resulta impactante. Eran datos que ponían en cifras la fragilidad extrema de la democracia brasileña.

Por la relativa confianza que había en los militares, esa parte del electorado en el 2018 creía que Bolsonaro, aunque retrógrado, conseguiría moralizar la política y bajar los niveles de criminalidad. Esta percepción hoy no existe más, y es una de las consecuencias más evidentes de si gobierno. Ya casi nadie considera a los militares como un sector honrado o comprometido con su país. Después de esta bancarrota política, solo les quedaría usar los tanques para continuar en el poder

Militares y política en Brasil. Tradición castrense en la política republicana.

Los militares estuvieron, sin excepción, presentes en todos los eventos políticos y sociales importantes en la historia de Brasil en el siglo XX. Tratando de aparentar ser y/o funcionar tras bambalinas como un poder supuestamente moderador, por encima del Judicial, Legislativo y Ejecutivo, con el supuesto “objetivo” de mantener la estabilidad social en tiempos de crisis. Algunos decían que los mariscales y generales pensaban que la política era algo demasiado “serio e importante” para dejarla en manos de los políticos (y mucho menos de la voluntad de la “plebe”).

tangue

Hasta 1964 los militares habían ejercido un rol más bien tutelar sobre la política brasileña, con intervenciones esporádicas y haciendo oír siempre su voz. Pero a partir de ese momento las Fuerzas Armadas pasaron a ser las protagonistas de la escena política.

João Goulart fue uno de los principales herederos de Getúlio Vargas, que llegó a la presidencia en 1961, tras la repentina renuncia de Jânio Quadros, demandada por los militares, quienes veían a Goulart, demasiado “izquierdista”, pero terminaron aceptándolo a disgusto, hasta el 31 de marzo de 1964 cuando lo derrocaron en un golpe de Estado liderado por el “Mariscal” Humberto Castelo Branco, jefe del Estado Mayor del Ejército. Inmediatamente, se prohibieron los partidos políticos, se cerraron los medios de comunicación y hubo una persecución generalizada, que incluyó secuestros, asesinatos y desapariciones. Entre los reprimidos brutalmente estaba Dilma Rousseff. quien estuvo presa entre 1970 y 1972, sufriendo torturas y vejaciones de todo tipo.

Dilma Rousseff

Sin embargo, la dictadura brasileña tuvo diferencias importantes con las de otros países del Cono Sur. Si bien imperaron violaciones sistemáticas contra los derechos humanos, fue un tanto menos cruenta que las de sus vecinos. Según un informe elaborado en 2014 por la Comisión Nacional de la Verdad, se registraron 434 víctimas entre asesinados y desaparecidos. En Argentina y en Chile, países más pequeños, los muertos y desaparecidos estuvieron en el orden de las decenas de miles.

Otro rasgo distintivo del proceso brasileño es que, aunque el liderazgo fue sin dudas castrense, tuvo un alto componente civil sub- sirviente a los militares. El Congreso se mantuvo abierto y muchos diputados y senadores apoyaron a los golpistas, en abierta traición a las leyes. En 1967 se aprobó una Constitución que estableció la elección indirecta del presidente, a través del Congreso. El régimen militar también promovió la creación de dos partidos políticos: la Alianza Renovadora Nacional (ARENA), que hacía las veces de oficialismo, y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), la única oposición aceptada. Claro que los comicios legislativos estaban amañados y ARENA tuvo siempre mayoría. Y, aunque los civiles eran teóricamente elegibles para la presidencia, todos los mandatarios fueron militares.

La horrible “Operación Condor” se aplicó en Brasil, por ejemplo, a una familia de refugiados uruguayos (fracasó y los militares uruguayos infiltrados en Brasil con la complicidad del gobierno militar, no pudieron secuestrarlos o asesinarlos) y las sospechosas muertes de dos expresidentes de Brasil (Goulart y Juscelino Kubitschek), que nunca han sido completamente esclarecidas. Pero en realidad nunca fue al nivel de lo sucedido en Chile, Argentina o incluso del pequeño Uruguay.

La época de la dictadura coexistió con un fuerte crecimiento económico entre 1968 y 1973, que fue llamado el «milagro brasileño», vinculado por algunos de manera equivoca o malintencionada a un imaginario “buen gobierno militar”, realmente ese crecimiento tenía sus raíces en los gobiernos anteriores al golpe. Lo mismo sucedió con Donald Trump en los EE.UU. quien trató de implantar la creencia de que la bonanza económica se debía a él y a MAGA (Make America Great Again).

El éxito duró poco y terminó en un proceso de inflación descontrolada y recesión, que llevó a los militares a preparar meticulosamente su retirada del poder político. Entre otras cosas, se aseguraron de que el primer presidente civil no surgiera del voto popular. Tancredo Neves, del MDB, fue elegido de forma indirecta, por el Congreso. Como murió antes de asumir, la “nueva era” la inauguró quien iba a ser su vice, José Sarney. Ya en ese momento los gobiernos militares habían perdido toda credibilidad, y el pueblo esperaba “uma noticia boa” (alegoría del gran Chico Buarque por la caída del gobierno militar) https://www.youtube.com/watch?v=68m7W9cVup4

Esa salida concertada (o “politiqueada”), tan favorable a los militares, supuso también la inclusión en la Constitución de 1988 de una serie de artículos que apuntalaron su rol como “salvaguarda” de la Nación.

El artículo 142 deja claro que los militares tienen el deber de garantizar la defensa de la patria, los poderes constitucionales y la ley y el orden. La cuestión estriba en qué y quién determina que el orden no está garantizado, y basado en qué principios. ¿Cuáles son los límites para la aplicación de ese artículo 142?, es la pregunta que surge ante ese terrible concepto que contamina la actual Carta Magna brasileña irremediablemente, y que le otorga la última palabra al poder militar sobre el poder civil, en una calamitosa tergiversación de la justicia social y la teoría del Derecho.

Bolsonaro y el factor militar

En momentos de crisis política en Brasil como en 1992, 2013 y 2016, observamos que, en paralelo al discurso anticorrupción dirigido ilegítimamente contra la izquierda, entre los sectores más reaccionarios retorna la idea de la intervención militar en el gobierno del país. En esos segmentos minoritarios pero muy poderosos, los militares son falsamente representados no sólo como burócratas nacionalistas, eficientes y democráticos, sino como la solución para los problemas causados por los políticos de izquierda, electos por el pueblo.

En las crisis anteriores, emergieron líderes políticos capaces de ofrecer una respuesta a las angustias de los ciudadanos. En los 90 fue el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso y en los 2000, en mucho mayor orden de magnitud, el gran Lula da Silva, como lo es de nuevo más de dos décadas después.

Ante el colapso experimentado por los principales partidos políticos en las elecciones pasadas (2018), no llama la atención que fuera un ex capitán del Ejército quien irrumpió para llenar el vacío, creado artificialmente por el atroz ataque de Lawfare contra Lula y Dilma, y por el oportunismo traidor de los sectores “centristas” (quiere decir reaccionarios) de la coalición de gobierno de la presidenta electa por el pueblo.

Otro factor que hace falta expresar es que Brasil es el único país latinoamericano que posee un complejo militar- industrial de gran magnitud económica y poder político. Aunque Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, México y Cuba poseen industria militar, de ninguna manera constituyen un complejo de ese tipo.

Brasil registró al cierre de 2021, unos dos mil millones de dólares por concepto de exportaciones de la industria militar, cifra récord para el sector. Hoy significa casi el cinco del Producto Interno Bruto del país. Su impacto en la economía muestra además que la tasa de crecimiento del Complejo Militar industrial brasileño superó a sectores punteros en los últimos tiempos como la industria petrolera, la construcción y la agricultura.

Datos oficiales apuntan que el sector de defensa y seguridad en la nación suramericana genera cerca de tres millones de puestos de trabajo, más de la mitad son empleos directos en un país con millones de desocupados, precisan fuentes del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. El Ministerio de Defensa tiene registradas 146 empresas productoras de aeronaves, embarcaciones, armas, herramientas cibernéticas para protección de datos, radares, y sistemas de comunicación sofisticados, entre otros. El poder político de este complejo militar– industrial brasileño es muy alto y no se debe dejar de tener en cuenta.

complejo militar brasileño

¡Hay que lograr, mantener y consolidar la victoria de Lula da Silva!

En un trabajo reciente, el gran pensador latinoamericano Frei Betto nos decía:

“Las amenazas de golpe se ciernen sobre la nación. Y solo hay una forma de evitar estas graves amenazas a la democracia: ¡nuestra movilización! Hay muchas razones para votar Lula presidente. La principal es sacar a Bolsonaro del Planalto (sede del Poder Ejecutivo) y reconstruir a un Brasil demolido por esta alianza de “milicianos-centro-fundamentalistas religiosos-neofascistas fanáticos-élite codiciosa”.

“No hay necesidad de cantar victoria antes de tiempo. Nada garantiza que Lula sea elegido y, de serlo, que asuma el cargo. Las amenazas de golpe se ciernen sobre la nación. Y solo hay una forma de evitar estas graves amenazas a la democracia: ¡nuestra movilización!”

Frei Betto y Fidel

No hay mucho más que añadir a este solemne y poderoso llamado del insigne teólogo de la liberación. No se puede descartar una asonada golpista (o al menos una intentona) antes o después de una victoria electoral de Lula y hay que enfrentar y denunciar tal posibilidad desde ahora, desde antes que ocurra.

Lo de 1964 no se va a repetir, con los tanques en la calle y los aviones rompiendo la barrera del sonido para intimidar al pueblo, saben que no lo lograrán. En nuestros tiempos los golpes son más “blandos”, pero no menos devastadores, letales y crueles. Están en marcha variantes para tratar de impedir la consumación de la voluntad popular, no se dude ni por un instante. Por ejemplo, el presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), Edson Fachin, fuera hoy del cargo, autorizó a las Fuerzas Armadas el acceso al llamado código fuente de las urnas electrónicas instaladas para las próximas elecciones en Brasil.

El plazo inicial para la evaluación de los sistemas que serán utilizados en el sufragio era hasta el 12 de agosto, pero se extendió por una semana más, hasta el 19 de este mes. Los militares están en la Comisión de Transparencia Electoral y fueron autorizados a acceder al código fuente (la base de la programación de las máquinas la cual permite que, al ingresar los números de los candidatos, el elector seleccione su votación) de las urnas electrónicas y la inspección se realiza en la sede del TSE, en la capital Brasilia. No debieran tener tal acceso.

Tal intervención de las urnas electrónicas se realiza en medio de frecuentes ataques del ultraderechista Jair Bolsonaro a las urnas electrónicas y a la Justicia Electoral de su propio país. No van a triunfar contra el pueblo, pero que nadie espere que estas elecciones sean claras y limpias, y el factor militar dentro de todo ello es de una importancia difícil de sobreestimar.

(Fin de la sexta parte)

rm/jro

*Ingeniero cubano residente en los EE.UU.

Referencias bibliográficas

[1] Bolsonaro delenda est. Carthago delenda est (‘Cartago debe ser destruida’) es una locución latina atribuida a Catón el Viejo, quien se dice la pronunciaba cada vez que finalizaba sus discursos en el Senado romano durante los últimos años de las guerras púnicas, en la década de 150 A.C. Inserté esta expresión en el subtítulo para expresar lo imprescindible que es sacar al fascismo corporizado alrededor de la figura de J. Bolsonaro, del poder en Brasil.

[2] “Vogliamo il colonelli” (Queremos los coroneles) En Italia 1973. Giuseppe Tritoni (interpretado por el gran actor Ugo Tognazzi) es un congresista italiano de ultraderecha que ya no está de acuerdo con la política de su partido fascista, al que- como Trump en los EE.UU.- considera que se han “ablandado”. Se pone en contacto con muchos oficiales del ejército italiano y construye una red de relaciones para organizar un Golpe de Estado. Sátira fílmica contra la “Fronda” golpista/fascista de Junio Valerio Borghese en Italia planeado para diciembre de 1970, pero que había que tomar muy en serio, entonces en 1973 (horrible golpe pinochetista en Chile) y ahora en Brasil

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