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martes 3 de diciembre de 2024
Dolores Veintimilla de Galindo

Mujeres del Ecuador: Historia y política (II y final)

En los inicios del Siglo XIX algunas mujeres se expresaban poéticamente desde el romanticismo, el reclamo era una voz dolida desde la subjetividad. Una figura realmente extraordinaria para la época fue la poeta Dolores Veintimilla de Galindo (1830-1857) porque a un registro poético de exquisitas metáforas y sensibilidad lírica incluyó una posición política valiente de defensa de los derechos humanos y de la vida de los más desposeídos, inusual para las mujeres de la época; por su alegato en defensa del indígena Tiburcio Lucero, quien había sido condenado a la pena de muerte por parricidio, fue acusada por el clero y perseguida hasta el suicidio.

La mujer en general estaba sometida a su casa y a la voluntad de su marido, negado su acceso a la educación y al trabajo; una mujer que atentara contra los roles establecidos por la sociedad era reprobada, especialmente por la iglesia cuyos feudos de almas y tierras mantenía.

El silencio público de la mujer ecuatoriana es atronador en estos primeros tiempos de la república, estaba atado a las innumerables prohibiciones. Sin embargo, las historiadoras han constatado que las mujeres escribían, pero desde el ámbito privado, buscando los canales literarios que les permitieran sobrevivir a la crítica y al escándalo: poesía sagrada, romántica, epístolas, diarios, cuadernos de familia y de apuntes.

Las mujeres y la revolución liberal

Eloy Alfaro

Esa mudez en los espacios públicos es una larga pausa dolorosa hasta la llegada de la revolución liberal en 1895 con Eloy Alfaro, el viejo luchador, aquel que como el coronel Buendía de la saga de García Márquez era conocido como el General de las Derrotas porque había perdido varias guerras, pero nunca los ideales y su dignidad. Es con Eloy Alfaro que da un vuelco la historia del Ecuador y con ella la situación de la mujer. El espíritu revolucionario, liberador e indomable de este gran hombre dio un giro de 180 grados a la vida política del país. Eloy Alfaro, cuya estatura no llegaba a más de un metro sesenta, es un gigante para la historia del país. Separa el poder de la Iglesia con el Estado, une la montaña con el mar por medio del ferrocarril, inaugura el laicismo en la educación pública, el divorcio, el matrimonio civil, abre por primera vez la educación para las mujeres y funda escuelas e institutos para niñas, crea los primeros trabajos para las mujeres y las invita a ocuparse de los negocios públicos. Con Eloy Alfaro saldrán a la luz muchas mujeres que acompañarán a la revolución liberal, algunas como montoneras en las trincheras de peleas o apoyando con sus bienes la revolución; otras cumpliendo el papel de escritoras, maestras o periodistas. Entre las más conocidas: Isabel Muentes, las coronelas Floresmila Sánchez y Joaquina Galarza.

Es otra la mirada que tendremos sobre nosotras y la palabra ya no será el cenáculo de los elegidos, sino que se volverá un amplio firmamento en donde no brillarán solo unas cuantas estrellas solitarias, sino destellarán muchas en el cielo despejado de la revolución liberal. Algunas conscientes de su papel en la historia y otras no, pero todas dejando escuchar su voz.

Siempre se ha dicho que la educación es el motor de los pueblos y nunca se refleja tan bien esta verdad como cuando se refiere a las mujeres. Tener derecho a la educación es liberador, poseer la palabra hasta deconstruirla, democratizar la vida pública con la presencia de esa parte de la humanidad que estaba en la sombra; expresar esa otra cara de la luna que necesita nombrar las cosas para que existan. Olimpia Gauges, en su declaración universal de los derechos femeninos, había reclamado: Si tenemos derecho a subir al cadalso, también tenemos derecho a subir a la tribuna. Las mujeres ahora quieren subir a la tribuna, tomarse la palabra, liberarse de esas garras que por siglos las habían silenciado y empiezan a publicarse revistas tanto en Quito como en Guayaquil que tienen la impronta, el sello, la firma de mujeres. Revistas como El Tesoro del Hogar (1890), La Mujer (1905), El Hogar Cristiano (1906-1919), La Ondina del Guayas (1907-1910), La Mujer Ecuatoriana (1918-1923), Flora (1917-1920), Brisas del Carchi (1919-1921), Arlequín (1928), Nuevos Horizontes (1933-1937), Alas (1934), etc. En las que escribían Zoila Ugarte de Landívar, Adelaida Velasco Galdós, Zoila Rendón, Rosa Borja de Icaza, Hipatia Cárdenas, Victoria Vásconez, María Esther Martínez, María Piedad Castillo de Levi y muchas más. Las ideas expresadas por estas mujeres eran diversas, pero todas buscaban reivindicación de derechos, reconocimiento público y participación en la vida política del país. Una de las mujeres más notables fue Matilde Hidalgo de Procel, quien fue pionera en 1924 en reclamar el derecho al sufragio y hacer efectivo su voto por primera vez no solo en el Ecuador sino en América Latina; también fue pionera en estudiar una carrera universitaria y en graduarse de médica. Por ello ha sido considerada por algunas estudiosas como una de las abanderadas del feminismo ecuatoriano. Indudablemente que Matilde Hidalgo en la historia de las mujeres ecuatorianas ocupa un papel excepcional y precursor, además de inspirador para las nuevas generaciones.

Una vez conquistado el voto con las puertas que abrió la revolución liberal, vendría una participación más activa de la mujer dentro de la dinámica de las grandes revoluciones y acontecimientos sociales que marcaron a la humanidad como la Revolución Socialista de Octubre que incorporó un nuevo discurso y un nuevo quehacer en los movimientos sociales ecuatorianos, aunque el papel secundario de la mujer no varió de manera significativa en el imaginario colectivo. Las mujeres intervenían activamente en las organizaciones sociales, en los movimientos de protestas, en las huelgas, pero como parte del escenario, muy poco como protagonistas. Estuvieron presentes en las diferentes revoluciones que removieron los cimientos del Ecuador del siglo XX.

Zoila Ugarte de Landívar

Una mujer que merece destacarse fue Zoila Ugarte de Landívar, política y escritora, quien exigió espacios políticos y no solo domésticos para la mujer y sostuvo que es demasiado cruel que los egoístas quieran hacer de la mujer un simple biberón humano y nada más humillante que el destinarla al papel de hembra inconsciente.

En 1935 se organizó la Primera Convención Nacional de Mujeres Ecuatorianas, una organización que discutió el papel de la mujer desde una mirada política. La escritora Nela Martínez fue su secretaria general. En esta alianza participaron mujeres brillantes como Hipatia Cárdenas, Aurora Estrada y Ayala, Matilde Hidalgo de Prócel, Virginia Larenas, Luisa Gómez de la Torre, Dolores Cacuango, Julia Bazante, María Zaldumbide, entre otras.

Figuras como Nela Martínez, Ana Moreno de Safadi, la artista Isabel Herrería merecen mención especial por sus luchas sociales y participación en la revuelta histórica de 1944 llamada La Gloriosa.

Tránsito Amaguaña y Dolores Cacuango son las más altas lideresas del movimiento indígena ecuatoriano que defendieron con gran valentía y ardor los derechos del campesinado de la sierra y su accionar político constituye un valioso referente histórico del feminismo ecuatoriano.

Grandes acontecimientos del siglo XX

Al Ecuador todos los grandes acontecimientos del siglo XX le llegan como un eco y le influyen, con más o menos fuerza, la primera y segunda guerra mundial, la revolución cubana, el feminismo, la Guerra de Vietnam, los hippies, el movimiento de mayo francés, la caída del muro de Berlín. Y por dentro los diferentes movimientos sociales actuaron como revulsivos para dibujar el Ecuador de hoy. Con los derechos cívicos que se inician con el sufragio, la mujer ganó derechos civiles, políticos y educativos, al menos formalmente; aunque estos serán un primer paso para comenzar a indagar qué pasa dentro del hogar cuando dejamos los discursos de las calles y plazas, ¿qué pasa con la democracia en el seno del hogar?

La situación de las féminas al interior de los hogares se mantiene intacta como una dictadura perpetua, por obra y gracia de la cultura patriarcal y la religión que ejercen aún un peso fundamental sobre el imaginario colectivo.

A pesar de la aparición de grandes lideresas en el siglo XX , cuya enumeración sería extenuante, y del derecho al voto instituido desde 1924, del tenaz trabajo de las organizaciones feministas en territorio, y no obstante de haberse logrado algunos cambios en las constituciones y en las leyes a su favor, en la vida cotidiana y en la cultura popular, la situación de la mujer poco había cambiado, puesto que es conocido que las ideas y las costumbres son muy difíciles de remover y requieren siglos de educación y de sensibilización histórica.

Con el retorno a la democracia en 1979 después de una década de dictaduras militares, las mujeres ecuatorianas a pesar de conformar el 50 por ciento de la población no tuvieron ninguna representación en el Congreso Nacional; en las décadas siguientes alcanzarían una participación del 10 al 15 por ciento. Por la lucha tenaz del Movimiento de Mujeres organizadas se logró que en el año 2000 se consiguiera un hecho histórico: La aprobación de la reforma a la Ley Electoral por medio de la cual se ampliaba la participación de los espacios políticos de la mujer obligando a los partidos a que en sus listas integren una participación del 30 por ciento de cuadros femeninos, con un aumento progresivo del cinco por ciento en cada proceso electoral hasta conseguir la equidad. Conquista que en cada proceso electoral era escamoteada, no reconocida y burlada por los partidos políticos tradicionales porque el poder machista hacía que siempre los parlamentarios la interpreten de una forma interesada y arbitraria.

Es con la llegada de la Revolución Ciudadana liderada por el Ec. Rafael Correa y la instauración de la Asamblea Constituyente del 2008 que se logra una Constitución plenamente feminista en la que los derechos de participación política y de representación paritaria fueron plenamente reconocidos y respetados. Además se nos garantizaba en la Constitución una vida libre de violencias, la igualdad en el acceso al empleo, la formación y promoción laboral, la remuneración equitativa y la iniciativa del trabajo autónomo. Por primera vez en la historia accedimos a la Asamblea Constituyente 45 mujeres y, también, por primera vez en la memoria política de la república, el país fue testigo de un gabinete ministerial de gobierno formado por el 40 por ciento de mujeres.

La Constitución del 2008 es la única entre las 20 constituciones que ha tenido el Ecuador que atraviesa y reafirma en su articulado de forma transversal todos los derechos y reivindicaciones de las mujeres.

Lenín moreno y Guillermo Lasso,

Los dos últimos gobiernos neoliberales y antipopulares de Lenín moreno y Guillermo Lasso, al no entregar presupuestos asignados a las instituciones estatales a favor de la mujer y no garantizar una vida libre de violencia, han reducido a letra muerta muchos de los avances registrados en esta constitución. Sus gobiernos han destruido la institucionalidad estatal y son responsables de la brutal y nunca vista violencia económica, social y de seguridad que sufren hoy los ecuatorianos, en especial los grupos más vulnerables como las mujeres y los niños.

Una mujer a la presidencia

El Ecuador aún no ha tenido una mujer en la más alta magistratura del país. La única presidenta legítima del Ecuador, Rosalía Arteaga, duró lo que dura un suspiro, apenas cinco días, pues fue depuesta por el congreso de la época debido a un supuesto “vacío constitucional”, después de haber sido derrocado Abdalá Bucaram, del cual Rosalía era su vicepresidenta.

En la historia política de nuestro país son siete las mujeres que han terciado por la presidencia desde que se inauguró la democracia en el Ecuador, en 1979. Rosalía Arteaga en 1998; María Eugenia Lima,1998; Ivonne Baqui, 2002; Cynthia Viteri, 2006 y 2017; Martha Roldós, 2009; Melba Jácome, 2009; y Ximena Peña, 2021. Han participado casi siempre con escasas posibilidades de triunfo, obteniendo desde 1,35 por ciento de votos en las urnas que fue el caso de Melba Jácome, hasta Cynthia Viteri que en 2017 obtuvo 16,32 por ciento.

Violencia de género

Las mujeres que entran a la política, a diferencia de los varones, se encuentran frente a un monstruo gigantesco solo por razón de género: la violencia política exacerbada a límites extraordinarios. Una violencia que va siempre por el lado sexual más degradante, con el afán de disminuirlas, desvalorizar sus acciones y cosificarlas. El objetivo es mostrar que ellas no tiene mérito alguno, solo la luz que proyecta el líder de su partido. Buscan siempre desacreditarlas, pervertir su participación democrática metiéndose en lo que jamás suelen hacerlo con los hombres: su vida íntima y personal. A una mujer política se le escudriñará con detenimiento su vida sentimental y familiar, se le inventará una vida sexual escandalosa y hasta pornográfica, se la tachará además de corrupta, de puta, de vieja, de “bailar en el tubo”, de haber accedido a su posición por sus “vigorosos atributos extra políticos” como lo dijo un periodista reconocido por su fuerte misoginia al referirse a la única candidata del progresismo. Pero si esto les suele pasar a muchas mujeres políticas, a las de tendencia progresista y de izquierda, a las que se atreven a alzar la voz contra el status quo, a luchar y trabajar para favorecer a los más oprimidos, la violencia política crece exponencialmente con renovadas fuerzas. Esto no ha cambiado desde los tiempos de Manuelita Sáenz.

Ellas serán denigradas con epítetos virulentos en las cloacas de las redes y, a veces, por parte de conocidos políticos varones. Les dirán: amantes, zorras, prostitutas, tontas, brutas, sucias, ladronas, etc. Y las que se mantienen fuertes en sus ideales y posición, incluso son violentadas, expuestas su intimidad a las cámaras con allanamientos arbitrarios en el intento de reducirlas y menoscabarlas.

Esta arremetida política es tan fuerte que muchas mujeres brillantes deciden no aventurarse a estos espacios por temor al escarnio público y a que se destroce su reputación y la de su familia. Estas agresiones, a pesar de estar penadas por el Código de la Democracia como una infracción electoral, limita el acceso de las mujeres a los escenarios públicos y a ser figuras protagónicas en la política del país.
Las que lo hacen son siempre mujeres valientes y audaces que mantienen a raya el discurso desvalorizador que suele tacharlas de minusvalía emocional, histéricas, locas, faltas de racionalidad con respecto a sus colegas varones.

El fenómeno Luisa González

A julio del 2023, por primera vez en la historia ecuatoriana, una mujer- la única entre ocho candidatos varones– Luisa González Alcívar, perteneciente a las filas de la Revolución Ciudadana, tiene amplias posibilidades de ganar las elecciones el próximo mes de agosto del año en curso. Esto es algo digno de mencionar a nivel de memoria social.

Al día de hoy (19/07/23) las encuestas- incluso los opositores– le dan una ventaja de más del 40 por ciento con la que fácilmente ganaría en la primera vuelta, por lo que podría alcanzar de forma inédita la primera magistratura y convertirse en la primera mujer electa como presidenta del Ecuador.

Luisa González es un caso sui géneris, porque es una mujer que no sale como un llanero solitario al ruedo de la política, ni ha sido prestada por ningún partido como algunos de sus contendores. Es la única candidata que procede de una militancia política larga, activa y sostenida. Activista orgánica desde su fundación, ha ejercido altas responsabilidades en el quehacer público durante el gobierno del presidente Rafael Correa, ha sido parlamentaria y abanderada de un proyecto político que hizo sustanciales e importantes cambios a la vida económica y social del país que el pueblo ha reconocido en las últimas elecciones. Exhibe en su trayectoria credenciales de formación y experiencia en la cosa pública. Se autodefine como montuvia, uno de los grupos más excluidos del país.

Uno de sus valores más rescatable es su organicidad, su lealtad y compromiso con un proyecto social identificado con los más oprimidos y pobres de la patria. Esta lealtad ha sido denostada y criticada como “sumisión” por los neoliberales y opositores de la derecha que aplaudieron y auparon rabiosamente la traición de Lenín Moreno. Recordemos que Bolívar decía que el traidor no es confiable en ninguno de los bandos; pero, la lealtad es admirada hasta por el enemigo.

Luisa González

Los insultos y calumnias que ha recibido la candidata Luisa González con el intento de desprestigiarla y socavar sus votos podría llenar las hojas de una novela triple XXX y aún faltaría, todo con el deseo de destruir a esta mujer, madre soltera y luchadora incansable, que ha mostrado que está hecha de acero.

Corren nuevas brisas, son tiempos de renovación, tiempos de mujeres al poder.

Todavía está por verse lo que pueda pasar o lo que pueda hacer una derecha desesperada y al borde de un ataque de nervios. Lo que sí está claro es que en este momento en que escribo, ella representa la carta más fuerte para ganar las elecciones en el Ecuador. Esto se nota tanto que toda la oposición de la derecha neoliberal de rancio machismo levanta un solo puño: Todos contra Luisa.

rmh/ab

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