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miércoles 18 de septiembre de 2024
grupo Hamas

¿Por qué Israel? (I)

“Los árabes sólo entienden la fuerza, y ahora que tenemos poder los trataremos como se merecen.”
Ariel Sharon

“Israel debe ser como un perro rabioso, muy peligroso para ser molestado.”
General Moshé Dayán

“Hamas será borrado de la faz de la tierra. Cada miembro de Hamas es un hombre muerto, pues son bárbaros y bestias.”
Benjamín Netanyahu

“Las muertes israelíes durante la Tormenta de Al-Aqsa, para Occidente son “terribles”, y reviste escasa humanidad recordarle los crímenes de Israel en los últimos 75 años.”
Pablo Jofré Leal

I

Días pasados el grupo Hamas, de la resistencia palestina, llevó a cabo una operación militar, denominada Tormenta de Al-Aqsa, que vuelve a tensionar en un grado máximo la situación en Medio Oriente. La prensa capitalista occidental inmediatamente reaccionó presentando la situación como un “deleznable acto terrorista” de fanáticos musulmanes “sedientos de sangre”, sin considerar la historia y el marco general en que se inscribe todo ello.

“La operación palestina reveló un colosal fallo de inteligencia, que dejó al régimen israelí sorprendido por la entrada de combatientes de la resistencia a través de la frontera sur y el lanzamiento de miles de cohetes”, expresó Reza Javadi. Cinco mil cohetes exactamente, muchos de ellos, según revelaciones luego acalladas, comprados en el mercado negro al “heroico” gobierno ucraniano dirigido por Volodimir Zelensky -el más corrupto de toda Europa, según la misma Bruselas declaró en su momento-, cohetes disparados hacia los poblados de Ashqelon, Ashdod y Tel Aviv, los cuales produjeron una mortandad calculada en alrededor de mil personas. La respuesta del régimen israelí no se hizo esperar, ejecutando operaciones de alta precisión matando inmediatamente alrededor de mil 500 civiles en la Franja de Gaza, zona ocupada por el sionismo ultraconservador, “la cárcel al aire libre más grande del mundo”, según suele decirse.

Tel Aviv

Todo ello es preparatorio de una muy probable incursión de Tel Aviv por vía terrestre, lo cual causará más daño y dolor a una población palestina crónicamente golpeada y humillada por el Estado de Israel. Una vez más, la situación medio-oriental vuelve a ser un polvorín, donde la gente de a pie es la que aporta las mayores cuotas de sufrimiento. La relatora especial de Naciones Unidas sobre los Territorios Palestinos Ocupados, Francesca Albanese, alerta de “otra limpieza étnica en masa” por ocurrir en Gaza, implementada por Tel Aviv.

Ahora bien: no todos los judíos, habitando en territorio israelí o diseminados por el mundo, aprueban esa masacre implementada por el gobierno sionista de Tel Aviv. “Los crímenes del gobierno fascista israelí, destinados a sostener la ocupación, están conduciendo a una guerra regional. Tenemos que detener esta escalada. En estos tiempos difíciles, repetimos nuestra condena inequívoca de cualquier ataque contra civiles inocentes e instamos a todas las partes a detener a los civiles en el ciclo de violencia”, se expidió el Partido Comunista de Israel luego de la amenaza de Netanyahu de aplastar a los palestinos de la Franja de Gaza. Junto a ello, aunque los gobiernos tratan de impedirlas, por todo el orbe se desarrollan manifestaciones de abierto apoyo al pueblo palestino y de repudio a los ataques israelíes.

La prensa capitalista occidental, absolutamente regenteada por Estados Unidos, alza la voz contra la “brutalidad” del llamado “fundamentalismo islámico”, pero calla los crímenes israelíes. El doble rasero, la inmoralidad llevada a un grado máximo, estalla aquí en cada palabra de un funcionario o politólogo “democrático” de Occidente: la invasión rusa a Ucrania es deplorable, criminal, sanguinaria…, pero no lo es la ocupación judía de Palestina. El Primer Ministro Benjamín Netanyahu asumió su cargo el 20 de diciembre de 2005, acumulando ya casi 20 años en el poder; eso es democrático, pero no lo son las presidencias de Vladimir Putin, o de Nicolás Maduro, o en su momento la de Fidel Castro. Parece que el mundo que muestra la corporación mediática capitalista es distinto a lo que puede verse con otra perspectiva; así hay misiles nucleares “buenos”- los ofrecidos ahora por Washington a Israel, por ejemplo, para defenderse de la “perversidad palestina”- y “malos”- los de Corea del Norte.

Netanyahu

Las represalias del gobierno de Netanyahu, asesinando cuanto civil palestino encuentre en el camino, parecen justas y necesarias. Ni un solo político de las democracias capitalistas dice una palabra en contra. Pero ¿no es eso una carnicería, similar a los campos de concentración del nazismo? “Destacamos que es imposible “gestionar” el conflicto o resolverlo militarmente. Sólo hay una solución: luchar para poner fin a la ocupación y reconocer los derechos legítimos del pueblo palestino y sus justificadas demandas”, declaran los comunistas israelíes. No puede dejar de mencionarse que el actual gobierno se hallaba bajo fuertes presiones populares por políticas no aceptadas por la población israelita. Se dice- lo cual, de momento, es imposible de verificar- que el Primer Ministro supo del posible ataque de Hamas, pero no hizo nada en su contra (lo cual hace recordar al Pearl Harbor de 1941 o la caída de las Torres Gemelas en Nueva York en 2001). De ese modo, Netanyahu logró detener las protestas en contra de su administración, fomentando este espíritu patriótico hacia el agresor externo. Los chivos expiatorios siempre son una buena salida.

II

Declaró vez pasada Sergei Gornostayev, soldado israelí que se negó a tomar parte en uno de los tantos conflictos de Israel con El Líbano: “Comencé lentamente a comprender el sentido de las políticas israelíes y de la ocupación, y empecé a involucrarme, más o menos activamente, en la acción política de la izquierda. También decidí negarme a prestar el servicio de reserva. Creo que lo obvio y más irritante de esta guerra es su falta de sentido. Para todos está claro que no hay conexión entre los dos soldados capturados por Hezbollah y la operación en El Líbano. Hoy, después de un mes, incluso ni los ministros recuerdan mencionar a esos pobres muchachos, y están buscando justificaciones para el conflicto”. Es decir: hay más de un judío que no avala la agresión que realiza Israel contra los palestinos, ni contra ningún punto del Medio Oriente, aunque la imagen mediática dominante es que todos los judíos están en una guerra- justa y necesaria, por otro lado- contra sus vecinos.

El pueblo judío ha sido, desde el legendario éxodo bíblico, un colectivo marcado por la exclusión, la persecución, el escarnio. Proceso milenario que concluye con el Holocausto a manos de la locura nazi, donde murieron seis millones de sus miembros, es decir, alrededor de una tercera parte de su población mundial en ese entonces. Sin ningún lugar a dudas, su historia como pueblo ha sido sumamente sufrida, como la de tantos otros grupos en la humanidad.

Hoy día el Estado de Israel lleva a cabo una política de terrorismo y agresión pavorosa; nada, absolutamente nada lo puede justificar, y las tropelías que comete contra el pueblo palestino son tan atroces como las que sufrieran los judíos en los campos de exterminio de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué ha pasado ahí? ¿Cómo puede explicarse esta mutación tan asombrosa en tan poco tiempo? Parece ser cierto aquel aforismo psicológico que indica que se repite activamente lo que se padeció pasivamente. “Los árabes”, expresó el ultraderechista ex mandatario israelí Ariel Sharon, “sólo entienden la fuerza, y ahora que tenemos poder los trataremos como se merecen”; “y como solíamos ser tratados”, agregó con mucha perspicacia el politólogo palestino-estadounidense Edward Said.

José Saramago

El Premio Nobel José Saramago dijo recientemente que “Israel está haciendo perder el capital de compasión, de admiración y de respeto que el pueblo judío merecía por los sufrimientos por los que pasó. Ya no son dignos de ese capital”. Afirmación fuerte, excesiva quizá.

No se puede decir que “el pueblo judío” está llevando adelante esta política, que en realidad es una política de Estado que pretende consolidar una ocupación permanente sobre los territorios palestinos que Israel ilegítimamente anexionó con violencia en 1967 y que, pese a una enorme cantidad de resoluciones de Naciones Unidas, se niega a abandonar. Política que se ha profundizado con los programas de asentamientos de colonos israelitas en el territorio ocupado, con la construcción de un muro para asfixiar la viabilidad futura de Palestina y, finalmente, con la sistemática comisión de asesinatos selectivos a los que cada vez nos tiene más acostumbrados, donde campea exultante la más odiosa impunidad. Es el elenco gobernante, aupado por todas las administraciones estadounidenses, no importa si sean republicanas o demócratas, el verdadero responsable de toda esta situación explosiva, que termina siempre con montañas de muertos. Lo es, en el marco de una connivencia del imperialismo de Estados Unidos, que hace de Israel su punta de lanza en Medio Oriente. También hay voces judías que piden terminar con esta locura militarista, con la política anexionista, sectores que buscan una paz genuina. Una visión tendenciosamente simplificada- y maniquea- de la situación de esta región del planeta pretende hacer ver la lucha entre judíos y árabes como consustancial a la historia, como una vieja disputa entre hermanos que compartieron un ancestral territorio, marcados por diferencias religiosas. Pero en verdad este conflicto no es religioso, ni tampoco étnico, por cuanto los palestinos son tan semitas como los judíos y durante siglos han convivido en paz. Es un conflicto de proyectos estratégico- militares, internacional y territorial, con grandes intereses económicos de por medio, y que se anuda con vericuetos psicológicos muy complejos donde no está ausente algún mecanismo por el que las históricas víctimas juegan ahora el papel de victimarios. Algo así como “su venganza como pueblo”.

Desde su nacimiento como Estado independiente el 14 de mayo de 1948, la historia de Israel no ha sido sencilla. En realidad, si bien amparándose en el deseo histórico de un pueblo paria de tener su propio territorio, surge como estrategia geo-imperial de las grandes potencias occidentales, Gran Bretaña y Francia entre las principales, con los intereses petroleros como trasfondo. La vergüenza, la admiración y el respeto que hizo sentir el Holocausto de seis millones de judíos, preparó las condiciones para que ese nacimiento pudiera tener lugar. Una “compensación histórica”, podría decirse. Claro que no debe dejar de mencionarse la asimetría de poderes que se juega ahí: muchísimos pueblos, en la sangrienta historia de la humanidad, fueron masacrados (indígenas de todo el continente americano a manos del imperio español y luego de la naciente nación estadounidense, matanzas en Namibia a principios del siglo XX, genocidio en Ruanda, masacres en la ex Yugoslavia, genocidio rohinyá en Birmania, las ejecuciones colectivas de Pol Pot en Camboya, asesinatos en masa de Japón en China a inicios de la Segunda Guerra Mundial, 25 millones de soviéticos ante el ataque nazi, genocidio de griegos a manos del imperio otomano, exterminio de dos millones de armenios por musulmanes, y la lista puede continuar). Pero el pueblo judío, dado su indudable poder económico en el mundo capitalista moderno, ha hecho del Holocausto en los campos de exterminio nazi la más mediática de todas esas atrocidades. Por ejemplo: ¿cuántas películas se han hecho de las 626 masacres de población maya durante los años de la guerra interna en Guatemala? ¿Por qué la cabeza visible- el verdugo que cumplía las órdenes de sus amos- perpetradora de esos delitos de lesa humanidad, el general Efraín Ríos Montt, nunca cumplió la pena que le impuso un tribunal (80 años de prisión inconmutable), y los jerarcas nazis, derrotados que fueran, terminaron castigados en los juicios de Nuremberg, y al día de hoy se les sigue castigando? Todo somos iguales…, pero hay algunos más iguales que otros. ¿Vale más un judío que un maya?

(sigue)

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