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domingo 28 de abril de 2024
Vinicius de Moraes

A felicidade do Brasil

Decía el poeta brasileño Vinicius de Moraes que la tristeza no tiene fin, la felicidad, en cambio, sí. Y decía: “La felicidad es como una pluma, que el viento va llevando por el aire. Vuela tan leve, pero tiene vida breve, precisa que haya viento sin parar. La felicidad del pobre parece la gran ilusión del carnaval, la gente trabaja el año entero, por un momento de sueño, para hacer su fantasía, para hacer de rey, de pirata, de jardinera, para que todo finalmente termine el miércoles de cenizas…”. Entonces, Tom Jobim se fue a volver con esas palabras, le puso música, y se hizo canción.

Ahora puede ser un buen momento para intentar descifrar los sentidos y los símbolos de la felicidad y la tristeza, los caminos de dos almas que van juntas en este inmenso país, en este Brasil, siempre feliz, siempre triste. Ayer y hoy, más allá del fútbol y del carnaval, más allá de la telenovela de la 8 y un puñado de golpistas.

Ayer y hoy, mañana o después, vale la pena que nos vayamos a volver para escuchar esa voz tan linda de Gal Costa acariciando con A Felicidade. Después, tal vez podemos escuchar la versión del propio Vinicius con María Creuza y Toquinho, la de Tom Jobim y tanta versiones instrumentales. Aunque la tristeza no tenga fin…

Felicidad infinita

rio de janeiro carnaval

En Río, durante el carnaval, la vida sale a desfilar por la avenida, a pasearse en el paso de las portabandeiras, en la interpretación de un samba enredo, en la evolución de miles en un asfalto impregnado de magia, en el colorido y la creatividad de la fantasías, en el sonido de las baterías, en la belleza y la sensualidad de la mulatas llevando en el cuerpo el esplendor del samba.

Durante cuatro días la vida del Brasil se transforma. El habitante de las favelas, que pasó un año preparándose para febrero, durante cuatro días deja de ser visto como un posible ladrón e invade las calles de la ciudad maravillosa para ser admirado. El rico, en cambio, se ve desplazado del centro de la atención por los «neguinhos do morro», a no ser que se sume a las escolas, claro.

Los cuerpos arden, se queman al ritmo del samba, para interpretar el mestizaje cultural y las distintas realidades del Brasil. Los muchos brasiles como me decía alguna vez Gilberto Gil. La felicidad es un instante que, parafraseando al propio Vinicius de Moraes en otro poema definiendo al amor, es infinita mientras dura. Pero la tristeza no tiene fin…

Milagro de felicidad

Podemos seguir cientos de caminos intentando descifrar por qué la felicidad y la tristeza van tan juntas en el Brasil. Muchos se preguntan cómo hace el pueblo del Brasil para crear esa fiesta maravillosa. Cómo, con tanta pobreza, baila en las calles y hace el carnaval, no solo en Río de Janeiro.

Río tal vez sea el peor ejemplo de comercialización en la actualidad. Pero cómo es posible que las ganas de vivir, el arte y la alegría se desparramen por toda la geografía del país.

Jorge Amado

Un día, de hace un buen tiempo, el escritor Jorge Amado, allá en su casa de Rio Vermelho, en Salvador de Bahía, me dio su respuesta. «No hay que confundir. El hecho de que el brasileño tenga su arte de vivir no quiere decir que sea un pueblo que no lucha contra las situaciones adversas. Doy gracias que este pueblo mestizo sea tan fuerte, tan resistente. Que esté vivo, lo que ya es un milagro, que tenga la capacidad de hacer la fiesta y no dejarse matar y enterrar”.

Jorge Amado tenía esa capacidad de narrar las realidades del Brasil, ese mundo mágico en el que la vida y la muerte son parte de una misma alma. La vida y la muerte, son al final de cuentas, dos imágenes vitales del Brasil que van prendidas a cada historia, a cada memoria. Por ejemplo, en Doña Flor y sus dos maridos y en Quincas Berro de Agua, para recordar dos novelas de Jorge Amado, la felicidad y la tristeza son parte de la misma trama.

“Yo creo que el negro, que llegó a Brasil como esclavo, o sea en la más desgraciada de las condiciones humanas, nos salvó de la melancolía portuguesa – dice el escritor bahiano. El portugués es un pueblo admirable, de una ternura, de una gracia, de una inteligencia enorme, pero muy melancólico, muy volcado para la muerte, más que para la vida. Y el negro que llegaba de África y tenía una sed de vivir, un amor a la vida tan grande, nos salvó de esta melancolía. La mezcla que se ha dado de la sangre negra, latina, ibérica, portuguesa e indígena, pues ha hecho un pueblo alegre. Muchas veces, los críticos más radicales, me acusan de que yo presento un pueblo que vive en la miseria, pero hace la fiesta. Pero es así Brasil, esa es la realidad”. Después de recordar las palabras de Jorge Amado sería necesario escuchar un viejo fado portugués en la voz de Amalia Rodríguez… Pero sigamos caminando por la felicidad y la tristeza de Brasil.

Rmh/kl

*De su libro Mi viaje a Ítaca

Kintto Lucas

Lucas, Kintto Periodista y escritor ecuatoriano-uruguayo. Máster en Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona. Vicecanciller de Ecuador entre 2010 y 2012 y embajador de Uruguay para Unasur, Celac y Alba en 2013. Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí 1990. Pluma de la Dignidad de la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador 2004. Recibió la Condecoración al Mérito en el Grado de Gran Cruz, del gobierno de Perú y el Botón de Oro Ho Chi Minh, de Vietnam. Ha ejercido la docencia en las especialidades de periodismo y actualidad política y geopolítica e impartido conferencias en diversas universidades, instituciones estatales y organismos internacionales. Leer más... Es autor de más de 20 libros, entre estos Rebeliones Indígenas y Negras en América Latina; Mujeres del Siglo XX; La rebelión de los indios; El arca de la realidad –de la cultura del silencio a Wikileaks-; Retratos Escritos; Ecuador Cara y Cruz: del levantamiento del noventa a la Revolución Ciudadana (Tres Tomos); Scheherazade y otros relatos; El Naufragio de la Humanidad / O Naufrágio da Humanidade; José “Pepe” Mujica I labirinti della vita; Realidades y Ficciones. Sobre libros, escritores y lectores; Mercè Rodoreda, Barcelona y el “yo-ciudad”.

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