La memoria es también un recorrido por los caminos de la vida. A veces puede ser un recorrido en moto.
Un día Ernesto Che Guevara se fue a volver por ciudades y campos de América Latina junto a su amigo Alberto Granados en La Poderosa ¿Qué decir hoy de Guevara que no sea el panfleto acostumbrado repetitivo de unos, o la cola de paja de otros que lo recuerdan como “algo de la juventud”?
Tal vez decir provisionalmente (en la vida todo es provisorio) que si un día la izquierda del mundo se quedó sin el Che, también el mundo lo ha perdido aunque tarde en darse cuenta. La izquierda y el mundo lo sienten. En ambos, esa muerte redujo el espacio moral sin el que la política carece de su sentido humano más profundo y queda limitada a manuales, reuniones y ahora a redes sociales. Sentido humano sin el cual las sociedades dejan de estar vivas y libres en su marcha hacia la transformación cualitativa del futuro, como diría Carlos María Gutiérrez, ese maestro del periodismo.
Más allá y más acá de las ideologías, el Che se transformó en la imagen moral de la política, paradigma de la entrega total por un ideal, desde aquellos días en que se fue a volver cantando aquel tango de Carlitos Gardel que dice así: “Adiós muchachos, compañeros de mi vida, / Barra querida de aquellos tiempos. / Me toca a mí hoy emprender la retirada. / Debo alejarme de mi buena muchachada…”.
Al otro lado del río
El camino estaba ahí, el viaje y los sueños eran parte del camino y eran también el propio camino. En el camino una vez y tantas veces se preguntarán: ¿qué es lo que hay al otro lado del río? Entonces, ahora podríamos irnos a volver para escuchar a Jorge Drexler cantar: “Clavo mi remo en el agua / Llevo tu remo en el mío / Creo que he visto una luz al otro lado del río / El día le irá pudiendo poco a poco al frío / Creo que he visto una luz al otro lado del río / Sobre todo creo que no todo está perdido / Tanta lágrima, tanta lágrima y yo, soy un vaso vacío / Oigo una voz que me llama casi un suspiro / Rema, rema, remaa Rema, rema, remaa / En esta orilla del mundo lo que no es presa es baldío / Creo que he visto una luz al otro lado del río…”.
La luz a veces se mueve, a veces no se ve, pero está ahí, al otro lado del río, al otro lado del camino. El camino es largo y el camino es corto. El camino del Che es su propia vida. De aquellos viajes en motocicleta, al viaje del Granma, la Sierra Maestra, la construcción en Cuba y en cualquier parte, el camino es la vida, la vida es el camino.
Donde pongo la vida pongo el fuego, dice una canción de Ángel González y Pedro Guerra. Eso es lo que hizo el Che, entonces sería bueno irnos a volver para escuchar esa linda canción interpretada por Ana Belén y Miguel Poveda: Donde pongo la vida pongo el fuego / de mi pasión volcada y sin salida. / Donde tengo el amor, toco la herida. / Donde dejo la fe, me pongo en juego. / Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego / vuelvo a empezar, sin vida, otra partida. / Perdida la de ayer, la de hoy perdida, / no me doy por vencido, y sigo, y juego / lo que me queda: un resto de esperanza…”.
Poetas y quijotes
El camino del Che va y viene hasta hoy. El camino sigue. Es posible que en este camino a Ítaca me encuentre con algún Quijote siguiendo la vida, poniendo el fuego en la vida y la vida en el fuego de los sueños. ¿Sueños imposibles los del Quijote? ¿Sueños imposibles los de Che?
Tal vez sea posible, que los sueños sean imposibles. Pero son sueños y el camino está ahí para buscarlos. Las sombras del Quijote y del Che están en el camino. Ahora, tal vez podríamos con un poco de imaginación escuchar Sueño Imposible del Quijote de la Mancha, de la escena principal del musical “El hombre de La Mancha” (Dale Wasserman, 1965), que dice así: “Con fe lo imposible soñar / al mal combatir sin temor / triunfar sobre el miedo invencible / en pie soportar el dolor / Amar la pureza sin par / buscar la verdad del error / vivir con los brazos abiertos / creer en un mundo mejor…”.
¿Manía de la realidad o de la imaginación? ¿Manía de soñar o de aferrarse a lo posible? ¿En qué cruce de caminos nos puede atacar la manía de Don Quijote? ¿En qué esquina de la vida entraremos en la contradicción de ser Quijote o Sancho? ¿En qué momento optaremos por quedarnos en el pragmatismo o ir en busca del sueño imposible? Las preguntas están ahí siempre. Tal vez se vayan a volver, pero seguirán ahí. Ahora podríamos escuchar a Elvis Presley cantar su versión del Sueño Imposible, en una gran interpretación.
En todo caso, el Quijote se fue por los caminos de la Mancha y el Che por los caminos del mundo.
En los caminos de la América Latina, el Che se quedó, un octubre. Juan Gelman lo contó con su poesía de la dolor: “…de este país de fantasía / se fue Guevara una mañana y / otra mañana volvió y siempre / ha de volver a este país aunque no sea más que / para mirarnos un poco un gran poquito y / ¿quién se habrá de aguantar? / ¿quién habrá de aguantarle la mirada?
La palabra de Juan y la del Che se juntan en el camino. A esas palabras, sentidas, se une la voz Julio Cortázar: “Yo tuve un hermano / no nos vimos nunca / pero no importaba. / Yo tuve un hermano / que iba por los montes / mientras yo dormía. / Lo quise a mi modo / le tomé su voz / libre como el agua. / Caminé de a ratos / cerca de su sombra / no nos vimos nunca / pero no importaba. / Mi hermano despierto / mientras yo dormía. / Mi hermano mostrándome / detrás de la noche / su estrella elegida”.
Los caminos del mundo fueron los caminos del Che, como los caminos de la Mancha fueron los del Quijote…
Papeles en el bosque
La palabra en el camino del Quijote, o sea del Che. La palabra en el camino de todos. Vamos y venimos por los caminos del Quijote. Vamos y venimos por los caminos del Che. De los caminos de La Mancha a los de la América Latina. Del camino de la palabra a la palabra en el camino. La palabra de Fidel: “Un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo. Un modelo de hombre que pertenece a los tiempos futuros, de corazón digo que ese modelo es el Che”.
El Che se convirtió en la imagen ética de la política, esa imagen cuya fidelidad ejemplar a la vida necesaria duró hasta su último instante. Coherente en sus concepciones y en su práctica, humilde como dirigente y como ser humano, obstinado para retomar el camino después de cada tropiezo, comprometido con un mundo mejor.
Hasta hoy, la muerte del Che sigue dejando huérfana a la izquierda, sigue empobreciendo este mundo destrozado de nuestros días. Tal vez hoy se siente mucho más la orfandad, cuando tantos burócratas lo siguen matando. Tal vez por eso: Hoy tengo demasiados papeles en la cabeza, papeles que en algún momento fueron árbol. Hay un papel que dice todos debemos morirnos alguna vez, como los árboles que a veces ni si quiera echan raíces pero se mueren los árboles tapando el bosque. Hay que talar los árboles de la cabeza para que podamos ver el bosque y mirar a los ojos de los burócratas que siguen matando al Che…
Quemar las naves
De La Mancha a la América Latina, de la América Latina al mundo. En este mundo de guerras infames y totalitarismos, de fundamentalismos alejados de la vida, de ciudades superpobladas y contaminadas, de soberanías de papel, del imperio globalizado, de la farsa política y tantas cosas más, seguimos esperando, seguimos creyendo, que sin la ética del hombre nuevo que anticipó Guevara, el mundo no cambiará. El cambio de la sociedad solo será posible con el cambio de cada persona. Parece que la izquierda latinoamericana y el mundo, en medio de sus confusiones y sus crisis, nunca ha podido superar la desaparición del Che. La desaparición de quien, como dijo alguien por ahí, mantiene verde el árbol de la vida. Alguna gente, incluso lo cree santo. El documental San Ernesto nace en la Higuera refleja esa devoción.
Pero tal vez, la lección más perdurable del Che empezó desde su muerte, entregada en aras de la vida por venir, pero la izquierda no fue capaz de entender su vida, mucho menos su muerte. El mundo, en cambio, tampoco fue capaz de entender la vida del Quijote, entregada en aras del camino por construir, mucho menos su muerte. Uno y otro entraron en el camino para construir sus vidas, sabiendo que el camino era la propia vida. Como dice el grupo de rock Cecilia Krill Contesta en su canción 67: “Tocan el viento sin temor, entre las nubes. / Abren la celda con el sol, en las montañas. / Saben que ellos, no van a volver. / No van a dejar, de quemar las naves si es mejor…”´
Rmh/kl
*De su libro Mi viaje a Ítaca