Por Frei Betto
Regresé a Brasilia el martes 7 de mayo para una actividad de capacitación pedagógica de agentes de los Institutos Federales que participan en un programa que tiene un convenio con la Secretaría de Economía Solidaria, dirigida por mi fraterno amigo Gilberto Carvalho.
Por la noche, en el Espacio de Cine Itaú se presentó el documental La cabeza piensa donde pisan los pies: Frei Betto y la educación popular, dirigido por Evanize Sydow y Américo Freire.
En la sala repleta se encontraban Flávio Dino, del Tribunal Supremo Federal; el embajador de Cuba, Adolfo Curbelo; el senador Randolfe Rodrigues; Gilberto Carvalho; y varios diputados federales, entre numerosos amigos y amigas. A la mañana siguiente, el 8 de mayo, Lula me recibió a las 9 am en su despacho. No nos veíamos desde septiembre. Tiene buen ánimo, aunque está preocupado por la tragedia socioambiental que afecta a la población de Rio Grande do Sul, en ayuda de la cual el gobierno federal no ha escatimado esfuerzos y recursos.
Recordé el Grupo de Mé. En las décadas de 1980 y 1990, cuando se desempeñaba en el movimiento sindical, nos reuníamos periódicamente con un grupo de líderes sindicales entre los que se encontraban Olívio Dutra, Jacó Bittar, Devanir Ribeiro, Djalma Bom, y también Luiz Eduardo Greenhalgh y Paulo Vanucci, para hacer un balance crítico de nuestra militancia. Fue el precedente para sentirme a gusto en el despacho del presidente y expresarle mi evaluación de la coyuntura.
Me referí al fiasco de la concentración promovida en la capital paulista por las centrales sindicales el Primero de Mayo. Lula no ocultó su decepción. A su entender, las centrales han perdido su capacidad para movilizar a los trabajadores, incluso por las vías digitales. Es insignificante el número de trabajadores que sigue a sus líderes sindicales en las redes. No obstante, elogió el desempeño de Moisés Selerges al frente del Sindicato de los Metalúrgicos del ABC. Subrayó que el momento exige una sintonía más fina entre el gobierno y los movimientos sociales. Son varios los ministerios y las secretarías volcados a este objetivo, como la Secretaría General, la de Derechos Humanos, la de la Mujer, la de los Pueblos Indígenas, la de Igualdad Racial, etc. La orquesta debe estar más afinada.
Le expresé que la comunicación y la movilización exigen acciones articuladas entre los ministerios, la Secretaría General, y las de Comunicación, Educación y Cultura. Abordé también la cooperación de Brasil- que es uno de los cinco mayores productores de alimentos del mundo- con países que enfrentan escasez alimentaria. Lula no solo se mostró de acuerdo, sino que llamó por teléfono delante de mí para organizar medidas efectivas.
Le conté que en las bases populares, que son mi campo de trabajo prioritario, siempre pregunto cuál es su evaluación del gobierno federal. Por lo general señalan que Lula gobierna con dos tobilleras electrónicas, una en cada pierna: el Banco Central, que insiste en favorecer la economía especulativa en detrimento de la productiva, y el Congreso Nacional, de tendencia mayoritariamente conservadora.
Expresan también que las imágenes predominantes del gobierno en 2023 fueron los viajes de Lula al extranjero, y ahora es su presencia junto a la población gaucha. Falta una información más amplia y didáctica sobre los avances reales del gobierno, como la reforma tributaria, el aumento del poder adquisitivo de la población y la atención de salud. En 2023 salieron del mapa del hambre 13 millones de brasileños.
Lula me contó sobre su próximo viaje a Chile y me habló de su preocupación por el estado de salud de nuestro amigo José Mujica, expresidente de Uruguay. Esa es una característica de Lula: a pesar de los múltiples factores inquietantes de las coyunturas nacional e internacional, siempre está atento a sus amigos y familiares.
Al final pedimos las bendiciones de Dios ante la bella imagen del Cristo barroco que Lula volvió a colgar en la pared de su despacho.
rmh/fb