Por Ollantay Itzamná
En 2019, el gobierno boliviano se encontraba aislado de los movimientos populares. Las clases medias populares, manipuladas por los golpistas, ganaron las calles ante la ausencia de los movimientos sociales y pueblos.
En 2024, el gobierno de Luis Arce, luego de las apoteósicas asambleas recientes en las que participó, estaba conectado con los sectores populares. Y fueron estos quienes inmediatamente ocuparon la Plaza Murillo, teléfonos celulares encendidos en mano, ante el violento ingreso de los militares al Palacio de Gobierno para destituir al presidente. No hubo miedo popular. En el 2019, sí.
En 2019 la ecuación política fue: pueblos desmovilizados + movilización de los “pititas” bajo el mando de Luis Camacho + insubordinación militar + huida del gobierno = Consumación del Golpe de Estado, seguido de dictadura sangrienta de un año.
En 2024 la ecuación fue: sectores populares a las calles + gobierno de Luis Arce enfrentando a los golpistas con su “cuerpo” = fracaso del intento del golpe, cabecillas de golpistas detenidos y presentados públicamente como delincuentes por las autoridades legítimas.
En 2019, el gobierno “autoaislado”, asustado, desconvocó a los pueblos y huyó. En 2024, el gobierno acuerpado por sectores populares, ejerció su autoridad, ordenó a los militares cuerpo a cuerpo a retornar a sus cuarteles, dispuso arrestar a los golpistas.
Un factor/ lección importante de esta victoria popular sobre los militares insubordinados fue la “unidad en la diversidad” mostrada por las diferentes corrientes políticas dentro del propio Movimiento Al Socialismo (MAS) que lograron presentar la profundidad de su conciencia política.
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