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jueves 21 de noviembre de 2024

¡Sedúceme!

Por Luis Casado

“Hay una guerra de clases, es un hecho, pero es mi clase, la clase de los ricos la que impulsa esta guerra, y la estamos ganando”.
Warren Buffet. CNN. 25 mayo 2005

Es imposible leer la prensa vernácula sin encontrar exigencias empresariales destinadas a facilitar la inversión, lo que en la Lingua Comoediae Chilensis (1) se traduce por hacer de Chile un país atractivo.

A la escala del país esto equivale a imitar el meneo de caderas de una hetaira callejera, con el perdón de las profesionales que, vestirse de Mesalina sí, pero de ministro de Hacienda jamás.

Hace algunos años escribí una monografía que cito ahora:

“Para facilitar la llegada de inversión extranjera los gobiernos liberalizan los mercados de capitales (2). (…) Liberalizar los mercados financieros significa desmantelar las reglamentaciones concebidas para controlar los flujos de capitales especulativos. Chile, por ejemplo, eliminó a principios del año pasado la última barrera que impedía la entrada y salida especulativa de capitales, cual era la obligación de permanecer un año en el país.”

Y allí agrego lo siguiente:

america

“Por otra parte, debemos precisar que de cada 100 dólares invertidos en América Latina, 80 son financiados con recursos locales, lo que nos permite hacernos una idea muy precisa de las ‘extraordinarias’ ventajas que procuran las tan ansiadas inversiones extranjeras”.

En una parida publicada el 9 de junio pasado, bajo el título El Capital, expliqué el ejemplo de las AFP: los asalariados chilenos ponen el capital con el que los explotan…

Jean-Marc Jancovici- consultor de ingeniería francés, experto en energía y clima, profesor, conferenciante, escritor y columnista independiente (¡uuufff!)- le asegura a quien quiera oírle que las facultades de Economía enseñan sólo boludeces. Por si fuese poco, las facultades privadas cobran por enseñar insensateces vendiendo diplomas de “Economista”.

Los llamados clásicos de la teoría económica estimaban que para fabricar un producto cualquiera hacen falta capital y mano de obra, recursos que hay que remunerar. Al mismo tiempo, el aire, el agua y los recursos naturales fueron considerados bienes gratuitos por los economistas «clásicos».

David Ricardo (1772-1823) afirmaba: “No hay manufactura en la que la naturaleza no ayude al hombre y, además, lo haga de forma generosa y gratuita”.

En la misma época, Jean-Baptiste Say (1767-1832) escribió: “Los recursos naturales son inagotables, porque de lo contrario no los obtendríamos gratis. Como no pueden multiplicarse ni agotarse, no son objeto de la ciencia económica”.

Eso es lo que enseñan en las facultades de Economía… A partir de ahí, cagarse en la naturaleza, contaminar el aire y el agua-elementos indispensables a la vida, incluyendo la de los economistas- son temas que no tienen ningún interés, “no son objeto de la ciencia económica” o, como dirían los ministros de Hacienda: “no entran en el cálculo del PIB ni del crecimiento”.

Así mataron dos pájaros de un tiro: que los recursos naturales sean gratuitos e inagotables -J-B Say dixit- ayuda a entender cómo y porqué las colonias contribuyeron poderosamente a la fortuna de los imperios. Nadie robaba nada: todo era gratuito, como por ejemplo la plata de las minas de Potosí en Bolivia, o bien el salitre de Tarapacá y Antofagasta en Chile.

Si no sabías porqué países como Chile son una suerte de Open Bar, donde es llegar y llevar, ahora lo sabes.

Si Jorge Lavandero y Julián Alcayaga consagraron buena parte de sus vidas a la lucha por imponer el pago de royalties por minerales que las multinacionales extraen gratuitamente en Chile, se debe a que nunca leyeron a David Ricardo ni a Jean-Baptiste Say.

Dicho sea de paso, no se entiende porqué la derecha chilena se opuso tan encarnizadamente a la nacionalización del cobre que llevó adelante el presidente Salvador Allende: como recurso natural, es gratuito e inagotable, y según las teorías que se aprenden en las facultades de Economía “no es objeto de la ciencia económica”.

Mucho más tarde, en la segunda mitad del siglo XX, los economistas empezaron a interesarse en la naturaleza, y a partir del decenio 1960 adoptaron dos puntos de vista: el primero considera que ella tiende a devenir un bien económico. Tiende… El agua se hace escasa, el aire puro aún más, y lo que es escaso es caro… ya ves para dónde va el tema.

Habrá que pagar por respirar, lo que contribuirá grandemente al crecimiento y al aumento del PIB. Por el agua ya pagamos, es difícil detener el progreso.

Los recursos naturales siguen siendo gratuitos, pero ahora son objeto de concesiones que suele obtener Ponce Lerou. Tales concesiones- que no son consideradas recursos naturales- distan mucho de ser gratuitas. La pregunta del millón es: ¿Quién palpa?

El segundo punto de vista estima que la lógica económica debe pasar a un segundo plano respecto de otras lógicas que la superan. Como la escasez toca ahora el “capital natural”, la economía debe insertarse en preocupaciones más amplias: hay que elaborar una verdadera “economía ecológica”, o dicho aún más claro, incluir la naturaleza en el mercado, lo que por lo demás ya estaba hecho como quedó dicho en el párrafo anterior.

Habida cuenta que el saqueo y el pillaje se aceleran, es necesario resolver la cuestión del transporte, lo que genera otra oportunidad de negocio: agrandar los puertos a través de los cuales se llevan los recursos naturales, esos que son gratuitos e inagotables.
¿No es linda la conomía?

Aún así, en plena liberalización financiera, el país debe seducir a los inversionistas porque de otro modo no vienen a invertir (¿en serio?). De ahí que cada país baile empelotas, haga stripteases, ofrezca osados preliminares y se pasee en paños menores.

Pasándose por el orto la sagrada regla de la “libre competencia, sin trabas y sin trampas”, cada cual pergeña ventajas salariales, previsionales, fiscales, impositivas, reglamentarias y legales capaces de seducir al gran capital. Por ejemplo, en los EEUU. cada Estado aplica impuestos diferentes. Lo mismo ocurre en los países que forman la Unión Europea. Y en sus lupanares privados como Mónaco, Andorra, Luxemburgo, Liechtenstein y Malta (por razones eminentemente personales -ligadas a mis relaciones con el Pulento- excluyo voluntariamente al Vaticano).

Hace unos días recibí una publicidad que no puedo calificar sino de un intento de seducción. Helo aquí:

Andorra es un lugar ideal para vivir

Pero también uno de los regímenes fiscales más ventajosos de Europa.

Sin impuestos sobre los dividendos

Sin impuesto de sucesiones

Sin impuesto sobre el patrimonio

No se gravan las donaciones de padres a hijos

Sin IVA

Impuesto sobre la nómina: 6,5

Contribuciones patronales: 15,5

Impuesto de sociedades entre el 2 y el 10 por ciento sobre los beneficios

Secreto bancario

Nuestros expertos le acompañarán a largo plazo en la creación de su empresa en Andorra

Esto… esto no lo enseñan en las facultades de Economía.

Si quieres más detalles… ¡llámame! Pero discretamente.

rmh/lc

Notas:

(1) Lingua Comoediae Chilensis, o el uso de la lengua para esconder la pelota. Luis Casado. Ed. Relief. París, 2009.

(2) “Actualmente (mayo 2009) el ministro de Hacienda Andrés Velasco intenta hacer aprobar su Ley MK-III, o sea una nueva ley aún más favorable para el mercado de capitales. Aún cuando la MK-II hizo exclamar a un distinguido financista de la plaza: ‘Con esta ley tenemos todo lo que soñamos’” (sic).

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