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viernes 4 de octubre de 2024

Crepúsculo de la “democracia” burguesa en los Estados Unidos (1991-2024). Parte II

El aparato de espionaje y tortura siguió expandiéndose bajo la presidencia de Barack Obama. En una presentación en PowerPoint de la Agencia de Seguridad Nacional revelada por el denunciante de la NSA Edward Snowden, el aparato secreto de vigilancia global del gobierno de Estados Unidos fijó sus objetivos: “Husmearlo todo, recopilarlo todo, saberlo todo, procesarlo todo, explotarlo todo”.

Por José R. Oro

Colaborador de Prensa Latina

Las revelaciones de Snowden no dieron como resultado el procesamiento de quienes se dedicaban al espionaje ilegal de la población, sino que Snowden huyó del país en medio de amenazas de muerte de funcionarios militares y de inteligencia estadounidenses y exigencias de la administración Obama de que se declarara culpable y se entregara.

Bajo el lema de “mirar hacia adelante, no hacia atrás”, Obama se negó a procesar a los criminales de guerra denunciados por Snowden. La negativa bipartidista a procesar a los torturadores tuvo implicaciones de largo alcance para el establishment político estadounidense, y sirvió como luz verde para la criminalidad más flagrante en general.

Apenas en julio pasado, el gobierno de Biden se retractó de un acuerdo de culpabilidad con tres víctimas de tortura, lo que equivale a una insistencia hasta el día de hoy, de la legitimidad de las confesiones obtenidas mediante tortura.

La expansión masiva del espionaje interno coincidió con la integración de los monopolios de la tecnología de Internet en el aparato de inteligencia estadounidense y también se reflejó en una creciente censura.

El Partido Demócrata y sus jueces y magistrados afines abrazaron plenamente la llamada “guerra contra el terrorismo”, y cuando Obama era presidente, abarcaron su gobierno mediante órdenes ejecutivas.

En lo que llegó a llamarse “martes del terror”, Obama revisaba y firmaba las sentencias de muerte de personas de todo el mundo, que luego serían asesinadas por aviones no tripulados de la CIA, a menudo junto con sus familias. Un total de tres mil 797 personas fueron ejecutadas después de ser incluidas en las listas de asesinatos de Obama, incluidos cientos de personas completamente inocentes y no involucradas en el conflicto.

simplemente

El 30 de septiembre de 2011, la administración Obama asesinó al ciudadano estadounidense Anwar al-Awlaki en Yemen. A petición de esta administración, una demanda interpuesta por la familia de al-Awlaki fue desestimada en los tribunales estadounidenses sobre la base de la afirmación de Obama de poderes “en tiempos de guerra” no revisables y otros preceptos dictatoriales y autoritarios.
Esta decisión “abrió el camino para la liquidación extrajudicial de los opositores al gobierno de Estados Unidos y, en última instancia, para la dictadura presidencial”. De hecho, el caso de al-Awlaki fue citado como correcto por la jueza Amy Coney Barrett en Trump v. US .

El 6 de enero de 2021, tras amenazar abiertamente con hacerlo durante meses, Trump organizó una asonada fascista en Washington DC. Una turba de matones movilizados por organizaciones de supremacía blanca y vigilantes neonazis de todo el país irrumpió en el edificio del Congreso de Estados Unidos armados, con la intención de capturar y asesinar a senadores y miembros de la Cámara de Representantes que se oponían al golpe.

Mientras sectores del ejército y la policía se retiraban, la insurrección logró retrasar la validación oficial de la mayoría de Biden en el Colegio Electoral. Sin embargo, después del fracaso del golpe, la preocupación central de éste al asumir el cargo fue rehabilitar a algunos y “llevar suave a otros” de los insurrectos republicanos, cuyo apoyo necesitaba su administración para llevar a cabo una reaccionaria política interior y exterior, incluida la guerra planeada contra Rusia. Solo los menos importantes terminaron en la cárcel, en espera de un triunfo de Trump en noviembre, para que los suelten.

Al repasar este período, fue que titulé este escrito “El crepúsculo de la democracia ’burguesa’ estadounidense”. Si la Revolución Independentista estadounidense y la Guerra Civil fueron el amanecer y el mediodía, el período posterior a la liquidación de la URSS fue el anochecer, cuando las sombras se tragaron lo que quedaba de las reliquias institucionales de esos períodos anteriores. En ese sentido, Trump vs. Estados Unidos no es un punto de inflexión, sino en realidad la culminación de este prolongado ocaso, un tránsito al fascismo abierto.

Represión política en EEUU: las protestas en Gaza y la criminalización de la “disrupción”

Parte de este deslizamiento hacia un régimen autoritario en Estados Unidos es la creciente criminalización de la disidencia, que ha continuado durante las administraciones demócratas y republicanas.

En Estados Unidos se han producido oleadas de disturbios internos desde la liquidación de la URSS, con oleadas sucesivas que alcanzaron niveles de intensidad cada vez mayores y se enfrentaron a una represión cada vez más severa.

Estuvieron las protestas de Seattle en 1999 ante la OMC , las protestas de 2003 contra la guerra de Irak, de Ferguson en 2014 , de 2017 contra la investidura de Trump, las manifestaciones estudiantiles de 2018 y luego las masivas protestas de 2020 por George Floyd .

Cada una de estas fueron experiencias importantes, que generalmente tendieron a chocar con una represión cada vez más severa, así como con las limitaciones del entorno pseudoizquierdista y sindical que buscaba canalizar cada ola de protestas como del Partido Demócrata. Ahora las protestas contra la masacre de Gaza han alcanzado una masividad y profundidad ideológica realmente desconocidas en los Estados Unidos.

En diciembre de 1999, las protestas de Seattle, en el exterior de la reunión de la Organización Mundial del Comercio, fueron un presagio de lo que estaba por venir. Estos acontecimientos revelaron la explosividad de las tensiones sociales que se estaban acumulando en el capitalismo mundial, y especialmente en Estados Unidos.

En particular, en el momento de la ola de protestas de 2020, la hostilidad extrema del establishment político estadounidense hacia los derechos democráticos básicos a la libertad de expresión y de reunión quedó plenamente expuesta. “Tienen que dominar, si no dominan, están perdiendo el tiempo”, dijo Trump en una llamada con gobernadores durante el verano de 2020. “Los van a atropellar. Van a parecer un grupo de idiotas”.

El propio Trump huyó a un búnker durante las protestas en Washington y luego tomó la medida sin precedentes de desplegar miles de soldados de la Guardia Nacional para dispersar a los manifestantes. “Soy su presidente de la ley y el orden”, gritó a las cámaras.
Las manifestaciones contra el genocidio en Gaza, que comenzaron en octubre, se han distinguido tanto por la intensidad de las protestas como por la intensidad de la represión.

Según un informe del 22 de julio del New York Times, hasta el momento más de tres mil 100 personas han sido arrestadas o detenidas en los campus universitarios de todo el país. Los campamentos formados por estudiantes en los campus universitarios en respuesta a la represión en Columbia esta primavera fueron sometidos a operaciones militares por parte de cientos de agentes de policía fuertemente armados.

Los estudiantes que se manifestaban pacíficamente fueron baleados con los llamados proyectiles “menos letales”, golpeados con porras, rociados con gas pimienta y atados con bridas. Un estudiante que entrevisté personalmente en la Universidad de Santa Cruz describió cómo se tomaban de los brazos y los agentes de policía intentaron romper la línea golpeando a las estudiantes en los pechos.

En los campus de todo el país, la policía les quitó las mascarillas N95 a los estudiantes y les arrancó los hijabs a las estudiantes musulmanas. Cuando los vigilantes supremacistas blancos unieron fuerzas con los sionistas para atacar físicamente a los estudiantes de la UCLA, la policía se rindió.

Un nuevo reglamento de la Universidad de Michigan, impuesta el semestre pasado, establece que es una violación de las normas universitarias “perturbar” las “celebraciones, actividades y operaciones normales de la Universidad”.“Perturbación” se define como “obstruir las líneas de visión, hacer ruidos fuertes o amplificados, proyectar luz o imágenes o crear de otro modo distracciones importantes”.

Como señalaron los estudiantes del IYSSE de la universidad, esto equivale a una regla que puede aplicarse arbitrariamente para prohibir protestas de cualquier tipo. Todas las manifestaciones y, en especial, las huelgas son necesariamente “perturbadoras” desde el punto de vista de los administradores y los empleadores.

En Connecticut, New York y California, entre otros estados, los estudiantes que protestaban también han sido objeto de prohibiciones indiscriminadas en los campus por “alteraciones y reparaciones”, lo que en la práctica los ha dejado sin hogar, les ha privado de acceso a alimentos y atención médica y les ha impedido realizar sus exámenes.

Estos estados y Michigan (que encabezaron la represión de las protestas de Gaza) están gobernados por el Partido Demócrata. La represión de las protestas en los campus ha estado dirigida desde los niveles más altos hacia abajo por la administración Biden-Harris, que ha unido fuerzas con verdaderos antisemitas como EliseStefanik para calumniar las manifestaciones en los campus como supuestamente “antijudías”.

Junto con la criminalización de las protestas, hemos sido testigos de la creciente represión de las huelgas. Basta con señalar como parte de este proceso que en diciembre de 2022 Biden firmó una ley que prohibía las huelgas ferroviarias, una medida autoritaria que en la práctica obligó a los trabajadores de ese sector a volver al trabajo a punta de pistola.

La huelga de la Universidad de California de este año fue una experiencia importante. Cuarenta y ocho mil trabajadores académicos del sistema de la UC votaron a favor de organizar una huelga política para oponerse a la represión extrema en el campus, así como para mostrar su apoyo a las protestas contra el genocidio de amplios sectores de estudiantes.

Después de que la lucha fuera obstruida y aislada por la burocracia sindical alineada con Biden, las autoridades estatales controladas por los demócratas obtuvieron con éxito una orden judicial pseudo – legal e ilegítima. Pero incluso con la administración de la universidad haciendo restallar sus látigos sobre las cabezas de los trabajadores y estudiantes sin cesar, la lucha amenaza con estallar de nuevo cuando se reanuden las clases.

Si bien los demócratas se han opuesto verbalmente a la extensión de la inmunidad a Trump personalmente por parte de la Corte Suprema, está claro que la administración Biden-Harris y el Partido Demócrata no tienen ninguna objeción de principios al uso de métodos dictatoriales, siempre que sean ellos quienes los impongan. Aunque resulta evidente que Trump y MAGA son mucho más intensamente fascistas y represivos.

La división (o falta de unidad) del movimiento progresista y de izquierda, uno de los principales puntos de apoyo del sistema bipartidista y del fascismo

El concepto de “Izquierda” política o social varía con el tiempo. No hay fin de la Historia, a la Fukuyama, y no hay fin de su dinámica social. No debemos olvidar que “los hombres se parecen más a su época que a sus padres”.

Las condiciones políticas y sociales de hoy en los Estados Unidos son muy diferentes a las de la época de la Guerra de Vietnam (o de la Guerra Fría I en general), de después de la Segunda Guerra Mundial y ni digamos que las existentes durante la Gran Depresión.

Pero sobre todo son diferentes después de la caída de la Unión Soviética; cuando los capitalistas se sintieron que no necesitaban cautivar a sus trabajadores con reformas para que no se viraran contra ellos, desapareció la alternativa que los capitalistas temían tanto.
Las principales organizaciones de la “izquierda” en los Estados Unidosactualmente son: Partido Verde, Partido Comunista, Partido por el Socialismo y la Liberación, Partido Socialista de los Trabajadores, Partido Socialista, Partido de Solidaridad Estadounidense. Ninguna de estas organizaciones políticas ha logrado nunca tener un representante o un senador en el Congreso de los Estados Unidos, aunque sí tienen influencia social, sobre todo a nivel local.

Socialistas Democráticos de América (DSA) es el mayor grupo de izquierda de los Estados Unidos, con casi 100 mil miembros y varios millones de simpatizantes. Tiene cinco miembros en la Cámara de Representantes del Congreso de Washington DC (Alexandria Ocasio-Cortez, RashidaTlaib, Cory Bush, Jamaal Jackson y Greg Casar), 50 representantes en los Congresos de los estados (llamados asambleas generales) y 106 miembros en los gobiernos locales. A diferencia de las otras organizaciones arriba mencionadas, DSA tiene muchos miembros jóvenes e incluso un ala juvenil organizada (Jóvenes Socialistas Democráticos de América).

Existe una gran cantidad de grupos no partidistas, sino de activismo social, pacifismo, feminismo, anti- racismo (destacadamente BLM o Black LivesMatter), con luchas por los derechos de las minorías, LGTBQ, el Movimiento por la paz.

Una nota de interés: a pesar de que esas organizaciones presentan numerosas diferencias entre sí, todas ellas apoyan generosamente la causa de Cuba y la lucha contra el Bloqueo.

La necesidad de unirse frente al fascismo es evidente, pese a lo cual es muy difícil de convencer a los dirigentes de estas organizaciones de hacerlo. El primer paso sería crear un Frente Amplio Antifascista que junto con los sectores más liberales o progresistas del Partido “Demócrata”, pudieran formar una tercera alternativa para las elecciones del 2028. En los comicios de noviembre 5, no hay opción que votar no a favor de Kamala Harris realmente, pero contra Trump, es imprescindible.

El carácter de la Corte Suprema: corrupción, justicia de clase y aislamiento de la rendición de cuentas democrática
Durante la mayor parte de la historia de Estados Unidos, la Corte Suprema funcionó en gran medida como un baluarte de la reacción. Defendió la esclavitud en el caso Dred Scott (1857), la segregación racial de Jim Crow en Plessy v. Ferguson (1896) y se opuso a las reformas del New Deal de Franklin D. Roosevelt de la década de 1930.

En las condiciones de la Guerra Fría y el conflicto ideológico con la Unión Soviética, la Corte Suprema estuvo brevemente asociada con una serie de reformas tardías y con reservas, en particular mientras Earl Warren fue su presidente entre 1953 y 1969.

Sin embargo, desde la decisión Bush vs. Gore que robó las elecciones del 2000, la Corte Suprema ha girado más a la derecha que en cualquier otro momento desde la Guerra Civil, lo que refleja la evaporación de cualquier electorado significativo en la clase dominante estadounidense que defendiera el mantenimiento de las normas democráticas.

Este proceso se aceleró con el nombramiento por parte de Trump de tres leales a él y a MAGA: Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y la fundamentalista cristiana Amy Coney Barrett, lo que dio al ala pro-Trump una ventaja de 6-3 en la Corte Suprema.

En 2022, la Corte Suprema abolió el derecho federal al aborto para 175 millones de mujeres en todos los estados y territorios de Estados Unidos. Esta decisión se dictó más de un siglo después de que la Revolución Rusa asegurara el derecho al aborto gratuito y con condiciones adecuadas de tratamiento para las mujeres en la URSS.

(Continuará)

arb/jro

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