Por Julio C. Gambina
Resulta imprescindible volver sobre el legado del Che, quien poco antes de ser capturado y asesinado en Bolivia realiza un diagnóstico de la situación mundial, con una mirada desde el sur del mundo.
Junto a la denuncia al capitalismo de época evidencia el papel de vanguardia del Estado estadounidense en las relaciones de dominación del sistema mundial. Bajo esas premisas sustenta una propuesta de lucha armada con base en su experiencia histórica en la revolución cubana, las luchas internacionalistas y expectativas de su experiencia en Bolivia y el compromiso de extender a su terruño de origen.
El mensaje a los pueblos por medio de la Tricontinental es un grito de rebeldía y convocatoria a la lucha por el socialismo. Son los años 60 de un siglo de revoluciones que hasta entonces, con Rusia, China o Cuba, pero especialmente la revolución vietnamita, en proceso junto a otros similares en Indochina, daban la nota del camino revolucionario.
Pocos años después, en 1971, con el triunfo electoral de la Unidad Popular en Chile se habilitó un debate sobre las “vías de la revolución”, armada o pacífica. En rigor, en 1973, el golpe pinochetista cerró la discusión para ambas propuestas y habilitó la ofensiva capitalista con las desastrosas consecuencias que hoy sufren los pueblos del continente y del mundo.
Nicaragua e Irán serán las últimas versiones de procesos revolucionarios de un tiempo iniciado en 1848, ensayado y abortado tempranamente en 1871 y “exitoso”, en tanto “modelo” entre 1917 y 1979.
La descripción del Che sobre las consecuencias sociales del capitalismo en su desarrollo imperialista se acrecentó desde entonces a la luz de los datos que hoy devuelve la explotación global de la fuerza de trabajo, el saqueo gigantesco sobre los bienes comunes, especialmente en el sur del mundo y la dinámica de la dominación derivada de la innovación tecnológica y la digitalización.
Son procesos que intervienen en la subjetividad de la sociedad contemporánea y habilitó recientemente la emergencia de la ultraderecha en la dirección de las políticas públicas para superar la crisis capitalista, evidenciada entre 2007/09 e insuperada, acrecentando la crueldad y agresividad de la dominación en la apropiación global del plusvalor.
Es que como hace un siglo, bajo novedosas condiciones, el acceso al poder de Mussolini o de Hitler se sustentó en el consenso electoral. Nuestro tiempo retoma el fenómeno de la guerra que explicita el Che, ahora en Europa, Palestina u otros territorios, agravado con el acceso a los gobiernos de propuestas ultra liberales, casos emblemáticos de Trump, Bolsonaro o Milei.
La derrota del proyecto estratégico de la izquierda, en el mundo, a manos de la ofensiva capitalista desde hace ya medio siglo, nos exige reflexionar sobre el mensaje del Che. Un texto escrito en momentos de auge de la iniciativa política popular de izquierda y revolucionaria, en los años 60 del siglo pasado. Era un tiempo de entusiasmo en la perspectiva anticapitalista, anticolonial y antiimperialista, de horizonte socialista, que más allá de las críticas, que el propio texto recoge a las desavenencias entre la URSS y China, ofrecía un futuro posible por la revolución socialista. Se trataba de un objetivo que tres décadas antes había formulado el amauta José Carlos Mariátegui para la revolución latinoamericana y caribeña.
Nuestro tiempo, en esta tercera década del Siglo XXI, nos enfrenta a un desafío por reconstruir subjetividad masiva consciente de la crítica al capitalismo actual, junto a la construcción de un programa sustentado en las reivindicaciones de los sujetos en lucha, entre las trabajadoras y los trabajadores y sus nuevas experiencias en el sindicalismo de nuevo cuño, en confrontación con la burocracia sindical y la lucha por reivindicaciones de un reformismo que no alcanza propósitos por la revolución; tanto como de otros sujetos fuertemente visibilizados en la coyuntura, sean los pueblos originarios, los feminismos populares y los colectivos de lucha en defensa del medio ambiente y en contra del modelo productivo y de desarrollo depredador de la vida social y natural.
Resulta vital construir los instrumentos políticos necesarios para esa batalla integral que necesita de la unidad, demandada enfáticamente por el Che en su mensaje a los pueblos.
Un logro de la ofensiva capitalista es la fragmentación del sujeto popular para la lucha por la revolución. Se manifiesta objetivamente en reorganización de las relaciones capitalistas en la esfera económica, con tendencias crecientes a la “uberización” y con ello al individualismo y al sálvese quien pueda bajo la lógica ideológica del liberalismo a ultranza, expresión del “éxito” electoral de las derechas.
Son muchas las luchas populares, incluso los logros en evidenciar nuevas agendas de confrontación con la lógica del capital, no solo en el ámbito laboral de concentración de la relación capital- trabajo, sino también en hacer explícitos los derechos de los pueblos originarios, de las mujeres, las disidencias y diversidades sexuales, las luchas ambientales, entre variadas formas de articulación de la protesta contra el régimen del capital. La articulación de ese conjunto de manifestaciones diversas de la lucha de clases, en un proyecto político que dispute el poder y construya el imaginario popular por la nueva sociedad. Se trata de construir un horizonte de posibilidad socialista o comunista para canalizar descontentos y protestas sociales.
Recuperar al Che y con él, la teoría de la revolución, supone, como con Carlos Marx, hacer la crítica situada al capitalismo de época. Con Marx podemos pensar la hegemonía del “capital ficticio” en tiempos de internacionalización de la producción, transnacionalización del capital y la vanguardia de las plataformas, la nube, la innovación, la robotización, la inteligencia artificial y la digitalización; junto a las nuevas formas que asume la explotación y el saqueo para la apropiación del plusvalor bajo distintas formas actualizadas de la renta, sea del suelo o del dinero.
El Che nos convoca a pensar los caminos de construcción de la subjetividad popular consciente por la revolución, asumiendo el programa que hoy construyen los pueblos en la demanda de soberanía alimentaria, energética o financiera. En el estímulo a las formas comunitarias de organización social, a la autogestión y la cooperación, a la producción de bienes de consumo y no de valor, tal como sostuvo en sus debates teóricos en los años 60 desde sus funciones de gobierno en la organización de la producción en Cuba.
La unidad sustentada por el Che recoge la consigna levantada por Marx sobre el internacionalismo proletario en tiempos de constitución de la clase obrera como clase para sí, para la revolución y la emancipación.
La complejidad del desarrollo capitalista contemporáneo nos impone recuperar la esencia de la crítica al régimen del capital, incluyendo el objetivo unitario de las luchas y organizaciones obreras y populares en contra de la dominación colonial, imperial, capitalista, del patriarcado y de toda forma de discriminación y racismo, en tanto condiciones de posibilidad para hacer realidad la perspectiva socialista por la que luchó el Che.
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