Por Luis Casado
¿Te acuerdas del truco de la moneda, divisa, валюта, currency, Währung, valuta, moeda o como quieras llamar al billete tras el que corres cada día?
Dicho en buen romance, un pedazo de papel del color y del tamaño que quieras, cuya significación en cualquier idioma se traduce literalmente como: ‘Vale por’. Visto que el billete no alberga valor alguno, sino el que le asigna un pinche Banco Central que no dispone de nada para respaldar el valor que le asigna. Si piensas que esto quiere decir que los Bancos centrales son chantas, pura paja, algo así como un gabinete contable sin contable y sin gabinete… estás en lo cierto.
Cada país (no siempre pero -por ahora- dejémoslo ahí…), emite su propia moneda, peso argentino, real brasileño, sol peruano, bolívar venezolano, quetzal guatemalteco, lempira hondureño, colón costarricense, sucre ecuatoriano y una jartá de pesos: mexicano, argentino, colombiano, cubano, chileno, uruguayo, dominicano y así.
Piensa en los países del resto del mundo y ya la tenemos liada… renminbi chino, rublo ruso, rupia india, dínares en Argelia, Bahrein, Irak, Jordania, Kuwait, Libia, Macedonia del norte, Serbia, Túnez y los que se me olvidan.
El franco CFA, moneda impuesta por Francia a sus colonias africanas, el kwanza de Angola, el pula de Botswana, el naira de Nigeria, sé de qué hablo, tuve que ordenar la contabilidad en una empresa de transporte marítimo internacional, un burdel de mucho cuidado.
Y todo se resume a ‘Vale por’, ‘Me deben tanto’, ‘Debo tanto’, los libros contables (el papel) aguanta todo. ¡Nadie transfiere el más mínimo billete!
No veas la que se arma cuando tienes que calcular la equivalencia de una moneda con otra, sabiendo que constituyen -Dios sea loado- otro mercado especulativo, otro burdel para que me entiendas. Hay mendas que no duermen pensando en si el dólar sube, baja o se mantiene. (Ya volveremos al dólar, paciencia).
Lo cierto es que el supuesto valor de cada moneda cambia cada día e incluso durante el día, según la dirección del viento, la calidad de la falopa, una carie en el último molar de Donald, los antojos de Macron, los anuncios de Elon, la gonorrea de Elvis y la halitosis de Clark Gable.
No escapa a tu reconocida sagacidad que los currantes que laburan suelen (no siempre, pero –por ahora- dejémoslo ahí) tener un salario. Salario que -salvo deshonrosas excepciones- es pagado en moneda local. Tema planetario: ¿Cómo evaluar cada salario en cada moneda, y la evolución de su poder adquisitivo en el tiempo? ¿Ah?
La única unidad de cuenta relativamente estable, comparable de un país a otro, es el tiempo de trabajo necesario para que el currante pueda procurarse el sustento de su prole. Ese dato- que entre otros le ganó el apodo de proletario- es más significativo que la tasa de cambio del pijotero dólar.
El tiempo de trabajo necesario, gracias al aumento de la productividad y a las luchas obreras, fue disminuyendo a lo largo de los años. Primero los currantes lograron limitar la jornada de trabajo a 18 horas diarias, a pesar de la severa advertencia de los patrones: “Caerán la rentabilidad, el lucro y las inversiones”.
En los días de nuestra deslumbrante modernidad el tiempo de trabajo necesario se ha visto reducido a 45 – 48 horas semanales en el Tercer Mundo. En la vieja Europa ya se practica la semana de cuatro días y 32 horas de laburo.
Tal tiempo de trabajo necesario le permite a un proleta hacer vivir a su familia, comprar la media docena de mobile-phones necesarios para vaciarle el coco a la descendencia, ponerle gasolina al buga, pagar Netflix y otras basuras on-line, atiborrarse de burgers, financiarle el gimnasio a su Afrodita que debe perder los kilos demás que aportan los burgers, e incluso pagar la cuota del piso tres-piezas-cocina-y-baño comprado a 40 años en el suburbio de moda al que ya están llegando los vendedores de grifa.
La productividad le debe un puñao a la energía: si no eres tan asopado viste que el jamelgo fue remplazado por los HP, la vela por la ampolleta, los polipastos y los cabrestantes por las grúas, las tarjetas perforadas por los ordenatas y la diligencia por los AVEs. Al menos en el primer mundo.
Contrariamente a lo que se piensa, a pesar de que la extracción de petróleo declina desde hace ya unos años, el precio de la energía ha bajado dramáticamente.
Los que saben dicen que de aquí al 2030 habrá que volver a encender el brasero, regresaremos a la parrilla y esas cosas, pero lo cierto es que el uso masivo de la energía redujo el tiempo de trabajo necesario a lo que conocemos hoy en día.
Al mismo tiempo se produjo una prodigiosa concentración de la riqueza en pocas manos.
Se procedió- como sugirió John Maynard Keynes- a la eutanasia de los rentistas, mientras se sigue estrujando al proletario para que dé el máximo de sí durante el tiempo de trabajo necesario, es decir, produzca cada vez más lucro, haga más rentables los capitales utilizados, y siga engrasando al riquerío como que hubiera.
Cualquier hijo de vecino se da cuenta que mientras más aumenta el volumen del capital más se hace difícil conseguir la misma tasa de rentabilidad: una cosa es ganar el 10 por ciento para U$ mil millones y muy otra ganar la misma tasa de 10 por ciento para U$ cien mil millones.
Karl Marx, que no tenía nada de asopado, se percató de la dificultad que se alzaba en el camino y expuso su tesis de la baja tendencial de la tasa de ganancia que- hasta ahora- nadie ha desmentido.
Por un tiempo funciona el sacarle el jugo a los currantes como si se tratase de limones primofiori. Al precio de aumentar aún más la concentración del capital… y por ende la dificultad de obtener la misma tasa de lucro.
La cuestión deviene difícil y adquiere visos de cuadratura del círculo, trisección del ángulo, duplicar el cubo o inscribir los polígonos regulares en un círculo.
Naturalmente, siempre hay una solución… A los genios que nos gobiernan en Francia se les ocurrió una idea luminosa, mira ver: aumentar el tiempo de trabajo necesario.
Así como lo lees. En vez de jubilarte a los 60 años como determinó una ley propuesta por François Mitterrand (1983), sugieren que labures hasta los 65, 68 e incluso los 70 años de edad. Al mismo tiempo insinúan que -solidariamente- trabajes una semana más cada año, para equilibrar las cuentas de la Seguridad Social (la Seguridad Social paga el bastón…).
De ahí a regresar a la semana de seis días (el domingo le pertenece al Señor) y a la jornada de 18 horas diarias… hay un pequeño paso para el hombre y aún más pequeño para la Humanidad.
Ya te conté que en los siete años del desgobierno de Emmanuel Macron los 500 individuos más ricos de Francia doblaron su patrimonio, lo que da una idea de la concentración de la riqueza. Poseen ahora el 48 por ciento del PIB de Francia, la nada misma…
En estos días las empresas quiebran que es un primor (entre otros por culpa del libre mercado de la energía, que es un asalto sobre seguro y en despoblado, con intimidación y violencia…), mientras los accionistas baten récords de acumulación de dividendos.
Un ejemplo que no reconforta es la conocida empresa Michelin, que anunció el cierre de un par de fábricas, y la supresión de mil 200 empleos.
En el año 2019 Michelin distribuía un 20 por ciento de sus beneficios como dividendos a sus accionistas.
Este año 2024 la misma Michelin distribuyó un 48 por ciento de sus beneficios en dividendos. Y se plantea el objetivo de llegar a un 50 por ciento…
A estas alturas ya no se trata de la familia Michelin… Los accionistas del grupo son – a 70 por ciento- Fondos de Pensión yanquis que vienen a buscar en Francia la rentabilidad que no logran en EEUU.
Se trata del mismo tipo de Fondo de Pensión que estafa en Chile. ¿Cuál es el primero del lote? BlackRock. De paso hay que agregar que el grupo Michelin recibe cada año decenas de millones de euros de ayudas del Estado en reducciones de impuestos, no pago de cotizaciones sociales y Planes de estímulo al sector automóvil.
Vista así, la cuestión que se plantea no es la del costo del trabajo, o la del nivel de salarios: lo caro es el capital. El costo del capital. Suprimir empleos no sirve sino para seguir engrasando a los accionistas de las grandes empresas.
En dólares o en euros. Porque, como ya te conté, en julio de 1944, al fin de la II Guerra Mundial, los yanquis impusieron el dólar como moneda de reserva planetaria y única unidad de cuenta de los intercambios internacionales.
Nuestro pijotero Banco Central, como todos los otros, para asegurar el pago de nuestras importaciones, debe tener en sus “reservas” una adecuada cuota de Bonos el Tesoro de los USA. ¿Plata? ¡No! Papelitos que dicen: ‘Vale por’.
Chile, a su vez, se hace pagar del mismo modo: con papelitos, con escrituras, con ‘Vales por’. Eso es lo que cuenta todo el día el Banco Central: ‘Vales por’.
En el caso de los países rascas tú debes responder por los supuestos dólares que tienes en reserva, con el equivalente en producción real de bienes reales. Los EEUU. no…, les basta con emitir dólares, o sea la suma que les salga de las alforjas en ‘Vales por’. Eso es el dólar y los USA. Nuestra moneda a la tócame la costura no vale.
El tema comienza a cambiar. Estamos en los prolegómenos. Los países del grupo BRICS, sobre todo China y Rusia, operan sus transacciones en renminbis y en rublos. Ya alcanzaron un 95 por ciento de sus intercambios, efectuados en moneda local.
Cualquier ayudante de cocina de la especulación financiera y del mercado cambiario sabe que eso, tarde o temprano, hará que los Bonos del Tesoro de los USA valgan un organismo eucariótico, vulgo hongo o callampa. Y el mercado de papelitos ‘Vale por’ se irá por donde vino. No sin antes provocar todos los problemas que uno puede temer. Unos cuantos irán a cana en los USA, pero no mucho tiempo: Al Capone pasó apenas cuatro años y medio en Alcatraz.
Mientras tanto, hablando en serio… ¿me puedes pasar una luca? Te la devuelvo mañana…
rmh/lc