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sábado 4 de enero de 2025

Alfaro vive en una novela magistral

Por José Luis Díaz- Granados

En memorable visita que realicé hace pocas semanas al hermano país del Ecuador, mi buen amigo, el poeta, narrador y ensayista Édgar Allan García (Guayaquil, 1958), me obsequió su libro más reciente, No hallarás olvido (Editorial El Conejo, 2024).

Me atrapó desde la lectura de su párrafo inicial, a partir del cual me ha llevado de la mano hacia una apasionante travesía por la vida excepcional, controversial, llena de recovecos y altibajos, heroica y estremecedora, del legendario luchador revolucionario ecuatoriano Eloy Alfaro (1842-1912), una de las figuras esenciales de Nuestra América en la búsqueda incesante de una dimensión superior para los pobres, los explotados, los oprimidos, los infelices y los desdichados de la tierra, y de manera particular, para los menesterosos de las más diversas raigambres de su amada patria: el Ecuador.

La novela de Édgar Allan García, escrita en estilo ágil, directo y ameno, con la técnica tradicional de las novelas clásicas, es el fruto de una profunda convicción del autor acerca de la presencia ineludible, valerosa y dilatada, en la historia de Ecuador y de las Américas, de un ser humano fundamental como lo fue José Eloy Alfaro Delgado, cuya gloria- al igual que la del Bolívar del cura Choquehuanca-, “crecerá con los siglos como crecen las sombras cuando el sol declina”.

En No hallarás olvido nos regocijamos desde los iniciales relámpagos del niño y luego, del joven, en su ámbito familiar, su precoz vocación política y las primeras intervenciones militares, lo que constituirá el primer pilar de su gloria, que lo llevará a las más altas cimas de su parábola vital.

La prosa de floraciones rápidas, colmada de sorprendentes hechizos verbales de Édgar Allan García, resulta deslumbrante en cada frase, a cada párrafo y a cada página en la que la ficción reinventa aquella legendaria existencia, y más aún, cuando los lectores resultamos envueltos a todo lo largo y ancho de la novela, en un ritmo sostenido y placentero en donde nos resulta imposible soltar el libro de las manos.

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El autor se adentra en el paisaje agridulce del hogar, con las precoces muestras de una fulgurante sensibilidad, las amistades, los primeros amores con sus desamores, las trampas reiteradas por parte de fantasmas que le propinan tremebundas zancadillas, las visiones con las cuales prefigura su destino y las abundantes andanzas y travesías que totalizan los detalles de esta pequeña gran historia, que en ocasiones parece entresacada de las mejores páginas de la picaresca española.

Desde el relato coloquial de un personaje de la remota infancia del “niño Eloicito”, llamado Eliodoro Intriago, “el más viejo de los peones”, con sus interminables historias sobre guerras y paces- las cuales pareciera que también las escuchara el caballo “Píllaro”-, pasando por la semblanza del “capitán Manuel Alfaro”, el padre alcohólico y locuaz contador de historias, la infancia de José Eloy termina, sin embargo, cuando siente el estremecimiento de la ausencia al enterarse que Eliodoro, su fiel hacedor de cuentos y relatos, ha muerto, víctima de la mordedura de una equis, tenebrosa víbora tropical de la familia de las mapanás.

De ahí en adelante, Édgar Allan García enriquece su multicolor novela con innumerables historias y alusiones afectivas y familiares, sobre sus miedos ancestrales, Martina, la precoz compañera de juegos, el amable fogón de la cocina, las leyendas que se confunden con su diario vivir, su lectura de las aventuras de Don Quijote y Maritornes, el viaje a Lima, el hórrido descubrimiento de la oprobiosa Inquisición, sus gustos gastronómicos, el conocimiento de la colosal poesía de Rubén Darío, las mujeres, sus mujeres, las luchas políticas, “y todo lo demás”, en una vida tan intensa y tan profunda a la vez, con la libertad, el destierro, los enemigos y la gloria.
La vida guerrera de Eloy Alfaro- el “Viejo luchador liberal”-, paralela a su historia íntima tan llena de afectos y detalles altruistas, de prodigiosos logros políticos y siniestros reveses, que lo encumbraron al máximo poder presidencial de su país, está acompañado de innumerables nombres femeninos como alegorías de sus más abigarradas batallas.

Todo ello, recreado por la mano maestra del novelista que le da una nueva dimensión a su figura histórica hasta las románticas reflexiones en el destierro, apenas estremecido por el mágico recurso narrativo de la aparición intempestiva de una carta de la vidente Abigaíl Brasca Rosas, que le es entregada al señor presidente Eloy Alfaro Delgado “en su despacho”, en donde le predice en bella y sencilla prosa su tráfico final, al igual de como culminaban algunas de las más famosas tragedias de la antigua Grecia y los dramas magistrales de William Shakespeare, en lo que nada tiene que envidiarles en su destreza visionaria Edgar Allan García, el iluminado autor de No hallarás olvido, novela cardinal del Ecuador, fecundo escritor, exitoso profesional del biomagnetismo, activista cultural y consagrado maestro de juventudes del bello y promisorio país con el que siempre soñó Eloy Alfaro.

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