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jueves 6 de marzo de 2025

Los papas también renuncian

«El papa no se enferma hasta que muere», dice un antiguo proverbio romano. Juan Pablo II, un hombre mediático, no temió exponerse a los ojos del mundo cuando enfermó. Benedicto XVI dio un testimonio de humildad al admitir las limitaciones de su precario estado de salud y anunciar su renuncia el 28 de febrero de 2013. Nada impide que Francisco adopte la misma actitud.
En la historia de la Iglesia, cinco papas han renunciado al ministerio de Pedro: Benedicto IX (1ro de mayo de 1045), Gregorio VI (20 de diciembre de 1046), Celestino V (13 de diciembre de 1294), Gregorio XII (4 de julio de 1415) y Benedicto XVI.
Consagrado como papa a los 20 años, en 1032, Benedicto IX no se destacaba por su ética y mucho menos por su moral. Su vida era un escándalo para la Iglesia. El pueblo romano lo expulsó de la ciudad en 1044. Al año siguiente volvió a ocupar el trono de Pedro, y meses después renunció. Regresó al papado en 1047, del que fue depuesto definitivamente ese mismo año.
Juan Graciano, padrino de Benedicto IX, pagó una considerable suma de dinero para que su ahijado le cediera el lugar. Electo papa en 1045, adoptó el nombre de Gregorio VI y gobernó la Iglesia hasta diciembre de 1046, cuando su ahijado lo depuso, acusado de simonía.
Muerto Nicolás IV en 1292, los cardenales italianos y franceses hicieron del cónclave un terreno de disputas por el poder- como muestra el filme Cónclave-, movidos más por intereses políticos que por las luces del Espíritu Santo. Tras dos años y tres meses de impasse en la elección del nuevo papa, Pietro di Murrone, un eremita italiano, envió una carta al cónclave desde su cueva en las montañas en la que lo instigaba a no abusar de la paciencia divina.
Los cardenales vieron en la carta una señal de Dios y decidieron hacer del monje el nuevo jefe de la Iglesia. Pietro di Murrone se negó, porque no quería abandonar su vida de pobreza y silencio, pero los prelados lo convencieron de que el consenso en torno a su nombre sacaría a la Iglesia del impasse.
Se convirtió en papa en agosto de 1294 con el nombre de Celestino V. Menos de cuatro meses después, la politiquería vaticana lo llevó al límite de sus fuerzas. En consulta con sus electores planteó la pregunta tabú: ¿puede el papa renunciar?
El colegio cardenalicio no se opuso, y en una bula histórica, Murrone se justificó alegando que dejaba el trono de Pedro para salvar su salud física y espiritual. El 13 de diciembre de ese mismo año regresó a la soledad contemplativa en las montañas. Veinte años después fue canonizado, exaltado como ejemplo de santidad. El 19 de mayo la Iglesia celebra la fiesta de San Pedro Celestino.
También el papa Gregorio XII renunció, a inicios del siglo XV-un período en el que tres papas reivindicaban su legitimidad- para evitar que se profundizara el cisma de la Iglesia.
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) era, sobre todo, un teólogo. Mientras fue papa no dejó de escribir, tanto que publicó una trilogía sobre Jesús. Son raros los papas escritores, a no ser de documentos pontificios como encíclicas, bulas y alocuciones, casi siembre redactados por asesores. Francisco publicó en febrero de este año su autobiografía, titulada Esperanza.
Por lo general, los intelectuales no se llevan bien con las funciones de poder. Las cuestiones administrativas les parecen enfadosas ante tantos libros por leer y escribir. El político quiere administrar; el intelectual, crear. Tal vez Ratzinger haya decidido reservar lo que le quedaba de vida para la oración y la producción teológica.
Con la hospitalización de Francisco se inicia ahora, entre los bastidores de la Iglesia, una sutil campaña electoral: la de la elección de su sucesor. Entre los actuales 252 cardenales de la Iglesia Católica, 138 tienen derecho al voto, dado que aún no han cumplido los 80 años.
Entre los electores figuran siete brasileños: Odilo Scherer, arzobispo de São Paulo; Orani Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro; Sérgio da Rocha, arzobispo de Salvador; Leonardo Steiner, arzobispo de Manaos; Jaime Spengler, arzobispo de Porto Alegre; Paulo Costa, arzobispo de Brasilia; y Joao Braz Avis, ex arzobispo de Brasilia, actualmente en Roma como cardenal emérito de la curia romana.
¿Quién será el sucesor del papa Francisco? Sin duda, los 17 cardenales de los Estados Unidos intentarán que se elija a uno de ellos. Los italianos, todavía inconformes con la pérdida de la sucesión continua de papas provenientes de su colegio de cardenales, se empeñarán en recuperar el trono de Pedro. Pero es posible que muchos prelados quieran que, por primera vez en los tiempos modernos, se elija un papa africano o asiático. Por el momento no hay ningún cardenal latinoamericano «papable», o sea, con posibilidades de convertirse en papa.
El próximo cónclave será tenso, ya que la mayoría del clero católico, formado a lo largo de los 34 años de los pontificados conservadores de Juan Pablo II y Benedicto XVI, se siente incómoda con las medidas y encíclicas progresistas del papa Francisco. Como la política mundial, la Iglesia también está en retroceso.
Tiempos difíciles y desafiantes configuran el horizonte de quienes, como yo, se empeñan en conquistar un mundo menos desigual y menos devastador de la naturaleza. Pero es necesario guardar el pesimismo para días mejores.
rmh/fb

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