Por Gustavo Espinoza M.
La señora Dina Boluarte ha ideado crear, en los ambientes de Palacio de Gobierno, un espacio al que ha denominado algo así como “El Cuarto de la Guerra”.
En un país como el nuestro, atravesado por la violencia y el caos, la delincuencia y el desgobierno, lo que se necesita es más bien Paz, un Cuarto de la Paz, es decir, un escenario en el que los peruanos puedan vivir digna y decorosamente sin necesidad de enfrentar cada día los desatinos de una administración perversa y ladina que todo lo ve negocio propio y beneficio inmediato.
Es de suponer que en este “Cuarto de la guerra” la señora que funge de Mandataria se reúne cotidianamente con sus policías y sus militares para tramar “operativos” descomunales orientados a exterminar delincuentes, acabar con “bandas” y poner fin a las extorsiones y a los sicariatos.
Para lograr ese efecto, tendría, sin embargo, que revisar lo que ella misma tiene a su servicio, dado que cada día se encuentran uniformados vinculados a acciones de este signo no sólo en Lima sino en el país entero.
Recientemente, por ejemplo, se supo de una banda de policías que se dedicaba a extorsionar a los extorsionadores. Su tarea era cobrar cupos a los maleantes dedicados a este oficio asegurándoles para este efecto, que no los detendrían nunca. Al contrario, les daba todas las facilidades para que pudieran actuar y cumplir a cabalidad con “el compromiso” contraído con la Benemérita. Así “nos beneficiamos todos” parecían decir.
Antes, claro está, fueron intervenidos otros grupos de uniformados que proporcionaban sus uniformes y sus armas- a más de municiones- a bandas delictivas del mismo signo para que operaran con toda tranquilidad. En otras palabras, cumplían con el viejo adagio aquel que dice, en ciertas circunstancias, que policías y ladrones, son las dos caras de una misma moneda.
Quizá a eso se refieren las últimas encuestas cuando nos señalan con asombrosa precisión que son muy pocos los capturados por dedicarse a esta actividad delictiva. Protegidos por la ley dado que no son “detenidos en flagrancia” y no pueden ser pasibles de una “detención preliminar”; los dedicados al oficio se dan las de Villadiego sin mayor apremio.
Entre tanto, la ola de inseguridad ciudadana se multiplica porque por un lado marcha la actividad delictiva y por otro- como en mundo paralelo- camina la estructura estatal destinada a combatir sus acciones. No obstante, ni se miran ni se tocan.
Y es que los delincuentes de alta peligrosidad, los que realmente matan niños y roban cuantiosas sumas de dinero, no son los ladronzuelos que preocupan a los que se reúnen en el Cuarto de la Guerra. Ellos son los que producen Suero defectuoso y cuentan con la complicidad del Ministerio de Salud para asegurar que se apliquen en distintos lugares del área hospitalaria en Lima y el interior del país.
También, sin duda, los que llenan de carne podrida los enlatados que se reparten a pobres y que matan a niños en Puno y en Piura- les da igual-. Además, los que aseguran que el Estado no cuente con camas UCI, balones Gas, profesionales especializados ni medicamentos genéricos; porque andan amarrados con las grandes cadenas de laboratorios y de comerciantes, que trafican con el dolor, la enfermedad y la muerte. Y hasta con niños, como lo demuestra el caso del ex Director de la PBP Oscar Becerra Velarde.
Hace algún tiempo se pudo conocer la existencia de una “banda” muy ingeniosa que operaba en eslabones altos de la estructura uniformada. La llamaron “Los Magos” porque fueron capaces de cambiar lingotes de oro que entraron en la sede de la Dinincri, por lingotes de fierro pintados de amarillo que salieron de allí.
Más recientemente hicieron otra proeza: encontraron bolsas con oro en Pamplona, que luego desaparecieron. Después, por un milagro que sólo puede considerarse divino, aparecieron otra vez, pero vacías. El oro se había esfumado.
Se trata por cierto de hechos fortuitos, que no comprometen en absoluto a la honorable institución que tutela la Patria y que custodia celosamente el Cuarto de la Guerra. Uno de sus voceros civiles, el titular de Educación, mostrando el más absoluto despiste mental que lo agobia, confundió términos y categorías, creyendo que “autista” era sinónimo de “automovilista”, y concluyó su exposición ante una claque convenida dando “Vivas” al Autismo, Pensó que a lo mejor estarían por allí los nietos de Arnaldo Alvarado para felicitarlo.
Los que conocen del tema aseguran que ese famoso “Cuarto de la Guerra” no sirve para nada. No es verdad. Sirve para que la Boluarte se convenza a sí misma que está ganando simpatía ciudadana simulando engañifas. Y también, cuando le falla el teleprompter, para que enmudezca y el país entero sepa que no habla, sino lee lo que le ponen ante los ojos los que dominan el barrio. Y también para celebrar “en secreto” y con los suyos cómo eliminan adversarios electorales y apuntalan a Keiko.
Como el “Parto” esencial de este “Cuarto de la Guerra” volvió a generar una criatura, renació el “Estado de Emergencia” que hoy se vive en todo el país y gracias al cual hay tantos delitos y tantos crímenes como hubo antes. Ocurre por quinta vez en algunos lugares, y en otros, por tercera; pero da igual.
Las cifras continúan redondas. Y hoy se sabe que en lo que va de la administración actual, han muerto asesinadas nada menos que cuatro mil 300 personas entre hombres, mujeres y niños, porque en la materia, eso no distingue ni sexo ni edad.
Cuando se escriba la historia de estos años vivida en el Perú de nuestros días, el famoso “Cuarto de la Guerra” será evocado como sinónimo de improvisación y negligencia. Pero, sobre todo, como expresión del “ánimus belicus” con el que se crean las leyendas infantiles entonadas al compás del “Gato ron ron”.
Una pregunta final: si el Cuarto de la Guerra hubiese existido el 7 de diciembre del 2022 en horas de la mañana, ¿los uniformados habrían apuntado en él sus fusiles contra Pedro Castillo y sus hijos, como lo hicieron ese día en la avenida Wilson?
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