“Al economista desconocido, muerto en la guerra económica,
que toda su vida explicó magníficamente al día siguiente
porqué se había equivocado la víspera, y a todos aquellos,
aún vivos, que saborean la palabra gratuidad…”.
(Epígrafe de Bernard Maris en su libro Antimanual de Economía)
Por Luis Casado
De seguro conoces a Sócrates, que tuvo como hermanos a Sófocles y a Sóstenes…
Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, conocido como Sócrates, centrocampista de Botafogo y Corintians, luego estrella de la Fiorentina en Italia. Para más datos, en la verde amarelha, bajo la dirección de Tele Santana, Sócrates jugó junto a Zenón.
No el de Eleas, el filósofo presocrático discípulo de Parmenides, sino Zenón de Souza Farias, defensor central nacido en Tubarão, Santa Catarina.
Las pelotas y los pelotas te confunden, más los segundos que las primeras. Por ahí me acordé de las Fábulas de Esopo quien, que yo sepa, nunca tocó un balón ni participó en ninguna pichanga, el juego digo, no esas que terminan- o comienzan- en pachanga.
La moraleja de la fábula que aquí evoco es conocida y debiese presidir los muy numerosos análisis, comentarios, crónicas, críticas, diagnosis, prognosis, estudios, previsiones, pronósticos, vaticinios, premoniciones y presentimientos que pueblan la prensa mundial a propósito de la guerra de aranceles desatada por Donald Trump y su dream team de asesores analfabetos, pero diplomados en Harvard.
La histeria de virgen primeriza con la que economistas, periodistas, editorialistas, bloggers, influencers y otros charlatanes tocaron y tocan el tema, hace pensar más en una maniobra de intoxicación que en un esfuerzo de información y comprensión. El miedo y la angustia venden: lo que difunden se parece al sketch del Fin del Mundo de Dieudonné, sin la fina ironía del humorista.
Como era de esperar, el pseudo gobierno de la Unión Europea, con una prudencia de guerrero Sioux, no ha dicho esta boca es mía ni ha hecho nada digno de mención. Después de una ligera diarrea nerviosa recordaron que son impotentes, incompetentes, inaptos e ineptos.
Ursula von der Leyen, la would-be presidente del engendro, y los “comisarios” (así se llaman, como los líderes de la Revolución de Octubre), se reúnen dos o tres veces por semana para darle largas al asunto. En eso estaban cuando Donald decidió echar para atrás con una tregua de 90 días.
¡Albricias! gritaron al unísono, tenemos tres meses más para rascárnoslas, esperando un milagro.
Ursula, sabiendo que Donald lanzaría su gueguerra el 2 de abril, se fue a Samarcanda (Uzbekistán) a visitar Gur Emir, la imponente tumba de Tamerlan, fundador de la dinastía de los Timuridas.
No tenía nada mejor que hacer: la supuesta presidente de la Unión Europea es tan poca cosa que Trump nunca ha querido recibirla en la Casa Blanca. Donald prefiere a Bukele, lo que ya es decir.
El resto del planeta, con la notable excepción de China, juega al “Un, dos, tres, ¡Momia!”
El que mueve un músculo… pierde.
Por su parte Vladimir Vladimirovitch Putin esbozó una amplia sonrisa mientras recordaba una suerte de fábula:
«Los chinos tienen un buen dicho: ‘cuando los tigres pelean en el valle, el mono inteligente se sienta a esperar para ver cómo termina todo'».
En mi primera parida sobre el tema aseguré que no pasaría nada, con la excepción de otra vuelta de manivela en el garrote vil con el que atormentan a los pringaos. Nada nuevo bajo el sol.
Hasta que los pringaos escuchen el llamado de Marx y Engels a unirse para acabar con el capitalismo. Lenin ya esbozó el método: organizarse, dotarse de un programa que incluya la destrucción del Estado burgués, y llevar a los pringaos y sus intereses al poder.
¿Será mucho pedir? La Revolución Proletaria…
Los “expertos”, como un tal Santiago Levy, que fue vice-ministro de Finanzas de Ernesto Zedillo en México, se rajan con burradas que muestran que el analfabetismo de los economistas no es pura coincidencia:
“Estamos en medio de la batalla económica más grande del siglo. No hay tanques ni misiles, lo que hay es algo mucho más sofisticado: una guerra de monedas, de deudas, de tasas de interés y de recaudaciones fiscales. Trump no quiere comerciar, quiere recaudar. Lo dijimos claro, los aranceles de Trump no son para castigar a China, ni para proteger a los trabajadores americanos, son una caja registradora fiscal. Trump encontró una forma de financiar al Estado cobrando impuestos a productos extranjeros sin tocar al votante estadounidense. Es un estratega fiscal, no un proteccionista.” (sic).
Lo que este genio diplomado en Boston y en Cambridge no entendió es que los aranceles encarecen los productos importados que consumen los… estadounidenses. No paga Moya: pagan los currantes yanquis. Lo de Trump no es una estrategia fiscal, es una pelotudez.
En cuanto a la moneda, a la deuda y a la tasas de interés… hasta ahora la Ley la dictaba EEUU.
¿Qué más quieren? Santiago Levy debiese regresar a la escuela primaria, aprender a leer, y si fuese posible, a razonar. Los aranceles, como el IVA, los paga el consumidor interno… ¿Difícil de entender, señor ministro?
Con estos bueyes vamos arando. Con mediocres que mangonean aquí y allí, e instituciones internacionales que sólo sirven para limpiarse el orto. Ese sí es un legítimo motivo de inquietud.
Pero, de eso, el cacareo bullicioso de la prensa, la radio y la TV no dice nada, excepto repetir la consabida consigna de otros mediocres:
¡Quítate de allí que yo me pongo!
Nadie matará la gallina de los huevos de oro. Eso no está en discusión. Lo que está en juego es quién administra la gallina para sacarle el mejor partido.
En cuanto al gallinero, les sobra cacumen para, de vez en cuando, arrojarle algo de maíz a los muertos de hambre. Eso detiene las revoluciones.
Rmh/lc
Santiago Levy
Político y economista mexicano que ha ocupado diversos cargos en la administración pública de México y en organismos internacionales. Recientemente fue Vicepresidente de Sectores y Conocimiento del Banco Interamericano de Desarrollo.
Desde 1994 al 2000, durante la presidencia de Ernesto Zedillo, Levy sirvió al gobierno mexicano como subsecretario de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, convirtiéndose en el principal artífice del conocido programa social Progresa-Oportunidades, que beneficia a los pobres. Levy
gestionó los ajustes presupuestarios durante la crisis económica de 1994-95 y la caída de los precios del petróleo en 1998. Anteriormente, fue presidente de la Comisión Federal de Competencia de México y director del Programa de Desregulación Económica de la Secretaría de Fomento Comercial e Industrial.
Levy es Doctor en Economía y Máster en Economía Política por la Universidad de Boston, además de postdoctor honoris causa por la Universidad de Cambridge. Ha sido asesor de varios gobiernos y organismos internacionales, además de ocupar diversos cargos docentes en el Instituto Tecnológico Autónomo de México y en la Universidad de Boston, donde fue profesor asociado y director del Instituto para el Desarrollo Económico.
Ernesto Zedillo
Ernesto Zedillo obtuvo su maestría y su doctorado en Economía en la Universidad de Yale.
Peter Navarro
Peter Navarro es un economista de Harvard, autor y político estadounidense. Conocido por sus posiciones proteccionistas y anti-chinas, ha jugado un rol clave en la elaboración de la política comercial en los dos mandatos de Donald Trump.
John Mauldin, conocido asesor financiero, partidario de Trump, asegura que Peter Navarro carece de cerebro…