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viernes 27 de junio de 2025

Los números

Por Luis Casado

Por ahí recibí un video de Mario Waissbluth en el que este prócer de la Patria… en fin, prócer de algunos champignones Amarillos, alaba con la tranquila sabiduría de los sabios de África –de quienes se dice: “Cuando uno muere, es una biblioteca la que desaparece”– que Chile dispone de servicios públicos eficientes, exhibe un gasto público que está entre los más bajos de la OCDE, que la deuda pública es ridícula comparada con la de otros Estados, que la tasa de mortalidad infantil es muy baja y que la esperanza de vida del personal es digna de los países nórdicos.

Por nórdicos debes entender bálticos, no el pueblo Inuit como pudiese pensarse, cuyas diferentes agrupaciones viven en el círculo polar Ártico: Groenlandia, Canadá, Alaska (EEUU.) y Siberia (Rusia).

Sin los extraordinarios servicios públicos chilenos, los Inuit, con su modo de vida tradicional que parece primitivo, no sufren ni de obesidad, ni de diabetes, ni de enfermedades coronarias, ni de hipertensión, ni siquiera de osteoporosis. Dryerberg y du Bois probaron que los Inuit, quienes se alimentan principalmente de animales terrestres y marinos y comen poco o nada de verduras y frutas, gozan de una muy buena salud, gracias en particular a la presencia de ácidos grasos Omega 3, abundantes en su tipo de alimentación.

Hay aún mejor: suelen presentar a los hombres prehistóricos como enfermos, padeciendo fuertes carencias de todo, con una esperanza de vida de entre 25 a 30 años. Sabemos que esto es falso, y que podían vivir hasta los 70 años de edad, una esperanza de vida que nuestra incomparable modernidad logró alcanzar recién a partir de los años 1990.

Si te lo cuento es porque los expertos, los economistas y Mario Waissbluth usan y abusan de los números, de los porcentajes, de las matemáticas, de los gráficos y de una jerga pseudo científica, para hacernos tragar cualquier boludez que les pasa por la cabeza.

Reducir el gasto público para engordar (a los ricos)

En Chile, dice Waissbluth, los Presupuestos del Estado– gasto público– representan en torno al 29 por ciento del PIB, mientras el promedio de la OCDE es de 34 por ciento, y que el gasto público francés alcanza un 43,8 por ciento del PIB. En el año 2022, el gasto público de los EEUU. representaba alrededor del 36,3 por ciento del PIB.

¿Allelluyah? ¿El Estado más tacaño gana premio?

Pregunta: ¿Cuál es el porcentaje correcto? ¿Quién lo fijó? ¿Cómo lo fijó? ¿Qué incluye o excluye el gasto público? ¿Qué incluye o excluye la deuda pública? ¿Quién paga la deuda pública?

Misterio.

De qué va el tema

Lo que hay que saber es que el PIB, el presupuesto del Estado, el déficit del presupuesto del Estado, la proporción del PIB que representa el presupuesto del Estado, la deuda pública y otras cifras clave, son agregados cuyo contenido difiere de un país a otro, y que por consiguiente compararlos no tiene mucho sentido, o más bien ninguno.

El presupuesto del Estado es financiado mediante el cobro de impuestos, vía un régimen impositivo aprobado las más de las veces por el Parlamento, y cuando no, por un simple decreto. Este régimen impositivo difiere de un país a otro. El contenido del gasto público difiere de un país a otro. La distribución de la carga fiscal entre los agentes económicos de cada país difiere de un país a otro…
Ergo… ¿qué comparan los expertos cuando comparan?

Peor aún: cuando se realizan estudios basados en series estadísticas extraídas de la masa de datos acumulada durante años, debes definir el tipo de datos que deseas procesar, su magnitud, el periodo en que fueron recogidos, el método con el que fueron reunidos, conservados, clasificados, etc.

Esta tarea, la definición, la selección y el uso de los datos a procesar está en el origen de gigantescos errores estadísticos que luego sirven para tomar decisiones…

Por esa razón Winston Churchill, célebre primer ministro británico, solía decir: “Creo en las estadísticas sólo cuando las falsifico yo mismo”.

Los “expertos”

¿Hace falta agregar algo? Mucho. Existen actividades empresariales que consisten mayormente en calificar lo que hacen los Estados, las empresas, e incluso el personal, ignorando siempre, o pasando bajo un silencio sepulcral las razones que fundan las calificaciones.
Fitch, por ejemplo, tituló un breve análisis sobre Chile (17 octubre 2024) del modo siguiente:

Chile Faces Challenges Meeting Fiscal Deficit Targets as Revenues Underperform.

Dicho en cristiano:

“Chile enfrenta desafíos para cumplir objetivos de déficit fiscal debido al bajo rendimiento de los ingresos”.

¿Quién, cómo y por qué define lo que es un objetivo de déficit fiscal?

¿Quién, cómo y por qué define lo que es un adecuado rendimiento del sistema impositivo?

Misterio…

El negocio de Fitch consiste en sembrar dudas y temor. Por eso uno lee en el informe:

“Fitch prevé un déficit fiscal del Gobierno central del 2,9 por ciento del PIB en 2024, sin tener en cuenta las transferencias directas de las empresas estatales. Esto se compararía con el 2,4 por ciento del año pasado.”

¿Y ahí?

El deficit fiscal francés superó alegremente el seis por ciento en el último ejercicio, aun cuando la regla de la Unión Europea es no sobrepasar el tres por ciento… ¿Existe alguien que pierda el sueño?

En el 2024 los EEUU. constataron un déficit fiscal del 6,4 por ciento, mientras en los últimos 50 años el promedio había sido del 3,8 por ciento… ¿A quién le preocupa?

El terrible drama de la deuda pública

Cuando la recaudación que recoge el régimen impositivo es menor que el gasto fiscal definido por el gobierno y aprobado por el Congreso… se produce un déficit. Si el déficit se repite año tras año, su acumulación es lo que llaman la deuda pública.

La deuda pública de los EEUU., según la Oficina de Presupuestos del Congreso de EEUU., era del 98 por ciento del PIB en el año 2024… Y la OPC se queda corta.

US Debt Clock.org nos muestra que la deuda global de EEUU., en el día de hoy (29 mayo 2025) ronda los U$ 37 billones, para un PIB del año 2024 que no llegó a los U$ 26 billones.

Este año el PIB yanqui debiese rondar los U$ 26,7 billones si el crecimiento se mantiene en un 2,8 por ciento anual (countryeconomy.com).

Esas cifras muestran una deuda pública que se aproxima alegremente al 140 por ciento del PIB… (la diferencia con la cifra de la Oficina de Presupuestos del Congreso– cifra que ya es enorme– pone en evidencia lo que ya dije muchas veces: diferentes organismos miden de diferente manera agregados diferentes).

La deuda pública francesa alcanzó un 113 por ciento del PIB en el 2024… (Horloge en temps réel de la dette publique française).
Si tu savais à quel point on s’en fout…(si supieras cómo nos toca una sin mover la otra…)

Detalle no menor: las deudas públicas estadounidense y francesa son tan altas que en los gastos corrientes el pago de los intereses constituye la mayor partida presupuestaria por sobre la Salud o la Educación. Un pingüe negocio que hace las delicias de los mercados financieros… ¿Algo que decir Mario?

Para Chile, Fitch señala, sin embargo, con preocupación, que “La relación deuda/PIB del gobierno central aumentará al 41,3 por ciento, frente al 39,4 por ciento registrado en 2023”.

Tener una deuda relativamente baja… ¿es bueno, malo o regular?

¿Quién inventó el compre hoy y pague mañana?

O bien pague en tres cuotas… sin intereses (mon cul!)

Si no existiese el crédito… ¿de qué servirían los Bancos?

Allegro ma non troppo…

En el año 2005 Francia, Irlanda y los Países Bajos rechazaron en sus respectivos referendos el Tratado de Roma que instituía una Constitución común para el conjunto de los países de la Unión Europea. Luego impusieron el Tratado de Roma contra el voto democrático de estos tres países.

Según sea el resultado, la democracia sirve para limpiarse el orto.

La regla del límite del tres por ciento de déficit público fue impuesta por el tratado de Maastricht, y como queda dicho Francia no la respeta. Esta regla fue inventada en Francia en los años 1980 (presidencia de Mitterrand), y es considerada “totalmente arbitraria” por numerosos analistas. Lo cierto es quelo es. Arbitraria, digo.

¿Porqué la impusieron? ¿Si lo fue… es aún pertinente? ¿Tiene alguna utilidad?

Estas cuestiones fueron abordadas en la edición de ayer (28 de mayo 2025) por el diario financiero parisino Les Échos. Hay razones para ello.

Por su parte, Arnaud Montebourg, ministro socialista de Economía y Finanzas de mayo del 2012 a agosto 2014 , al dimitir de sus funciones cansado de la pusilanimidad de la presidencia de François Hollande, declaró:

«Ya fue establecido claramente, y es sabido y compartido, que las políticas de austeridad son hoy en día la causa de la prolongación y de la agravación inútil de la crisis económica”, agregando que proseguir esa política constituye «un riesgo para la política».

Montebourg fue remplazado por un cierto Emmanuel Macron y lo que hemos visto desde entonces le da la razón a Montebourg.
En una entrevista en TV, Montebourg contó un par de chascarros.

Entre los directores del Presupuesto del Ministerio de Economía y Finanzas había algunos que le ocultaban los gastos reales (sic). Y cuando pidió un informe del estado real de la economía francesa, el jefe de Presupuestos, al entregárselo, sonriente, le dijo “Este será el último informe sincero que Ud. reciba” (sic).

Uno se dice que Winston Churchill tenía razón, y que la cháchara de los economistas y sus cifras, porcentajes y gráficos sólo sirven para entretener a los boludos.

Lo que nos trae de regreso a las optimistas aserciones de Mario Weissblut.

Lo que realmente importa

Desde David Ricardo, Adam Smith, Karl Marx y John Maynard Keynes (y unos cuantos otros) se sabe que lo importante en la Economía es cómo se distribuye el producto.

La Economía no se ocupa de “eficiencia”, ni de “optimalidad”, ni de la “elasticidad de la inversión en función de las tasas de interés”, ni de la edad del capitán, ni…. etc., etc.

El tema que determina todo el resto es la distribución del producto. El volumen mismo del producto no siempre describe correctamente el bienestar de la población:

La tasa de mortalidad infantil en Chile (según Index Mundi) es de 6,7 por mil nacidos vivos.

En los EEUU. – en el imperio– es de 5,28…

La tasa de mortalidad infantil en Cuba es aún menor: 4,3 por mil nacidos vivos.

Lo menciono porque para juzgar de estas cosas es preciso estar vivo… ¿no?

La dificultad de establecer comparaciones queda en evidencia en el ejemplo que sigue, extraído de DonnéesMondiales.com:

Ingresos y poder adquisitivo

El ingreso mensual promedio en Chile es de € 1.218,00 por persona. En Francia, es de € 3.482,00 por persona.

Los precios de los bienes de consumo corriente en Chile son, sin embargo, inferiores de 38,2 por ciento a los de Francia. Si se comparan el ingreso y los niveles de precios, la vida es más cara en Chile que en Francia. A fin de cuentas, los costes no compensan el ingreso inferior y se obtiene en torno a un 43,4 por ciento de menos.

No hay que olvidar que se trata de un modelo puramente estadístico.

El rendimiento del trabajo así como el tipo y calidad de los bienes recibidos corresponden siempre a la media nacional de ambos lados de la ecuación, por lo tanto no son necesariamente similares.

Queda la duda de saber si en Chile, para una familia de tres personas, el ingreso promedio es de € 3.654,00, o sea del orden de $ 3.900.000 pesos chilenos.

Hasta donde se sabe, el salario mínimo es de $ 500.000, cualquiera sea el número de miembros de la familia. Para una familia de tres personas en ese caso el ingreso promedio es de sólo $ 167 mil.

Pero… tenemos la buena fortuna de tener servicios públicos extremadamente eficaces, y el gasto público es muy reducido, Mario Waissbluth dixit.

Pero… un Estado que no dispone de recursos suficientes se limita cada año –como decía el General de Gaulle– a inaugurar los crisantemos.

Para desarrollar una política voluntarista en todos los ámbitos –industria, agricultura, educación, salud, tecnología, relaciones exteriores, energía, seguridad interior, vivienda, infraestructuras, etc.– el Estado debe disponer de recursos y jugar un papel dinamizador.

De ahí que presupuestos miserables se traducen en gobiernos miserables, e indirectanente en el flagelo de la corrupción: no queda sector de la actividad nacional en el que los intereses privados no prevalezcan por sobre el interés general. Ese tipo de Estado se limita a pasar los platos en el banquete al que asisten las grandes fortunas.

Los pringaos, el personal, los currantes, Los Miserables como escribió Víctor Hugo, debiesen apreciar la austeridad, la frugalidad, la continencia, la penitencia y la mortificación… Practicar y ser partidarios de la abstinencia y el ascetismo. Y Waissbluth aplaude.
Como dice mi pana Horacio V., reportero gráfico de su oficio, El coronavirus pasará… pero la boludez es inmortal…

rmh/lc

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