Por Víctor Ego Ducrot
El Huayracursor jaguensis es el fósil de un dinosaurio que vivió hace 230 millones de años. Fue descubierto hace pocos días en la provincia argentina de La Rioja por científicos del Conicet, la agencia estatal para la investigación científica y tecnológica desfinanciada en forma artera por el gobierno ultraderechista de Javier Milei.
El Hombre-mercancía no es una pieza paleontológica. Es la presente Humanidad, con pretensiones trágicas de proyección hacia el futuro.
No es oriundo de Argentina. Nació al mismo tiempo en todo el planeta, donde vive y vocifera odios e indiferencias. Pero sí es cierto que aquí, las intemperancias del Hombre-mercancía rugen con gargantas de fuego, como si por estas tierras se hubiere roto el huevo de la serpiente.
Desde nuestros primeros días en la Historia, los argentinos vivimos sobre una montaña rusa sin controles, en equilibrios inestables al borde de abismos, como personajes de una saga literaria, a veces de brillantes narradores y poetas, otras signada por el pulso de asesinos y violadores.
Cómo olvidar que nuestra literatura, como todas, hacedoras de vidas colectivas y de imaginarios que se convierten en leyes, nació a mediados del XIX con una violación, en medio de la sangre encharcada de El Matadero, de Esteban Echeverría.
Por estas comarcas deambuló hace tantísimos años el Huayracursor jaguensis, vaya a saber uno con qué códigos atávicos. Y hoy acampa la versión vernácula del Hombre-mercancía, predadores escondidos entre asfaltos, luces y máquinas que apenas chisporrotean desde millones de micro pantallas.
El Huayracursor jaguensis

Por favor no mal juzguen a nuestro dinosaurio recién descubierto. En nada se parece a sus congéneres alumbrados por el legendario roquero local Charly García, quien cantaba y canta, se dice que como repudio a la dictadura genocida del ’76 al ’83…
“Los amigos del barrio pueden desaparecer. Los cantores de radio pueden desaparecer. Los que están en los diarios pueden desaparecer.
La persona que amas puede desaparecer. Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire. Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle. Los amigos del barrio pueden desaparecer. Pero los dinosaurios van a desaparecer…”.
A nuestro Huayracursor jaguensis lo queremos, y lo acercamos a este texto porque nos recuerda al falso hueso arrojado al espacio por Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick en “2001: Odisea del espacio”, como aquél monolito alienígena nos acerca por arte de magia a los movimientos de la Historia.
El Hombre-mercancía
Es la Humanidad que quedó después de aquellos hombres y mujeres con luces y sombras de la Modernidad, de nosotros mismos, que somos apenas huellas o rastros de un mundo que ya no es.
Es el habitante de la era que denomino de “la mercancía absoluta” o fase superior del sistema-mundo capitalista imperialista. Son los documentados e indocumentados del Imperio Global Privatizado (IPG), el del poder concentrado en manos de las estructuras financieras con asiento en Estado Unidos y en el que las corporaciones tienen bajo su control las prácticas de la política y de los Estados y sus funciones.
El mundo de “la mercancía absoluta” y del Hombre-mercancía sólo ha sido posible por obra y (des) arte del dialéctico juego de interacción entre las acumulaciones de capital que hicieron posible al actual, inédito y vertiginoso desarrollo tecnológico- especialmente en las áreas de la comunicación y la información- y la nueva acumulación hasta el infinito, que ese desarrollo tecnológico posibilita.
La Humanidad del Hombre-mercancía habita entre redes, “aplicaciones” y micro pantallas. Ese es el hábitat de nuestras necesidades cotidianas, de nuestros deseos, de nuestras angustias y de nuestro propio erotismo.
Allí vivimos, atrapados entre algoritmos y como generadores de plusvalía total. No sólo de la que producimos como trabajadores, sino de aquella que engrosa las arcas de los dueños de la comunicación y de la información, de sus financistas y de las corporaciones que nos inundan con publicidades, cada vez que activamos nuestras pantallas de bolsillo, omnipresentes.
Pero el Hombre-mercancía no debería confiar en la fortuna de su boba alegría de alienado. Puede ser que, una vez más, la literatura se adelante a los hechos de la vida por fuera de ella (si es que existe tal dimensión).

En 2006, el portentoso Stephen King publicó “Cell”, una novela en la que a través de una señal emitida a todos los celulares en actividad, un sombrío “Pulso” hace que los habitantes de Estados Unidos se maten unos a otros en una espiral creciente de sanguinario horror…
Un apunte al margen: como en los viejos tiempos, los libros siguen siendo algo más que mercancía.
Argentina, Milei y las elecciones
Sólo si nos descubrimos como Hombre-mercancía entre los pliegues y los sigilos de la vida cotidiana, si nos comprendemos, podremos entonces entender qué nos sucedió. Por qué hace dos años instalamos en el gobierno a un fantoche sicópata con aires de fascista y al servicio de los poderes imperiales, y luego, hace pocos días, volvimos a votarlo, como si el inminente decapitado coronase a su verdugo al pie del cadalso.
Sucede que políticos profesionales, medios, periodistas y hasta consultores y ahora también “influencers” que se dicen del campo progresista y democrático no le hablan a ese Hombre-mercancía aún inasible por la razón política. No lo hacen porque no pueden, no saben o no quieren.
Se dirigen, y con consecuencias catastróficas para todo fin de justicia, a los rastros o huellas de lo que ya no es, a quienes atónitos y más allá de la angustia, pareciera que estamos condenados a ser sólo testigos sobre un escenario público poblado y hegemonizado por lunáticos, aventureros y oportunistas con rasgos fascistas; al fin y al cabo también mercancías.
Donald Trump con toda su peligrosidad para el mundo entero, y el presidente argentino Javier Milei, con su servil imbecilidad, no son otra cosa que “primus inter pares” en el universo de los lunáticos, del poder como paradigma psicopático que necesita comportamientos colectivos también psicopáticos.
Entonces…
1.- Los miles de millones de dólares que Estados Unidos le transfirió al gobierno de Buenos Aires como salvavidas político antes de las elecciones parlamentarias del domingo 26 de octubre, en las que el oficialismo de ultraderecha obtuvo una resonante victoria (en realidad esos millones tuvieron como destino salvar a los fondos de inversión amigos de Trump y a perpetuar la pérfida lógica de endeudamiento y fuga de activos que patrocina Washington).
2.- La fatiga social que provocaron las experiencias peronistas recientes, con vacilaciones y errores de conducción política lacerantes, aprovechadas con maestría por los aparatos mediáticos de la ultraderecha.
3.- Los vericuetos domésticos de un hacer divisionista y faccioso entre las fuerzas de ese peronismo contaminado por la cultura y la práctica de las derechas.
4.- El miedo de la sociedad a la crisis económica que podría devenir como consecuencia de una hecatombe del actual gobierno.

5.- Las operaciones de las encuestadoras que esta vez no intervinieron en el debate mediático y público porque fueron contratadas por los mismos grupos financieros estadounidenses, con el JP Morgan a la cabeza, que cenaban con Milei horas antes de las elecciones y sí contaban con información certera sobre el resultado electoral que se avecinaba.
6.- Las penurias económicas y las manipulaciones de los dispositivos comunicacionales oficialistas lograron que millones de argentinos ni siquiera repararan en los recientes escándalos por estafas internacionales y narcotráfico que involucran a personajes gubernamentales del más alto nivel.
Todo ello y otras tantas líneas de análisis circulan a estas horas entre quienes se desgañitan, por derecha o no, para explicar lo que sucedió en Argentina. Cada una de ellas puede y hasta debería ser tomada en cuenta.
Sin embargo y final…
La explicación última de la tragedia que se abate sobre los argentinos hay que hallarla en la incapacidad sustancial de las fuerzas que se consideran progresistas para comprender los nuevos escenarios y a su nuevo actor: el Hombre-mercancía.
En la noche del domingo 26 de octubre, millones de argentinos desolados no pudieron dormir. Un futuro de tristezas los aguarda, sobre todo porque no logran comprender qué es lo que está sucediendo.
O nos dedicamos a desentrañar cómo siente y cómo se comporta el Hombre-mercancía o todo será peor.
rmh/ved
 
								 
															 
															 
															 
				