Por José R. Oro
¿Envejecimiento de la población o sistema capitalista senil?
Malthus reprendió a los pobres por ser pobres. Pero claramente no tenía ningún problema con que los ricos fueran ricos.
Lo mismo ocurre hoy con los acólitos contemporáneos de Malthus, por ejemplo MAGA. Los neo- liberales culpan a los más vulnerables de ser una carga para la sociedad. Pero esos mismos hipócritas ignoran convenientemente- o peor aún, defienden activamente- la verdadera bala de cañón que llevamos encadenada al tobillo: los multimillonarios y banqueros que no son más que un drenaje social y cuyo sistema condena a cientos de millones a una vida de agonía e inhumano trabajo.
Los neo maltusianos de hoy, señalan con el dedo a todo tipo de chivos expiatorios cuando se trata de los crímenes y calamidades del capitalismo. Se espera que inmigrantes y refugiados se ahoguen en el mar Mediterráneo o mueran en la frontera de México- EE.UU., por ejemplo. El país está «lleno», nos dicen. Si se permite el ingreso de un «enjambre» de extranjeros a nuestras costas, entonces los servicios, que ya están de por sí limitados, colapsarán. Mientras tanto, los capitalistas se están ahogando en ganancias.
O tomemos el caso de las personas mayores. Irónicamente, tras haber estado preocupados alguna vez por una “bomba demográfica”, muchos autores inspirados en Malthus hoy en día están preocupados por lo contrario: que la gente no esté teniendo suficientes hijos, lo que lleva a sociedades que se están reduciendo en número y envejeciendo.
Según estimaciones de la ONU, las mujeres en todo el mundo- por diversas razones- tienen cada vez menos hijos. En consecuencia, se prevé que la población total del planeta aumentará de los más de ocho mil millones actuales a un máximo de alrededor de 10,4 mil millones en 2083. Con pronósticos de tasas de natalidad más bajas, este apogeo caerá a nueve mil millones en 2050.
Al mismo tiempo, gracias a las mejoras en la atención sanitaria, etc., la esperanza de vida está aumentando. El resultado general es que la sociedad está envejeciendo rápidamente.
Esto tiene importantes ramificaciones económicas. En particular, la «tasa de dependencia de las personas mayores», que mide el número de personas de ese grupo etario en relación con la población en edad de trabajar (entre 15 y 64 años), está aumentando lentamente. En otras palabras, una fuerza laboral reducida tiene que sustentar a un mayor número de jubilados. Significa relativamente menos trabajadores para impulsar el crecimiento económico; menos fuerza de trabajo proporcionalmente para que la exploten los capitalistas; y menos contribuyentes en comparación con la población total, junto con mayores gastos gubernamentales en pensiones estatales y atención sanitaria pública.
“Los cambios significativos y prolongados que se avecinan en el tamaño y las características de la población y la fuerza laboral podrían socavar el crecimiento económico”, advierte George Magnus, ex economista jefe del banco de inversión UBS, en su libro The Age of Ageing. «Las sociedades que envejecen tendrán que descubrir cómo obtener más gasto relacionado con la edad del Estado de bienestar y cómo pagarlo».
De manera similar, un informe especial reciente de la revista “liberal” The Economist predice una ‘japonificación’ de Occidente, es decir, un proceso de envejecimiento y disminución de la población que conducirá al estancamiento económico y al aumento de las deudas nacionales
Los autores de la revista llegan incluso a sugerir que las personas mayores podrían ser responsables del atolladero depresivo en el que está atrapada la economía mundial, no sólo porque un número creciente de personas mayores implica superiores índices de dependencia y de gasto público (en bienestar y atención sanitaria), sino también porque los jubilados aparentemente están contribuyendo a un «exceso de ahorro global».
No sorprende que estos escritores burgueses no piensen en examinar las causas reales detrás de la desaceleración de la economía global: no un «exceso de ahorro» en manos de los ancianos, sino en las cuentas bancarias de los multimillonarios.
Es el capitalismo- un sistema devastado por la sobreproducción y la anarquía- el responsable del “estancamiento secular” y la “depresión permanente” que los economistas burgueses (como Larry Summers y Paul Krugman, respectivamente) estaban discutiendo antes de la pandemia; y por la inestabilidad y la inflación que ahora acechan tanto a la clase dominante como a la clase trabajadora.
El hecho es que si la economía avanzara y la productividad aumentara, entonces no habría problema en que un número relativamente menor de trabajadores tuviera que sustentar a un mayor número de personas en sus años de ocaso. La riqueza para proporcionar mayores niveles de atención sanitaria, etc., estaría ahí. De hecho, el dinero para esto ya existe, pero permanece inactivo en las bóvedas de los súper ricos.
Entonces, en lugar de culpar a los boomers por sobrecargar los presupuestos gubernamentales, deberíamos culpar a los patrones y su sistema por paralizar la sociedad. El problema no es una división generacional, sino una división de clases.
La verdadera pregunta a este respecto no es «¿qué hacemos con todas estas personas mayores?», sino «¿por qué se ha estancado la productividad?».
¿Por qué no podemos producir más con menos, no sólo en la industria y la agricultura, sino también en los servicios esenciales? ¿Por qué tecnologías como la inteligencia artificial y la automatización no han conducido a una reducción masiva de la semana laboral y de la edad de jubilación? ¿Por qué, a pesar de todos los últimos avances científicos, una fuerza laboral relativamente más pequeña no puede proveer para una proporción cada vez mayor de dependientes, al mismo tiempo que aumenta la provisión de pensiones, atención social, cuidado infantil, educación, etc.?
Así como el progreso científico y tecnológico ha permitido que más personas vivan más tiempo y ha dado a las familias un mayor control potencial sobre el número de hijos que tienen, también un mayor desarrollo de las fuerzas productivas debería permitir a la sociedad sostener poblaciones mayores y más vastas, con niveles de vida más elevados para sus hijos.
Todo esto (y más) es enteramente posible. Pero no sobre la base del capitalismo, que se encuentra en un punto muerto.
De hecho, incluso los académicos tradicionales advierten sobre un «estancamiento científico»; informan que la investigación se ha vuelto menos «perturbadora» en las últimas décadas y que la innovación se ha estancado.
Por supuesto, lo que no ven estos pesimistas empíricos- como Malthus antes que ellos- es que este estancamiento no es absoluto, sino relativo. No es la ciencia y la tecnología lo que ha llegado a un callejón sin salida, sino el modo de producción actual.
En resumen, no es el envejecimiento de la población el culpable de las crisis de la sociedad, sino un sistema senil- el decrépito sistema capitalista- que ha sobrevivido durante mucho tiempo a su papel histórico y que de ahora en adelante debe ser sepultado, enterrado por sus sepultureros, la clase trabajadora.
Colapso y catástrofe
Las cifras y proyecciones antes mencionadas sobre el crecimiento demográfico suponen un nuevo golpe a los argumentos de Malthus y sus discípulos. El reverendo reaccionario no sólo estaba equivocado acerca de la capacidad de la humanidad para transformar la producción y así alimentar a un número cada vez mayor; también se equivocó acerca de la predilección de la humanidad por la procreación.
Nada, insistió Malthus en su infame ensayo, podría impedir que la gente común y corriente se reproduzca incontrolablemente como conejitos. Y, sin embargo, vemos que, a medida que la sociedad se desarrolla, los cambios materiales repercuten en la familia, lo que lleva a una tendencia general hacia la reducción de las tasas de fertilidad.
Los factores detrás de este proceso son numerosos: el paso de la agricultura a la industria y del campo a la ciudad; la entrada de un mayor número de mujeres al mercado laboral; la creación de estados de bienestar, incluidas la educación pública y la atención sanitaria; la mayor accesibilidad a la anticoncepción y al conocimiento sobre planificación familiar; cambios en las actitudes sociales, sobre todo en términos del papel cada vez menor de la religión; y, cada vez más, los padres potenciales no pueden permitirse criar a más hijos (si los hay), debido a los bajos salarios y los altos costos del cuidado de los niños, los alquileres, etc.
Independientemente de las causas precisas, el resultado general bajo el capitalismo moderno es claro: el desarrollo de las fuerzas productivas proporciona un impulso material y una base para que las familias tengan menos hijos, al mismo tiempo que permite a la sociedad sustentar una población total mayor. Sin embargo, los malthusianos, que ven todo de una manera puramente unilateral, ignoran esta realidad.
Lo mismo puede decirse de destacados neomalthusianos como el ‘Club de Roma’, un grupo de académicos, intelectuales y organizaciones burgueses que, en 1972, publicaron su impactante informe sobre Los límites del crecimiento.
Actualizando las ideas de Malthus para la era de las computadoras, los científicos del Club de Roma modelaron cambios en los recursos y la población del planeta, produciendo predicciones apocalípticas de un colapso ecológico, económico y social total dentro de 100 a 120 años.
Pero como respondió el crítico Christofer Freeman, de la Universidad de Sussex (y autor de Models of Doom): “Pongan a Malthus; saquen a Malthus”. En otras palabras, cualquier modelo es tan confiable como sus datos de entrada y supuestos. Y los autores de Los límites del crecimiento estaban completamente infectados con prejuicios malthusianos, que sesgaban por completo sus predicciones demográficas y ambientales.
Se pronosticaba que la población y el consumo continuarían creciendo exponencialmente, mientras que la producción- particularmente de alimentos- tendría dificultades para mantenerse al día. Los recursos finitos se agotarían a un ritmo cada vez más rápido. Y si el hambre no nos mató a todos, la contaminación ciertamente lo haría.
Por lo tanto, lo único que podían recomendar eran políticas encaminadas a lograr un «crecimiento cero». Éste es el linaje malthusiano del que descienden las ideas contemporáneas de «decrecimiento». En el contexto del capitalismo, esto equivale a un régimen de austeridad permanente.
Y, sin embargo, el Club de Roma tenía razón. Siguiendo con sus actividades habituales, la humanidad se precipita hacia un futuro horripilante de crisis ecológicas, económicas y sociales, que pueden incluso amenazar la continuación de la civilización misma. Pero la solución no reside en remedios malthusianos de “controles positivos”, controles demográficos o restricciones al consumo, sino en que la clase trabajadora tome el poder y planifique la producción de manera racional, en interés de las personas y del planeta.
El problema demográfico, de la producción y distribución en Cuba
El acelerado envejecimiento de la población y la baja fecundidad muestran la negativa dinámica demográfica de la sociedad cubana de hoy. La población cubana envejece y lo hace a un ritmo vertiginoso, incluyendo una fuerte emigración que afecta sobre todo a los grupos etarios más jóvenes. La proporción de personas de edad avanzada se incrementa con rapidez, siendo ya más del 22.3 por ciento la cifra de ciudadanos sexagenarios o aún mayores.
La primera razón en el caso cubano, es el exacerbado Bloqueo que ya tiene más de 62 años (64 en realidad). Quien escribe tenía ocho años cuando esa bárbara guerra económica, incluso extraterritorial, comenzó. El 87 por ciento de la población de Cuba no había nacido o éramos menores de 10 años cuando comenzó el Bloqueo, lo que muestra la injusticia de tal acto.
El Bloqueo y otros factores en menor medida, han creado graves situaciones con la producción, sobre todo de alimentos, la producción de energía, el transporte público y la construcción/ reparación de viviendas (un factor generador de baja natalidad y migración).
Aunque la distribución en Cuba es de las más justas del mundo, incluyendo la atención especial a los grupos más vulnerables, no se puede distribuir lo que se no se ha producido o si el engranaje logístico de la distribución es imperfecto debido a diversos factores. Si se produce más y con incrementada eficiencia, los problemas demográficos y de envejecimiento poblacional en especial se verán impactados positivamente. El reverendo Malthus no tiene nada que proponerle a Cuba, no tiene además ni voz ni voto, el pueblo de Cuba no lo necesita para nada.
Socialismo o barbarie, socialismo o extinción, no hay otra alternativa
El marxismo no adopta una visión moral abstracta sobre si son preferibles poblaciones más grandes o más pequeñas; si la gente debería o no querer tener hijos. Un ejemplo concreto es la R.P.China, que durante un tiempo introdujo regulaciones de la tasa de natalidad debido al desfase entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el crecimiento poblacional. A lo que sí se opone el marxismo es a que los malthusianos- de derecha o “seudo- izquierda”- afirmen que la gente corriente debe morir, sufrir o aceptar ataques a sus niveles de vida porque la sociedad aparentemente no tiene los recursos o el potencial productivo para proporcionar una vida decente a toda la población mundial e incluso a miles de millones más.
Para lograr esto, necesitamos una revolución para reemplazar las leyes anárquicas de la producción capitalista por nuevas leyes económicas basadas en la planificación socialista racional y el control de los trabajadores. Como explica Engels: «La llamada ‘lucha por la existencia’ asume la forma: proteger los productos y las fuerzas productivas producidas por la sociedad capitalista burguesa contra el efecto destructivo y devastador de este orden social capitalista, quitándole el control de la producción y distribución social a la clase capitalista dominante, que se ha vuelto incapaz de realizar esta función, y transferirla a las masas productoras- y eso es la revolución socialista».
Todo tipo de barreras impiden que la gran mayoría tenga un control genuino sobre sus vidas. Por un lado, la Corte Suprema de Estados Unidos- y los gobiernos reaccionarios de un país tras otro- han despojado a millones de mujeres de su derecho a elegir no tener un hijo. Los pueblos desean eliminar todos estos obstáculos, proporcionando derechos reproductivos y otras libertades democráticas básicas a las mujeres, y planificando racionalmente la economía para proporcionar vivienda decente, servicios públicos y pensiones, cuidado de niños y ancianos socializados y gratuitos para todos.
Lo más necesario para obtener una sociedad mejor y más justa es la ¡UNIDAD, UNIDAD, UNIDAD, UNIDAD, UNIDAD, UNIDAD, UNIDAD! En el mundo entero, en los Estados Unidos al borde del fascismo abierto y por supuesto, en Cuba. De todas las fuerzas progresistas y antifascistas, creyentes o ateos, marxistas, pacifistas, defensores de las minorías, LBTQ+, feministas y todos los que deseen el bien y la supervivencia del género humano.
Sólo así podremos evitar que la crisis existencial que enfrenta la humanidad hoy nos destruya. Las únicas opciones de que disponemos son el socialismo o la barbarie; el socialismo o la extinción de la humanidad.
rmh/jro