Por Juan J. Paz-y-Miño Cepeda
En noviembre de 2024, se realizaron cuatro cumbres internacionales: la 29ª Conferencia de las Partes, de Naciones Unidas (COP29), en Bakú, Azerbaiyán; la Cumbre del G20 en Río de Janeiro, Brasil; la Reunión de Líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Lima, Perú; y la XXIX Cumbre Iberoamericana en Cuenca, Ecuador. La de mayor atención mediática fue la COP29 (https://unfccc.int/es), con la asistencia de 197 países y ante las expectativas mundiales frente al cambio climático. Sin embargo, no se ha pasado de las declaraciones y algunos acuerdos, porque persisten las resistencias a las propuestas concretas para el financiamiento global de las grandes potencias y empresas en apoyo a los países de menor desarrollo.
A la reunión de la G20 (www.g20.org/es) asistieron los 19 países miembros, entre quienes están Argentina, Brasil y México, además de la Unión Europea y la Unión Africana, pero también participaron como invitados Bolivia, Chile, Colombia, Paraguay y Uruguay. Abordó temas generales en cuanto a la recuperación económica global y el cambio climático. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva logró destacar a Brasil, que priorizó la erradicación del hambre y la pobreza, así como el desarrollo sostenible. Además, se facilitaron encuentros bilaterales, contando con la presencia del presidente Xi Jinping de China, país con el que se suscribieron múltiples acuerdos de cooperación en áreas como comercio, energía e inteligencia artificial. Si bien Brasil se puso a la cabeza del liderazgo sudamericano en un contexto mundial en el que se afianza la multipolaridad, los resultados aún no llenan las esperanzas, si bien se creó la “Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza”. Resulta muy ilustrativo que sea el Papa Francisco quien se dirija a los líderes del mundo, subrayando que el hambre constituye una «injusticia escandalosa y una grave ofensa», instando a la adopción de medidas inmediatas y decisivas para erradicarla, subrayando que no es un problema de escasez de alimentos, sino de la distribución desigual y las injusticias sociales y económicas, que contrastan con el desperdicio de alimentos y el gasto exorbitante en armamentos, al mismo tiempo que denunció los conflictos bélicos que incrementan la pobreza y el hambre (https://t.ly/8nsMm).
La APEC (www.apecperu.pe/2024), en la cual participaron los 21 miembros, entre quienes están Chile, México y Perú por América Latina, tuvo crucial importancia geoestratégica sobre todo para China y relativamente para Perú, en tanto beneficiario directo de las inversiones chinas. La Declaración final abordó temas como la promoción de la transición a la economía formal y global. Perú y China firmaron acuerdos para impulsar la infraestructura y la sostenibilidad en el sector transporte, sobre el agro y varios memorándums de entendimiento para fortalecer el comercio. China promovió su iniciativa de la Franja y la Ruta, buscando reforzar los vínculos entre Asia-Pacífico y América Latina. En forma paralela, Perú inauguró el megapuerto de Chancay (80 Km. al norte de Lima) iniciado en 2011 durante el gobierno de Ollanta Humala (2011-2016), financiado y construido por la empresa estatal china COSCO Shipping Ports y que pasa a ser un eje estratégico sudamericano para el comercio con Asia. Es un logro que ha dejado atrás el proyecto Manta (Ecuador)-Manaos (Brasil) encabezado por el presidente Rafael Correa (2007-2017) y que fue paralizado por el gobierno de Lenín Moreno (2017-2021), interesado en arrasar con todo vestigio del “correísmo” y literalmente abandonado en años posteriores. El puerto de Chancay manejará grandes volúmenes de carga, compite con otros puertos de la región y generará nuevas formas de integración comercial con los países vecinos del Perú. Como era de esperar, el megapuerto ha despertado las “alarmas” de los Estados Unidos por la creciente e indetenible presencia de China en América Latina (https://t.ly/vjTqn)
La XXIX Cumbre Iberoamericana resultó la de menor importancia. Desde 1991, cuando se iniciaron estos encuentros, es la primera vez que no asistió uno solo de los presidentes latinoamericanos. Ha sido un fracaso diplomático para el gobierno del presidente ecuatoriano Daniel Noboa, cuestionado por su comportamiento al incursionar en la embajada de México en Quito, los enfrentamientos con la Vicepresidenta, y su alineación con los EEUU. y con el FMI. La Cumbre no pudo lograr un documento final de carácter oficial, aunque solo 18 delegados suscribieron un texto extraoficial, al que se opuso Argentina (https://t.ly/__nvp). A su interior hubo roces entre delegados, particularmente de los representantes de Argentina y Cuba, con visiones desde polos absolutamente opuestos sobre la región, el bloqueo norteamericano a la isla y la marcha política de Cuba.
Para América Latina los cuatro encuentros tienen distintos alcances. La región participa de los criterios mundiales sobre la necesidad de afrontar el cambio climático. Además, quienes lideran las posiciones latinoamericanistas de carácter progresista son Brasil y México, mientras Argentina, gracias a las visiones libertarias del presidente Javier Milei, entra en contradicción con los ideales y procesos que se movilizan en la región para construir economías de tipo social, que son incompatibles con los perversos dogmas del “mercado libre” latinoamericano y de una economía exclusivamente movida por los intereses empresariales. Esta tensión ha derivado en el enfrentamiento directo con Milei durante la G20 que ha revelado el presidente colombiano Gustavo Petro y que se debe precisamente a esos abismos conceptuales (https://t.ly/FR_YL).
Para España es de enorme importancia la edificación de una comunidad Iberoamericana, pero también hay fuerzas que pretenden aprovechar de esta esfera para expandir la visión “hispanista” encabezada por el partido Vox, que trata de desnaturalizar la historia propia de América Latina, donde la conquista y la colonia no fueron procesos idílicos, sino que marcaron, en el largo tiempo, las bases de las estructuras del subdesarrollo y, además, las independencias tampoco fueron “errores” o rupturas de esa misma comunidad, sino pioneros logros en la lucha contra el coloniaje en el mundo contemporáneo. De su parte, los EE.UU. procuran reforzar el interés por mantener su hegemonía en una región que se ha acercado a China y Rusia incluso de la mano de gobernantes derechistas. Además, se han incrementado las relaciones con países de Asia y África, de modo que todos estos vínculos internacionales reconfigurados benefician a Nuestra América Latina y fortalecen el mundo multipolar.
El problema está en que la región no ha logrado integrarse como un bloque geopolítico. A los gobiernos empresariales solo interesan las aperturas del comercio y los tratados entre países para afirmarlo, mientras a los gobiernos progresistas interesa la integración y, además, una coordinación internacional de carácter regional. Argentina y Ecuador están quedando fuera de estos desafíos. Y a las condiciones externas hay que sumar las situaciones nacionales en cada país. Ecuador es hoy un ejemplo claro del cambio operado desde 2017 a favor de la restauración de un dominio oligárquico, sustentado en las viejas consignas de una economía basada en el poder de los dueños del capital y en el “mercado libre”, de nefastas consecuencias en América Latina.
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