Por José Luis Díaz- Granados
Éramos muy niños a comienzos de los años 50 cuando, de la mano de nuestros papás, vimos en el Teatro “Ariel”, del centro de Bogotá, El pecado de Laura, cinta que aunque era dura y difícil en ese blanco y negro exclusivo, decisivo y concluyente, resultaba hermosa y al mismo tiempo, interesante e inocente a nuestros ojos.
Luego- después de haber visto dos o tres películas de “La Pinal”, junto a Pedro Infante, el divino galán seductor, de voz incomparable, quien con Jorge Negrete, colmaba los ámbitos del corazón de millares de mujeres de Nuestra América en aquella edad de oro que proyectaba el cine mexicano-, vimos Viridiana, la alegoría más perfecta de la ambigüedad cristiana que siempre se debate entre la caridad ingenua y la justicia social.
Pero a partir de aquellos años preciosos, Silvia Pinal (Guaymas, México, 1931), se convirtió en la diosa predilecta del genio del cine español Luis Buñuel, exiliado en México-, ícono surrealista, antifascista, amigo íntimo de Federico García Lorca y de Salvador Dalí-, quien la prefirió por sobre todas las artistas mexicanas de su entorno, y la escogió como la musa esencial, ideal y única, del cine mexicano en esa inolvidable Edad de Oro.
Silvia Pinal fue la actriz principal, bella, absolutamente inolvidable e inequívoca, de obras maestras del cine universal como Viridiana, película de inmensas glorificaciones divinas y humanas, que fue atacada por la inquisición policial y anticristiana del perverso Vaticano del papa fascistoide de entonces, que exigió que fuese quemada, entre otras bestialidades catolicoides. También, Silvia, fue la deslumbrante y excepcional intérprete de otras joyas de la cinematografía universal (siempre, bajo la dirección de Buñuel) como El ángel exterminador y Simón del desierto.
Silvia Pinal guardaba como en una íntima caja fuerte de repertorios románticos, convicciones que la maravillaban como que actrices de universalidad de la talla de Catherine Denevue y Jeanne Moreau no hubieran tenido la fortuna de hacer más tres películas con el genial director español Luis Buñuel.
La bella, legendaria y talentosa Silvia Pinal- quien en sus últimos años se casó con el famoso cantante Enrique Guzmán (hija de él con Silvia, es la celebérrima actriz y cantante Alejandra Guzmán)-, tuvo amoríos con el director de cine Emilio Azcárraga) y fue retratada al óleo por el mítico pintor comunista Diego Rivera.
La divina y siempre creciente potencia geográfica, revolucionaria, científica, artística, sociológica y política que es el inmenso y colosal país que se denomina Estados Unidos Mexicanos, se engrandece y dignifica cada día con seres maravillosos y asombrosos en todos los ámbitos de la creatividad humana, como Silvia Pinal, hermosa y sensible mujer mexicana, extraordinaria actriz del cine en todas sus edades de oro, y símbolo perenne de fidelidad a una vocación artística y ejemplo superior de lo que debe ser una entrega total al arte como suprema demostración de amor al pueblo que le vio nacer.
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