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sábado 23 de noviembre de 2024

Medios de comunicación hegemónicos y Telesur

Por Rafael Cuevas Molina

 

La nueva arma mortal se llama medios de comunicación de masas en manos de unas cuantas corporaciones que los manipulan

 

Desde los ahora lejanos años 70, hay una discusión en América Latina sobre el papel  que juegan los medios de comunicación como agentes ideológicos. En el contexto de las implicaciones políticas que había provocado la Revolución Cubana, y del proceso abierto en Chile con el triunfo de la Unidad Popular en 1970, Armand Mattelart  y Ariel Dorfman escribieron varios libros sobre la “dominación ideológica” que se ejercía a través de los medios y las industrias culturales, el más conocido de los cuales fue Para leer al Pato Donald.

Esta preocupación sobre el papel de los medios en la lucha ideológica de la época nacía por el creciente rol que tenían estos, a raíz de la revolución tecnológica de la posguerra, uno de cuyos principales componentes es, precisamente, el de los sistemas de la comunicación y la información.

Los Estados Unidos de América comprendieron tempranamente el papel fundamental  de esa “conquista de mentes y corazones” que se podía lograr a través de los periódicos, la televisión y la radio, y también el entretenimiento. De ahí que la industria editorial y  cultural pasara a ocupar un rango importantísimo en la estrategia de difusión de una determinada visión acorde con sus intereses, no solo del mundo sino de la coyuntura política.

El modelo norteamericano de desarrollo de los medios y la industria cultural y el entretenimiento, se construyó según los postulados de la empresa privada, la concentración y la conformación de oligopolios.

Como dice Jesús Martín Barbero, “En el proceso de globalización el que lleva la iniciativa es el mercado, es el que ahora regula las relaciones entre los pueblos, las naciones y las culturas, el que pone los modelos de comunicación y dinamiza las redes”.

Son las reglas del mercado, también, las que determinan la concentración de los medios, no solo en América Latina sino en todo el mundo. En busca de mayor rentabilidad, con frecuencia las empresas mediáticas se fusionan.  La facilidad que ofrecen las nuevas tecnologías  para que los mensajes de unos cuantos medios sean reproducidos por muchos más, ya sea de manera simultánea o diferida, facilita esa concentración.

En Estados Unidos, por ejemplo, el control de esos medios está en manos de unos cuantos conglomerados: AOL, Disney, Seagram, Comcast, News Corporation y Sony, que se encuentran entre las empresas más grandes del mundo con tasas de crecimiento superiores al 100% en los últimos 20 años. Los periódicos son una industria compuesta por seis cadenas; siete corporaciones controlan la industria del libro y el 80 % de los libros salen de Barnes & Noble y Borders, cinco disqueras manejan el 87% de la industria del disco, para señalar sólo algunos ejemplos.

En América Latina Televisa, el Grupo Globo, el Grupo Clarín y el Grupo Cisneros, de México, Brasil, Argentina y Venezuela , respectivamente, son algunos de los grandes oligopolios mediáticos. Acorde con las características de los emprendimientos capitalistas latinoamericanos, tienen estrechas alianzas con empresas transnacionales, como AOL y Sky, por ejemplo.

A través de estas grandes empresas y sus socios, se canaliza la ya de por sí centralizada información que difunden las agencias de noticias.

Datos recopiladas por la Comisión para el Estudio de los Problemas de la Comunicación (CIPEC),  de la UNESCO, nos permiten concluir que las cuatro grandes agencias de noticias occidentales: Associated Press (AP), United Press Internacional (UPI), Reuter y France Presse, son  las únicas empresas de comunicaciones que se encuentran presentes en más de 160 países, donde habita cerca del 99 por ciento de la población mundial.

Son estas agencias, cuya información es diseminada por los grandes conglomerados mediáticos latinoamericanos, que a su vez nutren a las pequeñas empresas de la comunicación, las que determinan qué y cómo se informa. Son las que estructuran la agenda mundial, las que relevan y ocultan problemas, las que “orientan” a la opinión pública.

Su agenda es la de los intereses del mercado global, las de las grandes transnacionales y la de los países que impulsan la estructuración neoliberal del mundo. ¿Podemos pedirles objetividad en la información que nos brindan?
Durante los años 80, parte de la polémica en torno al papel que ejercen los medios de comunicación en la mente de personas y conglomerados sociales se centró en determinar si el receptor de los mensajes de los era un ente pasivo o activo. Se les achacó a los análisis de investigadores como Mattelart y Dorfman, que no le concedían al público suficiente capacidad de recapacitar y procesar la información que recibían.

Y es cierto, éste no es una caja vacía en la que cae la información que orienta acciones en una determinada dirección. Pero es evidente, también, que en la cotidianeidad, la inmensa mayoría de las personas no tienen más tiempo que llegar a comer frente al televisor por la noche, o de ojear los titulares de los periódicos que les dan información en la que delegan el incómodo trabajo de analizar por su cuenta.

Queda en evidencia que la nueva arma mortal no tiene pólvora, ni esparce isótopos radioactivos. La nueva arma mortal se llama medios de comunicación de masas en manos de unas cuantas corporaciones que los manipulan a su antojo en función de sus intereses corporativos, en alianza con las más reaccionarias fuerzas políticas.

Ante este panorama, se puede comprender  la importancia de un proyecto como TeleSUR, que se propone revertir  esas condiciones de desigualdad sobre las que se desarrolló la comunicación social en la región. Uno de los impulsores de la televisora, el periodista uruguayo Aram Aharonian, explica así su objetivo:

“Ellos [las empresas dominantes del sistema mundial de medios, controladas desde el llamado Primer Mundo] ven a América Latina desde allá. Nosotros queremos ver nuestro continente desde nuestro continente (…). Por primera vez los latinoamericanos vamos a vernos a nosotros mismos con nuestros propios ojos y hacernos ver ante el mundo cómo somos” porque, en efecto, en nuestro caso, lo extranjero se entiende como el ojo del otro que, en posesión de la tecnología y en control de los sistemas de comunicación e industrias culturales, observa y construye una imagen –con frecuencia devaluada- de su objeto de mira; el otro que, desde una subjetividad excluyente, elabora y difunde sus imaginarios sobre nosotros, lo que incide en su forma de establecer y conducir sus relaciones culturales, políticas y  económicas con el conjunto de países de la región.

Este objetivo es considerado como una prioridad estratégica, para hacer frente a “la ofensiva de pensamiento e imagen únicos, que es lo que transmiten los medios de comunicación comerciales, nacionales y trasnacionales”, y para cumplir con lo que los responsables de TeleSur definen como “la urgencia de vernos con nuestros propios ojos y dar soluciones propias a nuestros problemas”.

Desde esta perspectiva, TeleSur señala un rumbo para otras iniciativas que aspiren a convertirse en alternativas al cuasi monopolio informativo mundial ejercido por las grandes empresas con presencia global, como un esfuerzo por democratizar las comunicaciones, y cuyo reclamo se materializa y expresa en los nuevos movimientos sociales, en los gobiernos progresistas de la región que intentan poner en marcha transformaciones en sus países, y en los grupos humanos invisibilizados que ahora reivindican sus identidades, sus luchas, sus realidades, en suma, sus culturas.

La propuesta de comunicación de TeleSur es la de un modelo de televisión público-estatal, participativa, que procura un rescate de la memoria histórica, las tradiciones y la cultura latinoamericanas

Las características de la propuesta de comunicación de TeleSur es la de un modelo de televisión público-estatal, participativa, que procura un rescate de la memoria histórica, las tradiciones y la cultura latinoamericanas, proveyendo a su público información contextualizada y productos audiovisuales (reportajes, entrevistas, noticiarios, cine y documentales – estos dos últimos ocupan el 55% de la programación-) a partir de su propia agenda informativa.

Su sistema de producción es horizontal (lo que establece una diferencia con los esquemas verticales de producción de las grandes cadenas comerciales privadas, como CNN, FOX, NBC), organizado como una amplia red informativa regional, en virtud de corresponsalías, acuerdos con televisoras nacionales, universidades, grupos de la sociedad civil y productores  independientes. Los materiales de estos proveedores son enviados a la sede central en Caracas, donde se organiza la programación.

La creación de la televisora multiestatal ha traído a la palestra un tema, el de la comunicación social democrática, oficial y oficiosamente relegado al olvido durante las últimas décadas, en las que el recrudecimiento del modelo de desarrollo neoliberal en la región restó importancia, cuando no descartó del todo, las discusiones en torno a temas como la alta concentración de la propiedad de los medios en América Latina, el uso político-ideológico de la información, la producción y difusión de un discurso de y desde lo latinoamericano como oposición al discurso hegemónico globalizador, y la función que deben desempeñar los Estados en el desarrollo de sistemas de comunicaciones pluralistas y que fortalezcan la diversidad de las identidades culturales (no solo de la identidad nacional y su peculiar elaboración histórica y simbólica).

ag/rcm

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