Por Gustavo Espinoza M.
Alguien en las redes tuvo el acierto de considerar a Dina Boluarte como “La comandante Cero”. Cesar Hildebrand hizo suya la idea.
La alusión no estuvo referida a Edén Pastora, el Comandante Cero, dirigente del Frente Sandinista de Liberación Nacional que en 1978 tomó por asalto el Parlamento de la Nicaragua Somocista ni a su adjunta Doris Téllez, sino más bien a la cifra- el cero- que fue el paupérrimo nivel de aceptación ciudadana que alcanzó Dina Boluarte en la reciente encuesta de Ipsos Apoyo en buena parte del país, y el tonito de “mandona” con la que se dirige a la ciudadanía cuando tiene un micro al frente.
Porque, en efecto, esta “comandante Cero”, lo es en toda su dimensión. Podríamos decir un Cero a la Izquierda, o simplemente un cero- es decir una nulidad- cuando se trata de escuchar la opinión de la gente, encarar las tareas que le corresponden o enfrentar los retos que la situación plantea. Y es que, en verdad, no acierta una.
Para ella, ser Presidente de la República implica leer discursos de cinco horas para dormir a sus ministros en el recinto de un Congreso adocenado; nombrar a su hijo en un puesto diplomático del Perú en Naciones Unidas; usar relojes Rolex y pulseras Cartier; cambiar cada día vestidos de gala; quitarse las arrugas del rostro con dinero público; derramar incienso sobre la cabeza de mandos policiales y castrenses de modo cotidiano para asegurar su apoyo; duplicar sus ingresos; viajar por el mundo cada vez que le place; ser recibida por mandatarios extranjeros en ciudades importantes y declarar con voz tronante la guerra a todos los que la critican, desconfían de ella o dudan de su capacidad gubernativa.
Recientemente anduvo en apuros. Debió afrontar una crisis de Gabinete que le pudo generar una frustración inconsolable. Hizo todo lo que pudo para evitarla. Incluso cortó la cabeza de tres titulares de portafolios para ver si contentaba a sus adversarios de ocasión, pero no lo logró. Finalmente tuvo que aceptar la renuncia del presidente del Consejo de ministros y luego la caída de su Gabinete en pleno.
Y ahí partió la segunda parte de la comedia, Se cambió a Adrianzén por Arana y se ratificó al Gabinete anterior. En otras palabras, se evocó a Giuseppe di Lampedusa en “Il Gattopardo” y se optó por cambiar todo, para que no cambie nada.
Consciente de su descomunal torpeza, y desesperada por su aislamiento político, ella buscó luego abordar el avión y volar al Vaticano para ver si León XIV le daba una bendición. Todo eso resultó, sin embargo, una parodia. Y es que la crisis que vive el país es mucho más profunda de lo que comúnmente se admite.
Porque eso es así, cuando la comandante Cero visitó Pataz en medio de un Operativo Militar sin precedentes, no habló con nadie. Ni con el alcalde de la ciudad, ni con las autoridades locales, ni con los familiares de los 13 trabajadores asesinados el 30 de abril. Tampoco, por cierto, compartió minutos con la población que miraba asustada detrás de sus ventanas o cortinas.
Solo fue para lanzar una arenga acusando a un supuesto “Cuchillo” de los crímenes horrendos consumados en los túneles de la empresa minera “La Poderosa”. No dijo, sin embargo, que su gobierno había permitido que Miguel Rodríguez, el tal “Cuchillo”, se fuera del país por el Aeropuerto Internacional de Lima el mismo día de los hechos burlando a carcajadas los “controles migratorios”.
Después, las autoridades correspondientes debieron admitir que el acusado por la presidenta no tuvo nada que ver con los sucesos denunciados. Y es que de por medio ocurrió un hecho inaudito:
El supuesto asesino presentó una denuncia judicial contra la comandante Cero exigiéndole que pruebe sus acusaciones, o se retracte. Eso último fue finalmente lo que hizo en medio de un estruendoso silencio. No obstante, Rodríguez fue detenido en Medellín por la policía colombiana. Y es que cometió el grueso error de irse del país. Si se hubiese quedado en el Perú, no lo capturaban, como ocurre con todos los prófugos que evaden la justicia: nadie los encuentra.
Lo que no hizo Dina Boluarte fue reconocer que la empresa que proporciona servicios “tercerizados” a “La Poderosa”- es decir la empresa R & R para la que trabajaban los asesinados- está formada por policías en actividad, que contrata gente para proporcionar “seguridad” y “protección” a la titular del servicio, es decir, a “La Poderosa”. El crimen, por cierto, tiene otra connotación. Ya se hará la luz.
Y lo que aún menos hizo, fue despejar la denuncia presentada por alumnos de la Escuela Superior de Guerra del Ejército, quienes siguen cursos para ascensos militares y acusan al Director de la misma, el general Juan Valverde, por cobrarles cupos a ser pagados de manera obligatoria: Vale decir, por ejercer una extorsión monda y lironda.
Y tampoco, aludir a la extraña y sospechosa muerte del general PNP Roger Arista, ex jefe de la DINI en el gobierno de Boluarte, sorpresivamente subrogado por ella- y a cuyo hijo pretendieron “sembrarle” armas y droga -típico procedimiento policial- para enlodarlo y tal vez acallarlo.
La crisis gubernamental llegó a su punto crítico el martes pasado, con la caída del Gabinete Adrianzén. A la señora, ni le preocupo el asunto. Solo pensaba en su billete de avión. Aún así, designó un nuevo titular en la Cartera de Transportes, y el agraciado fue objetado de inmediato: tenía antecedentes penales,. Eso no cambió nada. Pareciera que debe formar parte del CV de cualquier aspirante a ministro en este régimen poseer dicho requisito.
Eso lo confirma el nuevo presidente del Consejo de ministros y ex titular de Justicia, Eduardo Arana, acusado de colusión con “los Cuellos Blancos”, ¿Lo recuerdan?
Sin un antecedente- aunque fuere sólo uno- no se puede aspirar a ningún puesto. Por eso, uno fue ratificado y el otro nombrado en un nivel más alto.
Y el jueves, ya la comandante Cero- luego de ratificar sus merecimientos- estaba lista para partir a Roma con la complicidad de un Congreso alcahuete. Quería bañarse en agua bendita.
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