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sábado 19 de julio de 2025

Evocación de Carlos Rafael Rodríguez

Por José Luis Díaz- Granados

Fue mi padre quien por primera vez me habló de este cubano admirable por los cuatro costados.

Manuel José Díaz-Granados, abogado y economista nacido en 1912, era un catedrático de la Universidad Libre de Colombia, de formación marxista y un auténtico visionario del destino político de Nuestra América.

Quizás existía algún símil o paralelismo en los orígenes académicos de estos dos hombres. La realidad es que mi padre me habló de Carlos Rafael Rodríguez (1913-1997), con una devoción y un respeto que sembraron en mí la curiosidad intelectual por el personaje, quien en efecto, además de haber recibido el grado de doctor en Derecho Civil, Ciencias Sociales, Políticas, Económicas y Derecho Público, era un precoz intelectual que antes de haber cumplido 25 años ya había dirigido revistas de marcada orientación ideológica como «Segur», fundada por él en Cienfuegos; «Mediodía», cuyos trabajos sobre el Parlamento le merecieron el Premio Nacional de Periodismo en 1937 y la serie «Cuadernos de Historia Habanera», entre otros logros culturales, amén de «Editorial Páginas», que estableció con dos ilustres intelectuales marxistas de Cuba: Juan Marinello, figura fulgurante de primer orden en la cultura y la política, y Ángel Augier, poeta de mi devoción, a quien tuve el privilegio de conocer y estrechar amistad durante mi estancia en la Isla Infinita, entre 2000 y 2005.

Poco después de haber recibido la cátedra paterna en los años 50, yo mismo admiraría la personalidad carismática de Carlos Rafael a través de notas, entrevistas y fotos aparecidas en la revista «Bohemia», en los noticieros cinematográficos y por referencias de destacados intelectuales colombianos. Hay una imagen persistente en la memoria, no sólo mía, sino en la de muchos revolucionarios, y es aquella en que el egregio economista está riendo de buena gana mientras celebraba algún gracejo del Comandante Ernesto Che Guevara.

La figura de Carlos Rafael Rodríguez crecía en mí día a día, en la seguridad de que su experiencia, sabiduría e intuición estaban en primera línea del proceso revolucionario cubano.

El dirigente comunista colombiano Gilberto Vieira (1911-2000), fue un gran amigo del revolucionario cubano. En una entrevista que le hice en los años 90 al entonces secretario general del Partido Comunista Colombiano, con destino a unas memorias (publicadas en 2012), Vieira se refería a Carlos Rafael con mucho afecto y admiración. «Tuvimos muchas entrevistas clandestinas en los años 50», decía. Y recordaba una efectuada a principios de 1958, realizada en Bogotá, en donde el cubano le explicó al colombiano la adhesión e incorporación del Partido Socialista Popular (Comunista) a la lucha revolucionaria que lideraba el Comandante Fidel Castro al frente del Movimiento 26 de Julio, desde la Sierra Maestra.

Posteriormente, se encontraron decenas de veces en eventos del movimiento comunista en diversas geografías del mundo, especialmente en la Unión Soviética, los países de Europa Oriental y en la misma Cuba.

En diciembre de 1997, en mi calidad de presidente de la Casa Colombiana de Solidaridad con los Pueblos, tuve el honor de invitar a Bogotá a Camilo Guevara March, uno de los hijos del Che, quien en compañía de Ana María Pellón, entonces directora de «Tricontinental», clausuró una jornada organizada con motivo de los 30 años de la caída en combate del Guerrillero Heroico.
Estando en esas, tuve noticia del fallecimiento del compañero Carlos Rafael Rodríguez, a la edad de 84 años, y entonces, mi discurso de clausura del evento lo dediqué íntegramente a la memoria del insigne dirigente revolucionario cienfueguero.

Recuerdo que terminé su semblanza con un soneto que escribí minutos antes y que dice así:

!Qué gran cubano, Carlos Rafael!
Su vida fue una lúcida epopeya
bajo el sol de Martí, Camilo y Mella,
el Che Guevara y nuestro gran Fidel.

Despreció la ficción del oropel.
Amó a su patria, a su bandera bella
con el rubí y la solitaria estrella
y amó la prosa, el verso y su laurel

Hombre de acción, heroico y arrojado,
y en su ternura, corazón blindado,
era como un Bolívar sin corcel.

Su pluma de impecable voz y estilo
manaba letras que escribía con filo.
!Qué gran cubano, Carlos Rafael!

rmh/jldg

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