Por Gustavo Robreño Dolz
Nos acercamos al 2026 con una abultada agenda de cuestiones pendientes que nos quedan del fatídico y revuelto 2025, caracterizado por las flagrantes y abiertas violaciones del derecho internacional, de cuantas convenciones lo regulan, de la Carta de Naciones Unidas, de la Carta de los Derechos Humanos y de cuantas organizaciones existentes por velar su cumplimiento en las más diversas esferas y en diferentes regiones del mundo.
Ha sido un año de constantes violaciones y del más absoluto desprecio a cuantas legislaciones deben regir para el logro de un mundo civilizado y pacífico dentro del cual puedan convivir los más distintos intereses y puntos de vista, aún en medio de desigualdades que deben ser resueltas en medio de esas diferencias.
Nada se ha cumplido de este modo, particularmente en el curso de 2025, y más bien se han agravado cuestiones pendientes, conflictos fronterizos, guerras económicas generalizadas y otras de carácter regional, sanciones unilaterales coercitivas, amenazas constantes, agresiones, maniobras sucias y los más degradantes y engañosos encubrimientos y simulaciones.

La instalación en la Casa Blanca de Washington de una nueva administración gubernamental de Estados Unidos que no disimulaba ya desde entonces un programa de desconocimiento de la ley, tanto en lo interno como en lo externo, con el propósito de “hacer grande” al Imperio otra vez, marcó el punto de partida del período de incertidumbre que hoy se extiende hasta el 2026 y su continuidad.
Una característica fatal de esas transgresiones ha sido la inacción o parálisis de las organizaciones internacionales llamadas a reaccionar o hacer cumplir lo establecido y concertarlo mundialmente. Envueltas en ocasiones en su propia reglamentación tramposa o unilateral- concebida así desde un principio,- el hecho cierto es que no han podido o no han querido enfrentar de manera resuelta esas situaciones y ello ha traído como consecuencia la acumulación de cuestiones pendientes, dentro de escenarios de la más alta peligrosidad.
Hacerse presente finalmente y contribuir al enfrentamiento y solución de esos esquemas de confrontación es en buena medida la razón de ser de tales organizaciones, como las Naciones Unidas, que se observan hoy como desorientadas, presionadas, sin rumbo o carentes de una acción positiva y firme ante la amenazante “ley de la selva”.
Esperemos que el nuevo año pueda marcar alguna diferencia.
rmh/grd