Por José Luis Díaz-Granados*
Para Firmas Selectas de Prensa Latina
Ramiro Lagos es un poeta insular dentro del marco lirico colombiano, pero en el exterior es un vate convocado dentro de la diáspora latinoamericana de los Estados Unidos, Canadá y España. Aunque se le suele situar generacionalmente entre los Cuadernícolas y la Generación de Mito, este poeta -a la manera de Aurelio Arturo, Helcías Martán Góngora y Hugo Salazar Valdés-, se ha sentido siempre más próximo a sus amigos de Piedra y Cielo que a cualquiera de sus contemporáneos.
Sin embargo, el poeta y crítico español Jaime Ferrán afirmó hace 40 años: “tras los piedracielistas y los cuadernícolas, la figura solitaria de Ramiro Lagos se halla más cerca de los Nadaístas que de ningún otro grupo de poetas colombianos”.
Nacido en Zapatoca (Santander) el 24 de septiembre de 1922, este “Vate de la Gesta Comunera”, digno heredero de José Antonio Galán, ha sido un trashumante inveterado que, a sus 95 años, sigue recorriendo caminos inexplorados, tanto de la geografía terrestre (Colombia, América, Europa, el Cercano y Lejano Oriente) como en las profundidades del océano de las palabras.
Su iniciación literaria ocurrió en España, cuando publicó allí, en 1953, su primer libro de poemas titulado Canción entre roca y nube, del cual escribió una carta-prólogo en verso el poeta y académico español José María Pemán. Y Eduardo Carranza, autor del famoso “Soneto a Teresa” y del “Soneto con una salvedad”, celebró su amanecer a la poesía con estas palabras:
En estos versos de tan galana y amorosa inspiración, de tan gallarda andadura musical, de tan fresca y juvenil entonación, amanece un verdadero poeta…
En 1955, publicó en Salamanca su segundo libro, Briznas de una canción rota, y es también el maestro Carranza, quien escribe sus líneas liminares:
Ramiro, vienes de la primavera, / húmedo de rocío, con tu ramo / de abiertos sueños. / Y un son de río colombiano, un son / de guitarra lejana, hay en el fondo / de lo que cantas…
En las líneas epilogales del segundo poemario de Ramiro Lagos, su profesor de Filología, de la Universidad de Salamanca, César Real de la Riva, celebra “esta primavera salmantina armoniosamente expresadamente” en sus sonetos, sorprendiéndose de cierta audacia metafórica. Véase esta estrofa del soneto “El rio degradado”:
Hoy nuestro amor es licuescente. Brota
como un río asfixiándose: se empuja
desesperado, y por soñarse aguja,
se sale con la suya, gota a gota.
Si bien en sus libros iniciales, acusa influencias de los piedracielistas -Carranza, Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez, Tomás Vargas Osorio, Gerardo Valencia, Carlos Martín y Darío Samper-, fue en 1957, durante su segundo viaje a la península ibérica cuando se le reveló la poesía social y revolucionaria de Miguel Hernández, el ahijado de Neruda, especialmente con su libro estelar Vientos del pueblo.
Lagos recuerda que en la célebre tertulia madrileña del Café “Varela” -la cual frecuentaba Eduardo Cote Lamus, joven poeta colombiano del Norte de Santander que por entonces residía en España-, leía clandestinamente este libro, prohibido por la dictadura franquista, al igual que la obra de otros poetas combatientes como Rafael Alberti, León Felipe y Emilio Prados.
A su regreso a Colombia, se vinculó al Ministerio de Educación como subsecretario técnico cultural y, en 1958, organizó el Primer Festival de Poesía Colombiana, que tuvo en su momento una amplia repercusión en el panorama de la literatura nacional.
En 1961 se radicó en los Estados Unidos, donde ha vivido por espacio de seis décadas, primero como profesor de Cultura Hispánica de la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana (1961-1965) y luego como catedrático de la Universidad de Carolina del Norte en Greensboro, donde se le distingue como “Emeritus. Professor”.
El poeta Lagos ha participado activamente en simposios internacionales de literatura en universidades de Europa e Hispanoamérica. Recientemente, en 2011, dictó una importante conferencia en la Universidad de Granada titulada Cuatro mujeres poetas de España. Además, ha sido distinguido con numerosas condecoraciones, placas y pergaminos por su larga y brillante trayectoria literaria.
Pero su mayor apoteosis ocurrió en el V Congreso de Cultura Andalusí, celebrado en El Cairo, Egipto, en 2002, cuando centenares de asistentes al evento lo aplaudieron de pie durante largos minutos, al finalizar la lectura de su poema La Intifada, traducido al árabe.
Entre las conferencias magistrales del poeta comunero sobresalen las dictadas en la Universidad de Notre Dame, Indiana, sobre la Generación del 98; en la Cátedra Ramiro de Maestú, de España, sobre el Mester de rebeldía de la poesía hispanoamericana; en Howard University, en Washington D. C., sobre La poesía ebanita y Candelario Obeso; en la Universidad de Georgetown sobre Vargas Vila y la literatura antiimperialista; en Emory University, de Atlanta, en torno a La poesía revolucionaria de Latinoamérica, y en Irvine University, de California, acerca de La poesía liberada y deliberada de Colombia.
Lagos ha publicado más de 30 libros -poesía, ensayos y crítica-, entre los cuales destacan: Ritmos de vida cotidiana, Cantar de otros cantares, Rimado de Cristo roto, Frutología de Eros, Soliluna de España, y las antologías y compilaciones Mester de rebeldía de la poesía hispanoamericana, Voces femeninas del mundo hispánico, Poetas sin fronteras, y la más conocida, considerada la pionera en la temática que contiene, la denominada Poesía liberada y deliberada de Colombia, publicada en Bogotá, en 1976.
Pero indudablemente su libro principal es Cantos de la epopeya de América, que incluye poemarios preliminares como Cantos de gesta comunera, Cantos de épica bolivariana y Romancero de Juan Pueblo, donde, como bien lo afirma Jaime Ferrán lo ve “en la estela de Pablo Neruda, cantando las gestas comuneras de su país con aliento épico, dando su voz al pueblo”.
En esa misma vena nerudiana lo ven los poetas chilenos Sergio Macías y Alicia Galaz-Vivar Welden, esta última autora de un valioso estudio titulado Ramiro Lagos, voz épica de América.
La poesía de Lagos es de enfoque americanista como su Frutología de Eros, inspirada en las frutas tropicales, una infinita reflexión sobre el destino de América, una profunda inmersión en su pasado milenario, en sus silencios y en sus luchas; un río caudaloso devenido vigorosa y reveladora epopeya cuya desembocadura es la liberación definitiva de nuestros pueblos contra las fuerzas que lo oprimen y explotan desde hace varios siglos.
Es, ante todo, un grito de liberación y esperanza y, a la par, un largo poema que a veces se detiene para recrearnos la cotidianidad, el amor, el paisaje, las flores y los frutos de la naturaleza que nos acompaña.
Entre la antorcha y la lira constituye la más audaz antología temática de Ramiro Lagos, quien, a sus 95 años, da a conocer con amplitud su sensibilidad social y su rica verbalidad poética y combina su poesía amorosa con la testimonial, de marcado tono coloquial. En ella, el “Poeta de la Gesta Comunera” canta como respira y habla de lo que cada día lo ocupa, pues sabe, como Gabriel Celaya, que la poesía no es un fin en sí, sino un instrumento para transformar el mundo y un arma cargada de futuro.
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