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sábado 23 de noviembre de 2024

Pro Domo Beneficio

Por Guillermo Castro H.*

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

                                                                      
                               (Para Ricaurte Soler, jamás ausente)

 

El Istmo de Panamá extiende de Este a Oeste sus 74 mil kilómetros cuadrados, entre Costa Rica y Colombia. En su punto más estrecho se ubica el Canal de Panamá, que recorre de Norte a Sur 77 kilómetros. La ciudad de Panamá, capital de la República, está ubicada junto a la entrada del Canal, en el Pacífico. Al Norte, junto a la del Atlántico, está la ciudad de Colón. Las separan apenas 80 kilómetros, pero el contraste entre ambas no puede ser mayor.

En 2016, la provincias de Panamá y Colón entre ambas aportaron el 86.1% del Producto Interno Bruto panameño. La primera aportó el 74.5%, y la segunda el 11.6%.[1] Ambas están vinculadas a la misma Plataforma de Servicios Globales, que en Colón se concentran en actividades portuarias y de importación y reexportación, mientras que en Panamá abarca un conglomerado de servicios portuarios, logísticos, de comunicaciones y transportes, y financieros.

Panamá es profundamente mestiza; Colón, afropanameña. Ambas comparten hoy los azares de un complejo proceso de transición. El modelo transitista está dando síntomas evidentes de agotamiento.

Ese contraste se extiende a la población y a la historia de ambas. La ciudad de Panamá y sus conurbaciones, en ambas riberas del Canal, concentran la mitad de la población del país, unos 2 millones de habitantes, mientras la de Colón unos 80 mil. La primera fue  establecida, en 1521, como la primera ciudad europea en el litoral Pacífico americano. La segunda lo fue en 1850, como terminal del primer ferrocarril interoceánico de las Américas. Panamá es profundamente mestiza; Colón, afropanameña.

Ambas, como el conjunto de la sociedad panameña, comparten hoy los azares de un complejo proceso de transición. A lo largo del siglo XX, como se recordará, Panamá conoció restricciones muy severas al ejercicio de su soberanía, que solo vinieron a ser canceladas al mediodía  del 31 de diciembre de 1999.

De entonces acá, bajo un régimen de alternancia de gobiernos liberales y conservadores que dirimen sus diferencias en el seno del estricto compromiso neoliberal que comparten, el país ha conocido una situación de crecimiento económico sostenido junto a una inequidad social persistente, una degradación ambiental constante,y una demanda creciente de renovación institucional.

En ese contexto  -y en una situación de control político que se expresa, por ejemplo, en el hecho de que Panamá sea quizás el único país latinoamericano que carece de una fracción de izquierda en su poder legislativo-, ha venido madurando un conjunto de movimientos sociales (indígenas, populares, profesionales y de sectores empresariales del interior del país) que plantean demandas políticas y económicas de alcance cada vez mayor.

De esas demandas se desprende la aspiración colectiva a un futuro tan próspero como inclusivo, y tan equitativo como democrático y sostenible.

La complejidad del desafío que subyace en esa aspiración, aún carente de proyecto, se ha hecho sentir, una vez más, en los acontecimientos acaecidos a mediados de marzo en la ciudad de Colón. Allí ha quedado en evidencia el contraste entre un sector comunitario consciente de sus necesidades y muy bien organizado, y la acción tolerada de grupos marginales que han intentado aprovechar una protesta legítima en demanda de servicios públicos básicos y de transparencia en la gestión gubernamental para llevar a cabo actos de vandalismo y saqueo.

Tras ese contraste operan problemas de fondo que conviene conocer. La creación de la Zona del Canal por parte de los Estados Unidos en 1903 convirtió a Colón en un enclave panameño dentro del enclave norteamericano. Así, durante la mayor parte del siglo XX Colón se vio aislado de su entorno regional. Esto impidió a Panamá establecer un polo nacional de desarrollo en la vertiente Atlántica del Istmo, cuya necesidad es cada vez mayor.

Ello permite entender que muchos problemas que la aquejan sólo serán resueltos si la ciudad se vincula más y mejor con su entorno, y su país. De ahí la importancia, por ejemplo, del nuevo puente sobre el Canal en el Atlántico, que vinculará a Colón con la región occidental del Atlántico, y mejorará sus comunicaciones con el Pacífico a través de la provincia de Coclé. Igual importancia tendrá recuperar la carretera a Nombre de Dios, para articular a la ciudad con su región oriental.

Colón puede llegar a ser un importante vínculo de los mercados del Caribe y el Atlántico mesoamericano, entre sí y con el resto del mundo.

En esa perspectiva, Colón podrá llegar a ser un importante polo de vinculación de los mercados del Caribe y del Atlántico mesoamericano entre sí, y con el resto del mundo. Eso era inimaginable hace 20 años, y quizás esté cumplido antes de lo que imaginamos.

La principal lección que nos dejan las protestas populares de marzo es que no existe un problema de Colón, sino una modalidad colonense de participación en la crisis de una formación económico-social panameña en desarrollo desde el siglo XVI, descrita como transitista hace ya 45 años por el historiador Alfredo Castillero, creada por y para el mercado mundial y cristalizada en una República oligárquica que adoptó como su lema el de Pro Mundi Beneficio.

Hoy empieza a hacerse evidente que la transformación de Colón y la del país entero se requieren mutuamente, y que ambos necesitan de un proyecto colectivo que oriente al conjunto de la nación en su desarrollo. La República transitista está dando crecientes signos de agotamiento. El país atraviesa por una situación de creciente incertidumbre, generada tanto por el agotamiento de su liderazgo tradicional como por la movilización de sus ciudadanos.

Creciente ha de ser, también, nuestra esperanza de alcanzar por nosotros mismos el Pro Domo Beneficio que demanda nuestra gente.

Panamá, 18 de marzo de 2018

ag/gc

 

*Investigador, ambientalista y ensayista panameño.

Referencias bibliográficas

[1] Del resto, la de mayor aporte fue Chiriquí, el emporio agropecuarios del país,con 5.5.%. Fuente: Contraloría General de la República. Instituto Nacional de Estadística y Censo. Composición porcentual anual del Producto Interno Bruto y promedio de la serie, según provincia: años 2077-16.

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