Por Kintto Lucas*
Para Firmas Selectas de Prensa Latina
Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía la muerte, pero la muerte es solo un murmullo. Los murmullos están en el viento, y el viento es polvo en la mirada. Todos los caminos de la mirada llevan hacia la muerte: en Comala, el Mediterráneo, Siria, Libia, la frontera del muro, el Aquelarre de Zugarramurdi… Así no vengan a Comala, así no quieran ver, mis amigos, mis amigas, mis enemigos, mis enemigas: la muerte ya está en sus miradas.
En Comala la muerte es interminable, en los ojos de ustedes no terminará nunca. Encontrarán la voz de la muerte en todos los vientos, en todos los mares, en todas las televisiones, en todos los bancos, en todas las iglesias, en todos los diarios, en todas las calles, en todos los farsantes, en todos los niños y niñas bien, en todas las filosofías, en todas las literaturas, en todas las virtudes, en todos los que se creen virtuosos y las que se creen virtuosas, en todos los amores, en todos los odios, en todas las camas, en todas las sillas, en todas las escaleras, en todos los escritorios, en todos los sótanos, en todas las azoteas, en todas las guerras y en la que llaman paz…
En Comala todos son hijos de la muerte, como en Wall Street. Ustedes y yo, que no hacemos nada contra ella, también lo somos… Aunque se escondan, aunque le teman, aunque le rueguen a cualquier diosito, aunque se hagan víctimas, aunque lloren, aunque se crean unas santas y unos santos, ustedes y yo también somos hijos de la muerte. Todos somos hijos de la muerte… en Comala y en cualquier lugar…
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