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jueves 21 de noviembre de 2024

Perú y Venezuela, hermanos en la historia

Por Gustavo Espinoza M.*

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

Son muchos -y antiguos-  los vínculos que unen a los pueblos de Perú y Venezuela. Tantos que bien pueden considerarse  hoy -y a mucha honra- pueblos hermanos.

En verdad, la ligazón entre los pobladores de América data de tiempos remotos. El vivir en un mismo escenario geográfico, y poseer culturas afines, ligó a los habitantes de este continente, aún antes del arribo  del conquistador español. Quizá por eso se asegura que, en las poblaciones del norte del Perú, en los años finales del incanato, se registró la presencia de personas procedentes de Centroamérica, y en particular de Nicaragua, que habitaron este suelo.

Pero con el arribo de los españoles y la unificación de una lengua de uso cotidiano, nuestros vínculos se hicieron mayores. Aunque el territorio venezolano no perteneciera al virreinato del Perú, los lazos entre nuestros pueblos comenzaron a anudarse en un nivel más alto. Personalidades, como Francisco de Miranda o  Andrés Bello, visitaron distintos países de la región y estuvieron en el Perú  y en otras futuras patrias de nuestro continente.

Pero fue la lucha por la independencia la que anidó mejor nuestros lazos de hermandad en todos los territorios ubicados en América. De Argentina partieron  columnas libertadores lideradas por José de San Martín; y de Venezuela, al mando de Simón Bolívar. Se registraron acciones armadas protagonizadas por voluntarios de diversos países de la región, que se sumaron a una misma lucha, e integraron un mismo  ejército, el de los Libertadores.

La lucha por la independencia anidó nuestros lazos de hermandad en los territorios de América. Voluntarios de diversos países se sumaron a una misma lucha y a un mismo ejército libertador.

En Junín y Ayacucho, patriotas latinoamericanos de Venezuela, Colombia, Ecuador, Argentina, Bolivia, Chile, Perú, e incluso Cuba, cruzaron sus armas con las huestes virreinales y las vencieron. Así se concretó, regada con sangre multinacional, una independencia que aún se procesa.

Simón Bolívar, el Libertador de cinco naciones fue, en esencia, quien consolidó la independencia nacional. Él, y el gran mariscal Antonio José de Sucre, otro ilustre venezolano -a quien nuestra historia no le ha deparado el legítimo reconocimiento que le corresponde- fueron los autores  calificados de la gesta que selló la independencia de América en suelo peruano.

La oligarquía limeña, mezquina y angurrienta en extremo, siempre quiso negar el aporte de estas figuras a nuestro proceso histórico. A San Martín, luego de recusarlo con lacerante xenofobia, lo admitieron finalmente porque se fue antes de culminar su misión. Pero a Bolívar le saltaron con odios enjaulados los exponentes de la sociedad criolla, aquellos que se acostaron “realistas”, y despertaron republicanos. Y lo obligaron a irse del país para organizar -ellos- la “sociedad peruana”, desigual, discriminadora y dependiente;  que heredamos.

Venezolanos ilustres, como Simón Rodríguez, el maestro del Libertador; o Manuelita Sáenz -la hermosa quiteña que pasó a la historia como “La libertadora del Libertador”- escogieron vivir en tierras peruanas y morir en Paita, por el amor que le tuvieran el suelo que los vio luchar por América, en su momento.

Durante 200 años fuimos casi Repúblicas paralelas. Tuvimos procesos con diferencias y similitudes, pero nos dimos la mano  una y otra vez  cuando la realidad lo exigió. Por eso aún se habla del apoyo de militares venezolanos -incluido Hugo Chávez-  al proceso de Velasco; y de la acogida que tuvieron en distintas ciudades de Venezuela los peruanos que huyeran, en los años 80 del siglo pasado, de la barbarie apro-fujimorista.

La desgracia nos hizo aún más hermanos. Las casas de Chincha en el 2007,  la “Operación Milagro” y la ayuda petrolera, hicieron más de lo que hoy busca desconocer una huachafa “asociación de enemigos de Venezuela”, que lidera una augusta basura del cogollo alanista del APRA.

Por todo eso, genera desconcierto, y en muchos casos indignación, el turbio juego de la Cancillería peruana en la crisis de hoy, que afecta a la patria de Bolívar. En lugar de apoyar al pueblo hermano a enfrentar los odios de la oligarquía caraqueña y la crudelísima política del imperio, optó por ponerse al lado de los agresores; esos que esquilman la riqueza de los pueblos en cada uno de los países de nuestro continente.

Los ataques de Trump al gobierno bolivariano tienen como un único objetivo: apoderarse de la franja petrolera del Orinoco, un yacimiento más rico que los de Arabia Saudita.

En todos los casos, actuaron impelidos por un plan operativo diseñado, alentado y financiado por un gobierno extraño -los Estados Unidos de Norteamérica- que sólo buscan esquilmar a los pueblos y apoderarse de las riquezas nacionales en cada uno de nuestros territorios.

Usaron, para todos los efectos, los argumentos más deleznables. Se nutrieron de la retórica del imperio y repitieron como letanía cada uno de los “cargos” que hizo la administración Trump al Gobierno Bolivariano de Venezuela. Arguyeron que buscan, apenas, “restaurar la democracia”, cuando en verdad lo que pretenden es apoderarse de las ingentes riquezas contenidas en la franja petrolera del Orinoco, un yacimiento más rico que los que posee hoy Arabia Saudita.

El petróleo, el gas, los minerales, el agua de la hoya amazónica, las riquezas de la selva y la biodiversidad es lo que ambiciona la Casa Blanca cuando busca trasladar el escenario de la guerra, del Medio Oriente a Nuestra América.

Y se vale de los procedimientos más perversos para ejecutar su política. Bástenos recordar que, desde un inicio, impuso contra Venezuela un bloqueo económico que afectó severamente la vida del país,  que no tuvo más propósito que rendir por hambre a los  venezolanos, y hacerlos renegar de su experiencia y de su lucha. Al no lograr tal objetivo, alentó acciones delictivas de naturaleza terrorista que causaron ingentes daños materiales y costaron la vida a centenares de personas.

Hoy, más al descubierto, promueve y organiza una agresión militar, que podría generar una guerra de incalculables consecuencias. Washington ofrece un baño de sangre que llenará de horror a nuestro continente. ¿A eso  busca sumarse la cancillería peruana?  ¿Eso es lo que quiere para América el gobierno de nuestro país? ¿A esa opción juega Torre Tagle en nuestro tiempo?

El  canciller Nestor Popolizio lidera las acciones de lo que bien se ha dado en llamar “el Cartel de Lima”. Buscó que los gobiernos de ese grupo rompieran al unísono relaciones diplomáticas con Venezuela. Solo lo hizo Paraguay. Después alentó la idea de que la OEA, cobijara sus propósitos, pero allí también perdió la votación.

Cuando busca trasladar el escenario de la guerra del Medio Oriente a Nuestra América, EE.UU solo aspira a apoderarse de las riquezas naturales de nuestros territorios.

Y más recientemente fracasó en el Consejo General de Naciones Unidas, donde la mayoría de países respaldó al legítimo gobierno de Nicolás Maduro. Después de tantos fracasos ¿Por qué no se da por vencido y deja en paz a Venezuela? Ahora bate palmas ante la locura de un payaso que se proclama “presidente de Venezuela” sin que nadie lo haya elegido.

Medio en broma, medio en serio, ha habido quienes se han preguntado acá qué haría Popolizio si mañana Keiko Fujimori calificara al gobierno de Vizcarra como una “dictadura” -lo hizo ya el señor García- y se proclamara “Gobierno” con el apoyo de Tokio?

Probablemente en el Perú algunos trastrocados la seguirían en esa aventura, y hasta medios de la  llamada “prensa grande”  se prestarían al juego  y “entrevistarían” gozosos a los voceros de ese “nuevo régimen”.

Si este contara con el aval de Washington, con seguridad seria “reconocido” de inmediato por Mauricio Macri, Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera, Duque y otros sicofantes del imperio. En tal caso ¿Vizcarra abandonaría el cargo y convocaría a “nuevas elecciones”, o simplemente diría que el Perú es soberano y nadie tiene por qué inmiscuirse en sus decisiones?

Ya basta, entonces de Popolizios.  Los genuflexos no han nacido para gobernar, sino para inclinarse ante los poderosos. Por eso el pueblo, ése que apoya con firmeza la lucha contra la corrupción,  exige dignidad y altura a la cancillería peruana. Nadie debiera soportar ser palitroque en el juego guerrerista del imperio.

ag/gem

 

*Profesor y periodista peruano.
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