Pensé mucho antes de escribir estas notas, pero me decidió hacerlo la participación de Lech Walesa en una “protesta” anticubana ante la embajada de la República de Cuba en Ciudad de México, donde junto al ex electricista de los astilleros de la ciudad de Gdansk, se encontraban otros “bellos ejemplares” de la ultraderecha como René Bolio, Orlando Gutiérrez Boronat (quien en diversas ocasiones ha pedido una intervención militar estadounidense en la isla) y el diputado salvadoreño Ricardo Godoy, todos conocidos por su postura en contra de la Revolución Cubana.
El expresidente polaco, al decir de la CPAC-México, inició “la lucha en pro de la libertad y en contra del comunismo”.
Si me dijeran que buscara dos palabras para definir a Polonia en la época que tratamos, escribiría “nacionalismo” y “nostalgia”. No tenemos que limitarnos a esas dos, podríamos también mencionar “anti – germanismo”, “rusofobia” y “catolicismo a ultranza” entre otras muchas. Pero esto no se debe a ninguna distorsión en el ADN del hermano pueblo polaco, sino que se formó en condiciones históricas concretas y sumamente trágicas.
La ancestral Polonia pierde su independencia.
La tercera partición de Polonia puso fin a su existencia como estado. Los representantes de Austria, Prusia y Rusia se reunieron el 24 de octubre de 1795 para disolver la Mancomunidad de Polonia-Lituania, y las tres potencias conquistadoras firmaron un tratado para dividir la región el 26 de enero de 1797. Esto le dio a la monarquía de los Habsburgo el control de la Galicia occidental y el sur de Mazovia, territorios, con aproximadamente 1,2 millones de personas; Prusia recibió Podlachia, el resto de Mazovia y Varsovia, con 1 millón de personas; y Rusia recibió la tierra restante, incluidos Vilnius, y 1,2 millones de personas. A diferencia de las particiones anteriores, ningún representante polaco era parte del tratado. Los Habsburgo, Rusia y Prusia obligaron al rey Estanislao a abdicar y retirarse a San Petersburgo, donde murió como prisionero trofeo de Catalina II en 1798. Los vencedores también acordaron borrar el nombre del país, abolir todo lo que recordara la existencia de ese estado:
“En vista de la necesidad de abolir todo lo que pudiera revivir la memoria de la existencia del Reino de Polonia, ahora que se ha efectuado la anulación de este cuerpo político… las altas partes contratantes están de acuerdo y se comprometen a no incluir nunca en sus títulos … el nombre o designación del Reino de Polonia, que permanecerá suprimido a partir del presente y para siempre”.
La Tercera Partición de la Commonwealth polaco-lituana puso fin a la existencia de un estado polaco y lituano independiente durante los siguientes 123 años. Inmediatamente después de este paso, las potencias ocupantes obligaron a muchos políticos, intelectuales y revolucionarios polacos a emigrar por toda Europa, en lo que más tarde se conoció como la Gran Emigración. Estos nacionalistas polacos participaron en levantamientos contra Austria, Prusia y Rusia en las antiguas tierras polacas, y muchos servirían a Francia como parte de los ejércitos de Napoleón. Además, sus poetas y artistas harían del deseo de libertad nacional una característica definitoria del movimiento literario conocido como el romanticismo polaco.
Polonia recuperó brevemente una semi- autonomía en 1807 cuando Napoleón creó el Ducado de Varsovia, pero esto terminó efectivamente con el Congreso de Viena en 1815. El Congreso creó el Reino de Polonia, a veces llamado Congreso de Polonia, como un estado títere ruso. Incluso esto, sin embargo, llegó a su fin después de una insurrección polaca en 1831, momento en el que la Rusia Zarista disolvió el Reino del Congreso y exigió múltiples medidas punitivas a la población polaca. En 1867, Rusia Zarista convirtió a Polonia en parte oficial del Imperio Ruso, a diferencia de un estado títere. Polonia no recuperaría la independencia total hasta el final de la Primera Guerra Mundial con la firma del Tratado de Versalles y el colapso de los Imperios Alemán, Austro – Húngaro y Zarista permitió la resurrección de la soberanía nacional polaca
En estas condiciones, que pusieron fin a la existencia del estado soberano polaco en 1795, tres factores fueron esenciales para que el pueblo polaco, ahora sin un estado (como los kurdos del día de hoy) sobreviviera como nación: el idioma polaco, la fe católica que los unía esencialmente contra el protestantismo prusiano y la ortodoxia del zarismo y la memoria de un estado poderoso que se extendía desde el mar Báltico hasta el mar Negro.
¡Ojo!, no era solo el deseo de recobrar un estado propio, independiente, sino de uno que fuera una potencia regional que se extendía a tierras lituanas, bielorrusas, ucranianas y moldavas, consideradas por muchos polacos consideraban propias, aunque sin razón alguna.
La mantención del idioma polaco estuvo muy relacionada como el movimiento literario conocido como el “romanticismo polaco”, que a diferencia del surgido en otras partes de Europa, fue en gran medida un movimiento de independencia contra la ocupación extranjera y expresó los ideales y la forma tradicional de la vida del pueblo.
El período del romanticismo en Polonia terminó con la brutal represión zarista del Levantamiento de enero de 1863, marcado por ejecuciones públicas por parte de los rusos y deportaciones a Siberia. Su literatura se divide, pues, en dos períodos distintos, ambos definidos por insurgencias: el primero alrededor de 1820-1830, que finaliza con el levantamiento de noviembre de 1830; y el segundo entre 1830 y 1864, dando origen al positivismo polaco. Los escritores más famosos de la primera época fueron: Adam Mickiewicz , Seweryn Goszczyński , Tomasz Zan y Maurycy Mochnacki . En el segundo período (después del levantamiento de enero del 1863), muchos románticos polacos trabajaron en el extranjero, a menudo desterrados del suelo natal por la potencia ocupante. Su quehacer quedó dominado por los ideales de libertad y la lucha por recuperar la soberanía perdida del país. Elementos del misticismo se hicieron más prominentes en una pléyade de poetas y escritores, una forma de escapismo del mundo real, donde el renacimiento de Polonia era difícil de imaginar.
A raíz de la fallida insurrección de enero de 1863 contra la ocupación zarista, un nuevo período, derivado de romanticismo y conocido como el positivismo literario polaco, se manifestaba socialmente en torno el establecimiento de la igualdad de derechos para todos los miembros de la sociedad, incluida las feministas; la asimilación de la minoría judía de Polonia, y la defensa de la población polaca en la parte gobernada por los alemanes contra la germanización de Kulturkampf y el desplazamiento de la población polaca por colonos alemanes. Entre los escritores y poetas destacados del positivismo polaco se encuentran: Narcyza Żmichowska (1819-1876), precursora del feminismo en Polonia; Edmund Chojecki (1822-1899), y muchos otros.
Quizás el más destacado fue el insigne Henryk Sienkiewicz (1846-1916), Premio Nobel de Literatura en 1905. Este autor escribió varias importantes novelas históricas, entre ellas “Quo Vadis” (estableciendo una analogía entre el sufrimiento del pueblo polaco y el de los esclavos en la antigua Roma, proponiendo el martirio y la inmolación por la fe de los esclavos en el Circo Romano, como un símil del deber de cada polaco de luchar y si era necesario morir por la restitución de su patria); “Los caballeros teutones:” en la que muestra a Polonia y Lituania unidas acabando con los “Cruzados” alemanes en el siglo XV(en mi opinión, la más importante); “Trilogía”, en cuya lectura de la primera parte, “A fuego y mandoble”, aprendemos de las premisas lejanas y el contexto histórico del conflicto de Ucrania de hoy día.
No quiero dejar de mencionar a Władysław Reymont (de la corriente literaria conocida como Joven Polonia) autor de “La tierra prometida” y “Los campesinos” Premio Nobel de Literatura en 1924; Bołesław Prus (1847-1912), autor de “La muñeca”, “Faraón”, y otros superlativos intelectuales que engrandecieron para siempre las letras polacas.
Estas magnas obras de la literatura de la época en que Polonia había desaparecido como estado en el mapa de Europa y sus autores eran exegetas del patriotismo y el sentimiento de independencia de su pueblo y de hecho mantenían vivo al pueblo polaco en medio de una masiva “germanización” y “rusificación”, estaban al mismo tiempo impregnadas de ultranacionalismo y de desprecio a otros pueblos, expresado como anti semitismo, anti ucranianismo, anti chequismo, o ignorancia de la existencia de otros, como los bielorrusos, que nunca le habían hecho el menor daño a los polacos. Pero como sabemos, es un grave error medir el pasado con paradigmas del presente.
Polonia no solo lucho por su libertad, sino por la libertad e independencia de otros pueblos. T. Koszciusko y K. Pulaski fueron generales destacadísimos en la Independencia de EE.UU., como lo fueran Józef Zachariasz Bem, héroe polaco del Ejército Revolucionario húngaro y muy señaladamente Karol Rolow-Miałowski, el inmortal Carlos Roloff del pueblo cubano.
Polonia Restituta y periodo Interbellum
En 1918, como consecuencia de la lucha heroica del pueblo polaco, y consagrado un año después en el Tratado de Versalles, resurgió Polonia.
Con la firma del Armisticio de Compiègne, el gobernador Von Beseler cedió el poder al general polaco Józef Piłsudski el 11 de noviembre de 1918. Esta migración de poder significó el establecimiento del primer estado polaco independiente en más de doce décadas.
Luego de una sublevación polaca en territorios de Alemania, Polonia ganó más terreno. En el Tratado de Versalles, se definió la frontera occidental, siendo la creación de un corredor polaco con salida al mar en Gdansk, una de las innovaciones más polémicas.
No fue así en las fronteras orientales del nuevo estado polaco conocido como la Segunda República. Algunas regiones pobladas por ucranianos dentro de Austria-Hungría declararon sus intenciones de independizarse bajo el nombre de la República Nacional de Ucrania Occidental, en octubre de 1918. Dichas regiones incluían a Galitzia, Rutenia Transcarpática y Bukovina. La mayoría polaca en Lvov, capital del nuevo estado, inició un levantamiento anti ucraniano que recibió rápido apoyo polaco y para julio de 1919 los ejércitos ucranianos fueron derrotados y los territorios de la Ucrania occidental fueron asimilados por Polonia.
La República Popular Ucraniana reconoció las ganancias territoriales polacas, a cambio de la creación de un estado ucraniano con fronteras sólidas ante la Rusia soviética, entonces en plena Guerra Civil e Intervención de 14 potencias imperialistas. El inicio de la guerra polaco-soviética no entregó los resultados esperados a los chovinistas de Varsovia: una contraofensiva soviética devolvió a los polacos a sus fronteras y aún más allá. Para inicios de agosto de 1920, unidades del Ejército Rojo, comandadas por el genio militar Mijaíl Tujachevsky, se acercaron a Varsovia, pero tropas de reserva al mando del proto– fascista general Józef Piłsudski, que habían recibido una descomunal ayuda de la Entente (cualquier parecido con la OTAN y Ucrania de hoy no es absolutamente ninguna coincidencia) contraatacaron, expulsando a las tropas soviéticas de Polonia. La nueva frontera fue plasmada en la Paz de Riga y los territorios que habían constituido brevemente el Estado ucraniano, fueron absorbidos por la Polonia ultranacionalista y la recién establecida Ucrania soviética.
Polonia libró asimismo dos breves guerras contra Checoslovaquia y Lituania en 1919 y 1920 respectivamente; ganó la última y logró un arreglo fronterizo en la primera.
Aprovechando el tenebroso Pacto de Múnich (1938) y la indefensión de Checoslovaquia, la Polonia ultranacionalista invadió y anexó Zaolzie y otras regiones fronterizas de ese país con minorías polacas, en un acto de enorme chovinismo, perfidia y abuso con un país vecino.
Polonia firmó un pacto de no-agresión con la Alemania nazi en 1934. Luego de que los polacos se negaran a permitir que la Ciudad libre de Dánzig (administrada por la Sociedad de Naciones) fuera devuelta a Alemania, Hitler lo anuló en abril de 1939.
Hitler destroza a Polonia.
El 1 de septiembre de 1939, la Alemania nazi invadió Polonia. Dos días después, el Reino Unido y Francia le declararon la guerra al país agresor, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial en Europa. El 8 de septiembre, los alemanes alcanzaban Varsovia, al penetrar a través de las defensas polacas, y comenzaron el asedio de la capital, que es ocupada el 28 septiembre.
El 17 de septiembre, la Unión Soviética ante el evidente colapso del estado burgués polaco y para evitar que los nazis se acercaran aún más a los puntos neurálgicos de su país, invadió Polonia desde el este. Un día más tarde, tanto el presidente polaco como el comandante en jefe huyeron a Rumanía. Las últimas unidades polacas se rindieron el 6 de octubre. Polonia como estado, sin embargo, nunca se rindió oficialmente a los alemanes. Muchas tropas polacas escaparon a países vecinos y pelearon valerosamente contra los nazis y sus aliados tanto en el frente occidental como en el frente italiano y el frente oriental.
En agosto de 1944, comenzó el alzamiento en Varsovia, acto de aventurerismo político planificado por el gobierno polaco en el exilio en Londres cuyo objetivo era “liberar” Polonia antes de que lo hicieran las tropas soviéticas y del Primer Ejército polaco que combatía junto con los soviéticos. Fue una catastrófica derrota con un cuarto de millón de muertos más para Polonia. Las fuerzas de la Alemania nazi fueron finalmente forzadas a retirarse en el 1944 – 45 por el Ejército Rojo, el Primer Ejército polaco y otros patriotas, creándose en la posguerra la República Popular de Polonia, Estado socialista estrechamente aliado con la Unión Soviética.
La Polonia socialista y su caída
La conferencia de Yalta sancionó la formación provisional de un gobierno de coalición polaco. El nuevo gobierno fue establecido en Varsovia, y en poco tiempo el Partido Obrero Unificado de Polonia (PZPR/POUP), bajo el mando de Bolesław Bierut, se convirtió en la principal fuerza política del país, aunque la República Popular de Polonia nunca fue un estado unipartidista. Tampoco surgió como consecuencia de un proceso interno propiamente dicho, la liberación de Polonia por parte de las tropas soviéticas creó las condiciones para el surgimiento de Polonia socialista. En la mente de muchos polacos no se establecía la diferencia entre las tropas zaristas que aplastaron brutalmente las insurrecciones en el siglo XIX y el Ejército Rojo, junto al cual como hermanos de armas, el Primer y el Segundo ejércitos polacos tomaron Berlín en la primavera de 1945. Un factor de esta actitud antisoviética se relacionó con la masacre del bosque de Katin (en las cercanías de Smolensk), nunca completamente esclarecida, con la muerte de muchos millares de oficiales e intelectuales polacos, que aún hoy es causa de hostilidad entre ambos países [1]. Lech Walesa utilizó esta masacre que no ha sido completamente aclarada hasta hoy, para desplegar su visceral rusofobia.
Tras la muerte de Stalin en 1953 se produjeron cambios hacia un Estado Socialista de Derecho en Polonia dirigido por Władysław Gomułka. El país disfrutó de un período de bastante estabilidad en la siguiente década, pero a mediados de los 60, comenzaron a aumentar las dificultades económicas y políticas.
En diciembre de 1970, el gobierno anunció sorpresivamente fuertes incrementos en los precios de los alimentos básicos en un intento por evitar el colapso económico, y se produjeron movilizaciones populares contra dichos incrementos. Ante ello, Polonia Socialista introdujo un nuevo programa económico que produjo un inmediato ascenso en los niveles de vida, pero que duró poco tiempo al desarrollarse la crisis del petróleo de 1973. En la década de 1970 el gobierno de Edward Gierek fue forzado finalmente a subir los precios lo que llevó a una nueva oleada de protestas públicas.
En 1978 Karol Wojtyła fue electo como papa Juan Pablo II. Este nombramiento inesperado tuvo un efecto muy grave para la sociedad polaca, mayoritariamente católica. A principios de agosto de 1980, una nueva oleada de manifestaciones liderada por el electricista Lech Wałęsa, entre otros, fundador del sindicato independiente «Solidaridad», forzó al gobierno de Wojciech Jaruzelski a declarar la ley marcial en diciembre de 1981 llevando a prisión a la mayoría de los líderes que trataban de desestabilizar la sociedad polaca.
Con las desastrosas “perestroika” y “glasnost” de Mijaíl S. Gorbachov en la Unión Soviética, el aumento de la presión de la Iglesia católica y de los sindicatos anticomunistas, junto a la masiva deuda externa, el gobierno polaco se vio obligado a negociar con la oposición. A todos los factores anteriores, se unió por supuesto la propia debilidad interna del POUP y sus aliados en el gobierno de Polonia socialista. En 1988, la Mesa de Negociaciones alteró radicalmente la estructura del gobierno polaco y de su sociedad, que tenía ya muy poco de socialista en ese momento.
En abril de 1989, Solidaridad fue legalizada y se le permitió participar en las siguientes elecciones. Sus candidatos obtuvieron la victoria. En 1990, Jaruzelski renunció a su mandato. Le sucedió Lech Walesa en diciembre. Hacia finales de agosto del siguiente año, ya se había formado el gobierno de Solidaridad y en diciembre Walesa fue elegido presidente transformándose la República Popular de Polonia en la actual República de Polonia.
Durante el periodo de la República Popular Polaca se establecieron logros importantes, como la mejora de las condiciones de vida, la rápida industrialización, la urbanización, el acceso a la sanidad universal y la educación gratuita. La República Popular Polaca también aplicó políticas que eliminaron la falta de vivienda y establecieron garantías de empleo. Como resultado, la población de Polonia casi se duplicó entre 1947 y 1989. Nada de eso se reconoce por los medios pro-capitalistas, solo críticas, sin expresar el gigantesco progreso de un país que fue absolutamente destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Un país dividido, donde mucha gente no soñaba con una Polonia independiente, sino con una Polonia señorial e imperial, que oprimiera a sus vecinos.
En ese complejísimo contexto histórico social, de una población maltratada por tantas vicisitudes y tragedias, es que emerge la figura de uno de los más grandes oportunistas políticos, carente de principios, de las ultimas seis décadas: Lech Walesa.
rm/jro
*Ingeniero cubano residente en los EE.UU.
Referencias bibliográficas
[1] El 10 de abril de 2010, un avión que transportaba al presidente polaco Lech Kaczyński con su esposa y otros 87 políticos y oficiales del ejército de alto rango se estrelló en Smolensk , matando a los 96 a bordo del avión. Los pasajeros iban a asistir a una ceremonia que marcaba el 70 aniversario de la masacre de Katyn. El presidente polaco iba a pronunciar un discurso para honrar a las víctimas, y para enfatizar la necesidad de que las relaciones polaco-rusas se centren en la reconciliación.