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domingo 20 de abril de 2025

No soy blanco, soy lusodescendiente

Por Frei Betto*

El 14 de mayo de este año vi, en el canal de tv GloboNews, la entrevista concedida por Alberto da Costa e Silva, nuestro mayor especialista en África, a Miriam Laitao, y noté esta disparidad: el entrevistado utilizaba siempre la palabra ‘negros’, mientras que la periodista decía ‘afrodescendientes’, al referirse al segmento de la población brasileña proveniente de africanos, como es mi caso, aunque no lo aparente.

 

Con la expresión ‘afrodescendiente’ siempre abarqué al ‘afrobrasileño’. Es sencillo: nunca nadie me llamó ‘eurodescendiente’ o ‘iberodescendiente’ o ‘lusodescendiente’.

En general los eufemismos sirven para encubrir prejuicios. Me acuerdo de una tía que se refería a la cocinera como ‘la muchacha oscura’…

Sueño con el día en que nadie será identificado por el color de la piel

Algo similar ocurre con el vocablo ‘viejos’ para referirse a las personas de más edad. Soy uno de ellos. Y abomino de esa mentira eufemística de ‘mejor edad’ o ‘tercera edad’. De usar un eufemismo prefiero ser llamado ‘seminuevo’, como los autos viejos expuestos en las casas revendedoras. Y me siento miembro de la pandilla de la ‘eterna edad’, puesto que cronológicamente estoy más próximo a ella.

No hay palabras neutras, sino lo que hay es quien ignore el significado y la carga simbólica que ellas contienen.

Afrodescendiente es una expresión usamericana creada para dejar sentado que los negros de los Estados Unidos no son naturales del país. Son inmigrantes e hijos de inmigrantes, gente ‘de fuera’, de la lejana y atrasada África. Y que aquí son tolerados siempre que reconozcan que no son iguales a los yanquis sino que son seres inferiores, una subraza. Dígase de paso que los EE.UU. baten el record mundial de presos:  2,3 millones, de los cuales 1,5 millones son negros.

Basado en Galeano (quien se inspiró en Senghor), cuento esta parábola: El profesor llamó al alumno negro ‘muchacho de color’; éste no se quedó callado: ‘Profesor, de color son también usted y todos mis compañeros. Nacieron rosados, se volvieron blancos, se ponen la piel roja cuando van a la playa y trigueña cuando se queman al sol, o amarilla cuando tienen hepatitis, y morada cuando mueren. ¿Soy yo acaso el único de color?’

El prejuicio cabalga diccionario adentro: ‘renegrar´ significa ‘ennegrecer’, adquirir una persona la condición de negro.

No quiere decir que yo defienda lo ‘políticamente correcto’. Cuando no se ve horizonte en la coyuntura, como sucede hoy en el Brasil, admito que la situación ‘está negra’, o sea que en lo oscuro no se ve nada. Y considero patrimonio nacional la canción de Rubens Soares y David Nasser: “Negra del cabello duro, ¿cuál es el peine que te peina?”

Es una lástima que los negros, al menos acá en el Brasil, no den una debida respuesta  a los blancos. Jean Genet, en una de sus obras teatrales, hace que el actor negro cese sus movimientos en la escena, encare a la platea francesa y exclame: ‘¡Qué olor tan horrible! ¡El olor ácido de blanco!’

En el Brasil la discriminación racial se disfraza debido al hecho de que la mayoría negra sigue siendo pobre. Sueño con el día en que nadie será identificado por el color de la piel. Pues la biología ya ha comprobado que no existen razas sino apenas diferencias de coloración epidérmica. Todos somos seres humanos intrínsecamente dotados de dignidad y sacralidad.

*Escritor y asesor de movimientos sociales

Traducción de J.L Burguet

ag/fb

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