Por Kintto Lucas
La señora Lagarde no conoce a las mujeres de Atenas.
Antes, las mujeres de Atenas tejían,
mientras esperaban a sus maridos regresar de la guerra.
Tejían y destejían y volvían a tejer.
Ahora, las mujeres de Atenas esperan,
mientras Europa teje un cerco sobre ellas y sus hombres.
Esperan, a veces des-esperan, y vuelven a esperar,
pero ya no tejen.
Ellas conocen a la señora Lagarde y no esperan nada de ella,
tampoco le deben nada.
Nadie en Atenas ni en Delfos ni en toda Grecia le deben algo.
El whisky que se toma la señora Lagarde y el euro que atesora,
son trofeos que estallarán en sus manos,
y el Caballo de Troya desembarcará en Bruselas…
ag/kt