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miércoles 27 de noviembre de 2024

Onetti, entre la grapa y la gripe…

Por Kintto Lucas*

Exclusivo para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

Nada parece detener el avance de esta gripe. La grapa tal vez sea un buen remedio. La botella, preparada con limón un día antes, tal vez ayude. En la cama, con la botella a mi lado, tomo la grapa pensando en combatirla. Es tal vez la mejor bebida que se ha inventado.

Trago a trago, en medio de la gripe, recuerdo al viejo Onetti tirado en una cama con un vaso de whisky en la mano. Ese Onetti no tiene nada que ver con Eladio Linacero, quien era autor y destinatario de su escritura, el que se escribía, describía y se leía a sí mismo. Era escritor y lector de su historia. El único lector.

Linacero se escondía en sí mismo, y desde su escondite solo era un observador que no podía transformarse en actor. Uno solo, un escéptico. Como Onetti mirando informativos en plena Guerra del Golfo, maldiciendo a Bush y a Husein, tirado en la cama. Uno solo, como Larsen, orgulloso de asumir un astillero en ruinas, gris, lleno de chatarra como la gripe. Un perdedor.

Nada parece detener el avance de esta gripe… En la cama, se me representa el autor de El Astillero, Onetti, respondiendo a una pregunta de María Esther Gilio: ¿de qué me voy a envanecer yo? masculla con palabras que parecen deshacerse. Todo esto con una expresión en que se mezclan un fastidio grande y un leve pesar.

-Y tú, ¿de qué te envaneces?, le preguntó María Esther Gilio al autor de El Astillero, en una entrevista titulada “A la Cama con Onetti”.

¿Yo? De nada. De nada -dijo él y masculló algunas palabras que parecían deshacerse y religarse y que, en definitiva, debían significar, aunque no puedo asegurarlo, ¿de qué me voy a envanecer yo? Todo eso con una expresión en que se mezclaban un fastidio grande y un leve pesar-.

Eso me ha salvado en la vida o me ha retardado un camino hacia la literatura -dijo en tono irónico-. Pero sobre todo hay en mí una indiferencia tan grande. (Y esta vez su acento era melancólico y sincero.)

-¿Es verdad eso? ¿Finalmente habrá que creerte?

-Sí, hay que creerme. Me llegan de aquí y de allá cheques de mucho dinero. Y yo no me conmuevo.

-¿Alguna vez te conmovió el dinero?

-No. Pero esos cheques no son sólo dinero, son lectores. Miles de lectores. Pero es igual, no me conmuevo. A veces me viene un vago pensamiento: “¿Por qué no me ocurrió esto cuando tenía 20 años?”.

En la cama, con mi botella de grapa sanadora, se me representa Onetti… Pero entre tantas diferencias, entre su imagen y la mía hay dos que se destacan: el era escritor y tomaba whisky…

 

ag/kl

 

*Periodista y escritor ecuatoriano-uruguayo.
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