La estructura social del Estado-imperial está basada en la diversidad de formas sociales, cuya célula fundamental sería la comunidad como unidad social básica. No se trata entonces del atomismo individualista defendido por el liberalismo y por la Modernidad en su conjunto, sino la estructura de la comunidad orgánica colectiva. La comunidad es el fundamento sobre el que se construye todo Estado tradicional sin importar en qué etapa histórica, pasado o presente, se encuentre, y esto la diferencia del atomismo individualista sobre el que ha sido fundado el Estado-nación.
Por lo tanto, si reconocemos como legales la existencia de comunidades orgánicas, allí donde no han sido reconocidas ni por la Constitución o por cualquier otro texto legal normativo, si reconociéramos jurídicamente las categorías de ciertas comunidades orgánicas como la etnia y el pueblo, estaremos legalizando entonces el formato del Imperio. Pero asumiendo el término de pueblo no en un sentido vulgar y distorsionado, es decir, como la suma de todos los ciudadanos de un país, sino desde una perspectiva etno-sociológica como un tipo de sujeto histórico-cultural (tal y como como lo define Danilevsky); solo entonces todo tendrá sentido.
Debemos concebir las comunidades como una categoría social necesaria para la construcción de un Estado imperial tradicional y esto solo podrá hacerse cuando reconozcamos legalmente a todas las comunidades como sujetos de derecho. Es importante decir que el Imperio y el modelo ideológico propugnado por el nacional-bolchevismo no rechazan, de ningún modo, la libertad de personalidad.
La imagen de un mundo armonioso
Según todo lo expuesto hasta aquí, el modelo internacional armonioso sería un mundo multipolar compuesto por varios bloques cuya experiencia civilizatoria es diferente. Por cierto, bloque civilizatorio sería otra definición para Imperio (además de la definición “Gran Espacio”), ya que este está formado por Estados, pueblos, culturas y formas de espiritualidad que son bastante cercanas entre sí, que se suman en un Gran Espacio que se encuentra delimitado por una forma cultural muy diferenciada y comparten un mismo modelo filosófico.
Por ejemplo, si echamos un vistazo a los Estados postsoviéticos, entonces, a pesar de su diversidad étnica, religiosa y cultural (local), llegaremos a la conclusión de que todos estos pueblos y Estados hacen parte de una única experiencia civilizatoria que podemos denominar como euroasiática.
Todo eso se debe a que poseen una serie de características supra-culturales que hacen parte de una única civilización y que están en consonancia entre sí, ya que estos pueblos experimentan una especie de empatía mutua que los lleva a compenetrarse cultural y espiritualmente y este es un rasgo distintivo de la civilización euroasiática.
Tales ideas también podrían aplicarse a la experiencia civilizatoria latinoamericana o iberoamericana, y además, a otras experiencias civilizatorias, por ejemplo, a la árabe, a la de África subsahariana o a la europea (como una experiencia civilizatoria aglutinante, pero nunca como un sujeto homogéneo donde exista un estrato dominante). Otra manera es la que se observa en la experiencia civilizatoria norteamericana (Estados Unidos y Canadá), donde una avalancha anglosajona desbordó a la población tradicional de América del Norte, una población que fue exterminada prácticamente.
Todos estos son tipos distintos de experiencia civilizatoria. Se diferencian desde el punto de vista de la cultura y por supuesto, existen muchas menos experiencias civilizatorias que Estados nacionales, pero se nos presenta a una como la única: la “Civilización Occidental”, que es lo que nos dicen los apologetas del mundo unipolar. Contrario a esto, el pluralismo de civilizaciones como polos dentro de un mundo multipolar es el modelo de política exterior que se corresponde a la visión euroasiática, cuya base ideológica y política se sustenta en los principios del nacional-bolchevismo.
Entender lo anterior es solo un paso en el pensamiento intelectual y en lo ideológico, en el camino hacia el escenario más deseado que se propone en la Cuarta Teoría Política, que se encuentra ahora en su etapa preparatoria.
Dificultades en la implementación de la idea propuesta en la Cuarta Teoría Política
El obstáculo fundamental al que nos enfrentamos en la implementación de nuestra composición teórica para su aplicación en un escenario más favorable tiene que ver con la ausencia de componentes idealistas en el sistema de valores del mundo de la Modernidad. Esto se debe a que a finales del siglo XX la mayoría de los países del mundo terminaron por ser gobernados por políticos que en su mayoría son personas “pragmáticas”, imbuidas de todas las concepciones de la Modernidad, es decir, del materialismo, el progresismo y el positivismo y por supuesto, nos enfrentamos a una realidad, que noes más que un eco del siglo XX que fue materialista, progresista y positivista, las tres teorías políticas de la Modernidad eran dominantes es este siglo.
En América Latina, como sucedió en muchas otras partes del mundo, la gente consideraba que el comunismo (la Segunda Teoría Política) era la única alternativa ideológica frente al odiado liberalismo, pero el comunismo había nacido del anabaptismo protestante y, en el fondo era tan materialista como el mismo liberalismo.
Las élites de la mayoría de los países latinoamericanos (con alguna que otra excepción), como en casi todas partes, carecen de elementos idealistas, de pasiones y ninguno de ellos está dispuesto a sacrificar sus bienes privados por el bienestar común, así que tampoco están dispuestos a supeditar sus intereses personales en favor del Estado y la sociedad. En otras palabras, no son personas de “larga voluntad”, según definición de Lev Gumilev, y mucho menos se trata de héroes infundidos de un espíritu de lucha. Al contrario, son sus antítesis.
En la mayoría de los casos se trata de políticos que han llegado al poder gracias al apoyo de Estados Unidos, debido a alguna clase de intervención directa, presión exterior, ataque, insurgencia o cualquier otro método sucio, entre ellos el despliegue de fuerzas militares. Muchos de ellos consideran que categorías como el Imperio, la civilización, la cultura, el pueblo, la filosofía y las hazañas heroicas no son otra cosa que abstracciones o realidades incomprensibles, inabarcables, complicadas e innecesarias.
Para ellos se trata de realidades sin sentido y que desde su punto de vista carecen de todo valor. A su vez, estas élites son seguidas por unas masas que se encuentran infectadas de una poderosa cuota de cinismo y ha desarrollado torcidos instintos y ambiciones por los bienes materiales, aunque vivan en la pobreza. Esa es la realidad que podemos encontrar en las sociedades donde todo a perdido su valor, excepto el dinero. Estas élites pro-occidentales son en sí las portadoras de distintos valores, distintas mentalidades y distintos objetivos.
Es en esta situación, teniendo en cuenta las circunstancias, teniendo en cuenta la presión tanto externa como interna que lo conducen todo y a todos, es que las élites actuales y el Estado, y algún que otro tipo de sistema político bien establecido, que apuesta a la “estabilidad” tan anhelada por las masas, podrían aprovechar la oportunidad de “ventana abierta”. A ellos se les podría aconsejar como ideología no la Cuarta Teoría Política en un inicio, pero si precisamente las concepciones del nacional-bolchevismo.
Hoy, el nacional-bolchevismo es comprensible como la única alternativa ideológica tanto para el liberalismo como para el marxismo, y más aún para el fascismo (nacionalismo). El nacional-bolchevismo es fácil de entender, accesible para todos, se basa en la lógica y es coherente con las expectativas de las masas. De hecho, no hay nada complicado en esta fórmula: la economía de izquierda, la política de derecha y la religión. De todas maneras, podemos decir que todos estos elementos hacen parte de la sociedad latinoamericana y se pueden encontrar en varios sistemas políticos. El nacional bolchevismo es la única ideología que puede cumplir las aspiraciones tanto de la izquierda (socialista) como de la derecha (tradicionalista y conservadora).
Al final, el nacional-bolchevismo es inversamente proporcional a la democracia liberal implantada en todas partes por los estadounidenses.
El nacional-bolchevismo es una idea que se ha trabajado en detalle, es simple, comprensible, que resuena muy fuerte en la mente de las masas y puede instalarse fácilmente, incluso ahora, en las condiciones políticas actuales y en las de cualquier Estado de América Latina, donde no solo se recuerda el período soviético, sino que también se honra la identidad y tradiciones de sus antepasados. Solo hace falta descartar los estereotipos superficiales y falsos, y dejar de tener miedo al pataleo de los supuestos humanistas.
En general, en busca de una nueva ideología, una alternativa al liberalismo occidental, es mejor avanzar progresivamente, paso a paso, de lo simple a lo complejo, donde lo simple, lo comprensible, lo que encaja armoniosamente en los requisitos básicos patrióticos en las condiciones del mundo moderno es, sin duda alguna, el nacional-bolchevismo.
rmh/vk