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viernes 19 de abril de 2024
Messi Maradona

La Selección que saludó desde el cielo

Casi como un sueño maradoniano. No se olviden que la canción que acompañó a los argentinos durante el reciente Mundial de Qatar dice entre sus estrofas: Y al Diego…desde el cielo lo podemos ver, con Don Diego y La Tota…alentándolo a Lionel…

Argenitna

Buenos Aires estallaba en una multitud de millones. El autobús no pudo continuar su marcha y los héroes de aquél desierto con rascacielos y aires acondicionados en el lejano país de los árabes debieron continuar su viaje de gloria en dos helicópteros. Desde abajo, la ovación estalló, incontables ojos hacia el cielo los seguían con sus lágrimas, vítores y cantos. Acababa de consumarse la más portentosa movilización popular que registra la historia de Argentina, un país que lleva en su matriz cultural eso de tomar las calles por asalto para manifestar su furia, o su amor.

El título y ese primer párrafo que acaban de leer no estaban previstos. La idea consistía en arrancar con un qué es esto y con lo que sigue, pero el periodismo es así, se rinde ante la vida y esta vez ella me tomo por sorpresa mientras escribía.
Ahora retomemos la propuesta original. ¿Qué es esto?

Por suerte desde años me acompaña una lingüista y escritora que se llama Silvia Maldonado – mi escritora preferida suelo decir con guiños de picardía -, pues tengo entonces la fortuna de poder escuchar muy de cerca la voz de alguien que piensa -¡y cómo lo hace!- desde las lejanías que tanto nos cuesta a quienes elegimos este oficio de escribir desde la inmediatez.

Tras prestarle atención a mis dudas– sobre qué otro tema que no sea el Mundial Qatar ’22 y sus repercusiones puedo escribir este 21 de diciembre desde la conmocionada Buenos Aires, decía – ella me sopló al oído, acabás de pronunciar la idea y título que tanto te martirizan: ¿Qué es esto?

En efecto, por esos senderos de la escritura quería transitar. Que me permitiesen gambetear aquello que tanto rechazo y condeno: La muy frecuente pedantería de muchos colegas e intelectuales que siempre tienen en la punta de sus lenguas y en las plumas de sus escrituras palabras sentenciosas para todo, para una guerra, para una crisis política, para un gol…

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1958 argentina vs checoslovaquia

Mi primer recuerdo mundialista data de 1958. Era un niño, pero jamás me olvidaré de los gestos de angustia de los mayores de la casa cuando desde la radio, que era una suerte de ropero con voces, escuchaban acerca de la goleada que nos propinó Checoslovaquia; 6 a 1, quedamos fuera en la primera ronda, pese a que bajo los tres palos jugaba quien fuera el mejor arquero argentino de todos lo tiempo, Amadeo Carrizo. Ya me preguntaba entonces, creo, qué es eso.

En el ’62, con el piberío del barrio seguimos las alternativas del Mundial de Inglaterra, prendidos a una radio portátil Spica, la misma desde la cual, en estado de normalidad, escuché por primera vez los rocanroles de Elvis Presley y después los de The Beatles. Y qué está pasando, me pregunté cuando en el Wembley expulsaron a Antonio Ubaldo Rattín, quien se sentó sobre la alfombra roja de la reina para ver el partido desde afuera y por culpa de un referí alemán perdimos el mundial…

Desde aquél entonces y hasta la fecha no me perdí ninguna final de la Copa del Mundo, casi siempre a la distancia, otras veces en la cancha, como aconteció en el Estadio Azteca, cuando Diego Armando Maradona, con su mano de dios y su genio llevó a la Selección argentina hasta su segundo título planetario. El primero había acontecido en el ’78, en Argentina, entre los gritos de los torturados y el silencio de los desaparecidos por la dictadura genocida. Siempre, ante esos hechos y por un motivo u otro me pregunté qué pasa, qué es esto, qué está sucediendo…

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Argentina Penales

Pero nunca como me lo estoy preguntando desde la tarde del domingo 18 de diciembre último, cuando en la final más electrizante y quizá mejor jugada de la historia de los mundiales, los míos derrotaron por penales a los franceses y estalló el grito de masas que aún continúa, también debajo de la ventana de mi estudio donde escribo este texto.

En la movilización popular más contundente de la historia de este país, millones de argentinos y argentinas en las calles festejan la victoria y montan guardia por horas bajo el decembrino sol impiadoso del hemisferio austral, para saludar a la Scaloneta y a Lionel Messi.

¿Saludar? Quizás no. Seguramente es deseo de participar, porque la argentina, como otras, es una sociedad que hace mucho no es actor protagónico de lo público, pues la política desde la cual se toman las decisiones que influyen sobre los cuerpos y las almas de quienes somos habitantes de a pie, vive encerrada en una práctica mediatizada por los grandes medios- y ahora el mundo de las tecnologías-, y más pendiente de sus propios intereses corporativos que de las necesidades de este pueblo, hoy más celebrante de nosotros mismos que de los héroes que nos dieron la tercera Copa.

Los argentinos y las argentinas vivimos la vida en clave de tragedia o de melodrama – ¿shakesperiano o verdiano, barrosos o de arrabal? – y así el fútbol, una de nuestras pasiones, también.

Y cada alegría, por supuesto, y cada frustración, que no es una sino que son muchas y desde hace tanto que ya no sé cuándo comenzaron, y que tienen a la mitad de nuestra gente en la pobreza mientras sus dirigentes de pacotilla juegan a la política por TV.

Para nosotros, todo es un juego de vida o muerte. Amamos u odiamos. Pero nada de eso es suficiente para encontrar una respuesta a qué es esto.

Mucho menos las lecturas afectadas de las interpretaciones con las correcciones políticas que se impongan según los casos.

Por una lado, las boberías dizque progresistas o nacionales y populares, que suelen hacer con todo pegajosas sopas de letras, hasta el punto de no tener palabras para explicar el fracaso de todos los esfuerzos realizados por los directivos de la AFA y el gobierno, para que los campeones saludasen desde la Casa Rosada. Nadie en esos ámbitos explicaba el porqué de la negativa unánime de los jugadores.

Y por el otro, ni que hablar de los conocidos de siempre, de esas derechas que se indignan cuando los que se expresan son los habitantes del subsuelo. Bobalicones ellos, se indignaron y hasta criticaron a Lionel Messi cuando, en los vestuarios y frente a las cámaras de TV, con un qué mirás bobo, andá ‘paya bobo, descargó su enojo ante el jugador de Países Bajos que tanto lo había provocado durante el partido finalizado con la eliminación por penales de las naranjas que dejaron ser mecánicas.

El astro de Qatar había apelado a una interjección casi de escolares bien hablados si se la compara con el habitual arte de la injuria y el improperio con el que suelen solazarnos el hablar y el decir del fútbol en estos nuestros países tan sanguíneos. Pero la derecha es y será así de hipócrita y mal parida.

Entonces, mi qué es esto sigue en pie, aunque recurra al auxilio de ciertos parámetros que me son familiares, por prácticas y dedicaciones académicas y profesionales. Nunca antes hinchas y jugadores estuvieron tan comunicados como en la actualidad, tiempos en que la comunicación se hizo totalizadora y totalitaria y en los que las tecnologías y las redes sociales hacen posible que por exhibicionismo de algunos y voyerismo de muchísimos, los hinchas se sientan tan próximos, casi íntimos, respecto de sus ídolos jugadores; tanto que están convencidos de que forman parte del juego y sujetos activos de un mismo espectáculo.

Y eso al fútbol-negocio de las grandes empresas y medios, de tantísimos políticos, de la propia FIFA y ahora a los jeques de Qatar también; todo eso les conviene, pues el bendito fútbol sigue los designios del capitalismo globalizado, en el que todo se ha convertido en mera mercancía, todo.

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Jorge Valdano

Los argumentos, dudas y hasta presuntuosas afirmaciones son tantas más que corro el peligro de enredarme y aburrirlos. Por eso me quedo con ciertas declaraciones que durante el Mundial y por TV le oí a Jorge Valdano, notable jugador campeón del mundo en el ’86 y quizás uno de los hombres más lúcidos del planeta de las pelotas, los 10 de toda gloria y los infinitos gritos de gol.

Dijo que el fútbol no es entretenimiento, ni siquiera es un mero deporte: el fútbol es un escenario, una experiencia dramática.

Quizá sea así y ello me ayude a encontrarle una respuesta al interrogante que sigue allí, vivo como viva es la esperanza de que las fiestas populares sigan presentes; tal vez un día sean para celebrar algo más que una Copa del Mundo, aunque eso ya es bastante.

***

Y tan sólo para despedirme hasta nuestro próximo encuentro.

Dentro de mucho tiempo, cuando mis nietos vayan a contarle a su hijos acerca de los festejos populares que vivieron a sus seis años tras la victoria argentina en Qatar, quizás a uno de ellos se le ocurra decirles algo como lo que sigue: el bisabuelo de ustedes siempre nos contaba que, gracias a Prensa Latina y con leyendas del periodismo latinoamericano como el cubano Elmer Rodríguez y el uruguayo Aram Aharonian, cubrió el Mundial México ’86 y que, por supuesto, vio el gol de la mano de dios y los otros del más grande de todos los tiempos, en el corazón del Estadio Azteca. Pero yo jugué al fútbol vestido con la 10 de Messi sobre una de las autopistas de Buenos Aires aquél 20 diciembre, entre los millones de argentinos y argentinas que velaron hasta el desmayo para saludar a Lionel Messi y a la Scaloneta.

Éramos tantos que finalmente tuvieron que continuar su viaje en helicópteros…Entonces nos saludaron desde el cielo de esta ciudad extraña, en la que los maniquíes me guiñan, los semáforos me dan tres luces celestes y las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares. Y así, medio volando y medio bailando me saco el melón para saludarte, te regalo una banderita y te digo…Ya sé que estoy pianta’o, pianta’o, pianta’o…

Maradona

¡Y como lloramos, y cómo gritamos ¡¡gol!! con todos nuestros corazones, para que el Diego, que vive allá arriba pueda oírnos…!

rm/ved

*Periodista, escritor y docente universitario argentino.

Victor Ego Ducrot

Ego Ducrot, Victor Periodista, escritor y docente universitario argentino. Doctor en Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina; profesor titular de Historia del Siglo XX (Cátedra II) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, donde también tiene a su cargo seminarios de posgrado y doctorado sobre Intencionalidad Editorial (Un modelo teórico y práctico para la producción y el análisis de contenidos mediáticos); Medios de Comunicación y Criminología: Análisis y Producción Crítica de Narrativas sobre Delito, Crimen y Violencia; Ensayo Periodístico o Periodismo de Ensayo e Historia: Urgencias y mutaciones en el tránsito en los Siglos XX y XXI. Leer más... Columnista en medios argentinos y latinoamericanos. Fundador y actual director de la Agencia Periodística de Buenos Aires (AgePeBA). Autor de numerosos libros, entre ellos Los sabores de la Patria; Norma; Bs. As. 1996 y reeditado en 2010; Los sabores de la Historia; Norma; Bs.As; 1997; Recolonización o independencia: América Latina en el Siglo XXI, Norma; Bs.As., 2004, en coautoría con Stella Calloni; El derrocado (novela histórica); Sudamericana; Bs.As.; 2005.

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