Por Gustavo Espinoza M. (*)
Tres encuestas, aunque distintas y con variables, han registrado determinados elementos comunes en el escenario electoral nacional, que tendrá un primer desenlace el próximo 10 de abril. Las empresas patrocinadoras de los sondeos se han empeñado en subrayar el carácter episódico de la información, y han augurado cambios más adelante.
¿Qué se puede deducir de las muestras presentadas muy recientemente?. Lo primero que Keiko Fujimori sigue a la cabeza de las preferencias ciudadanas con algo más del 30% de las opciones. Esto confirma el segmento duro del fujimorato y la insuficiencia del trabajo de sus adversarios. Quizá demuestre que no basta recordarles a los peruanos los aciagos años 90 del siglo pasado, sino -además- poner en evidencia los intereses que defiende hoy la “chinita de la yuca”, propietaria de minas y de empresas de muy dudoso origen.
En todo caso, hay que mantener muy en alto, y sin dar tregua, la campaña orientada a demostrar la descomunal barbaridad que implicaría optar por esa candidatura puesta en evidencia incluso por las recientes declaraciones del excarcelado narcotraficante Demetrio Chávez Peñaherrera, asociado al régimen fujimorista.
Las encuestas registran, en segundo lugar, el crecimiento de la candidatura presidencial de César Acuña. Unas, lo sitúan en un segundo lugar, y otras en tercero; pero estas reconocen su ascenso en la estima de los electores que comienzan a verlo como “una alternativa” ante las más grotescas expresiones de la Mafia -Keiko y Alan-.
Bautizado malévolamente como “el chapo peruano” gracias a sus no aclarados y supuestos vínculos con el narcotráfico, Acuña ha gastado él solo más dinero que todos los otros candidatos juntos, probablemente guiado por el viejo dicho: el que puede, puede. Su vida política, sin embargo, es precaria, por inconsistente y falsa.
El crecimiento de la opción Acuña no se muestra, curiosamente, como resultado de la pérdida de apoyo de García -que ciertamente sigue muy abajo- ; sino por el descenso de Pedro Pablo Kuczynski, el ex ciudadano norteamericano que postula por segunda vez a la Jefatura del Estado.
La caída de PPK y el bajo estimado de Alan García, constituyen el tercer rasgo que se deriva de la consulta que comentamos.
Una cuarta novedad la expresa el surgimiento de la candidatura de Julio Guzmán, un tecnócrata relativamente joven y con poca presencia en el pasado. Ese mismo hecho lo sitúa en una cómoda ubicación, por cuanto carece de enemigos, y no tiene resistencias marcadas en el electorado.
Por el esfuerzo de las “redes sociales” despierta interés, y asoma como un “outsider” con cierta consistencia. Se le estima, sin embargo, ligado a un empresario rico, y amigo del gobierno de Israel. No es poca cosa.
Guzmán, por lo demás –recoletano en la edad escolar- estudió en los Estados Unidos; y trabajó en organismos financieros internacionales antes de cumplir tareas en la administración de Humala, de la que tomó distancia en el 2013.
Y el quinto sesgo que cabe anotar es la débil presencia de la izquierda en la contienda. Verónica Mendoza, del denominado “Frente Amplio” asume décimas más que el 2% en la estima ciudadana, en tanto que Vladimir Cerrón se ubica en 1.5% y Gregorio Santos en el 1%. Aunque es probable que alguno de ellos incremente su porcentaje más adelante, es poco posible que sea capaz de pasar a la segunda ronda, y vencer a Keiko Fujimori el 5 de junio.
Hay que señalar, además, que la dispersión de la izquierda es más grave y profunda de lo que formalmente se acepta. Gente de izquierda, o figuras progresistas, van en listas que no tienen ese carácter. Así ocurre con César Acuña, Yehude Simon, Julio Guzmán, Daniel Urresti o incluso Felipe Castillo. En otras palabras, el “rompan filas” cundió, y las hojas se esparcieron en un total 8 fórmulas, o listas distintas.
Esto es algo muy serio que no se puede ocultar con poses triunfalistas que a nada conducen. Es mejor tocar la realidad, y afrontarla como corresponde.
Si de modo general se admite que la hija de Alberto Fujimori logrará el primer lugar de las preferencias electorales el 10 de abril, su suerte ulterior dependerá de quién quede ubicado en el segundo puesto en la contienda. A él, tendrá que vencerlo; o por él, será derrotada.
El peligro principal, en el terreno concreto, radica en la eventualidad de que sea García quien finalmente logre esa presea. Aunque muchos lo dan por “liquidado”, esto no es exacto. No sólo porque en el Perú nadie está “`políticamente muerto” mientras esté físicamente vivo; sino porque el candidato de la llamada “Alianza Popular” desdichadamente posee recursos que otros no tienen.
El subjetivismo les hace creer a algunos que García ya no tiene chance alguna, que está “destruido”, y no pasará, en ningún caso a la segunda ronda electoral de junio. Ojalá fuese cierto.
Cuando en los años treinta del siglo pasado la parafernalia fascista abrumaba a la península itálica, los bien versados decían: “Cuando Mussolini habla, el cerebro descansa”. Y era así, el bagaje retórico de “Il Duce” seducía multitudes, pero carecía de contenido. Era una suma de palabras bonitas que no tenían significado alguno.
Algo similar puede decirse aludiendo a los discursos de García en nuestro tiempo. Algunos lo escuchan para descansar, es decir, para evadirse de los problemas y no pensar en nada. Otros -peor aún- se dejan seducir por una verborrea incontrolada que los encandila. Después, cuando se les pregunta qué dijo el orador, voltean los ojos y sonríen en silencio y no sin vergüenza: no lo saben, pero les gustó.
Los discursos de García son retórica vacía, hojarasca que atrae, que marcha de la nada a la nada, pasando por la nada. Cuando comienza hablar, la gente no sabe dónde inició el relato. Y después, tampoco sabe adónde llegó. Pero hubo quienes, lo colmaron de aplausos. Encantador de serpientes, le dicen; vendedor de cebo de culebra, también.
Y es que García es el caudillo típico de un país políticamente muy atrasado, casi en pañales, que prefiere “no pensar” para aliviarse la vida. Así asoma con trágica solvencia y “vende” su imagen al Gran Capital. Por tales razones, y otras, es el preferido del imperio. Washington siempre lo vio como “suyo”. Y lo necesita ahora, cuando busca un “líder” de expectativa continental, que pueda usar contra Venezuela. No hay que perder de vista eso.
En definitiva, las cosas aún no están resueltas. Y así será hasta que la vida dé aire a la justicia, y la esperanza alumbre la luz de los peruanos.
ag/gem