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jueves 21 de noviembre de 2024

Perú, ¿indulto o insulto?

Por Gustavo Espinoza M.*

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

 

Tres acciones ha impulsado la mafia en los últimos días, en procura de arrancar  el indulto en beneficio de Alberto Fujmori, que -de concretarse- constituiría el mayor insulto a la democracia y a los valores más elementales de dignidad y justicia.

El viernes 22 de julio,  en la ceremonia de instalación  del nuevo Congreso, se esgrimió la consigna: “Indulto humanitario para Alberto Fujimori”. Esa misma noche, una raleada marcha recorrió algunas calles del centro de Lima con un reclamo similar.

Finalmente, el  domingo 24 en la noche se supo que “la familia” del reo en cárcel -no se sabe si su hija, de vacaciones en Estados Unidos, o sus hermanas, prófugas en Tokio- habían presentado un recurso similar.

A eso habría que añadir el hecho que en algunos muros de la ciudad asomaron “pintas” alusivas a esa “exigencia”: liberar al condenado por delitos de lesa humanidad, una sentencia dictada por tribunales peruanos en el más limpio y transparente proceso conocido en el país, en lo que va del nuevo siglo.

El lunes 25  los grandes “medios” retomaron el tema añadiendo la declaración tajante de Pedro Pablo Kuczynski asegurando que él, en ningún caso, otorgará indultos a condenados por esos crímenes.

¿Podría hablar alguien sensatamente de “reconciliación nacional” con más de 15 mil desaparecidos, con tumbas abiertas, y la violencia en la puerta de las casas?

El diario “La Razón”, el más calificado vocero del keikismo en la reciente campaña electoral, se une a esa ofensiva, con una portada altamente significativa: la foto del presidente aún en funciones Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia, con un texto que asegura “Les cae la noche”. Bien podría haber añadido: “si no indultan Alberto Fujimori…”

De ese modo hubieran redondeado lo que, a simple vista, parece un descarado chantaje: si Humala no quiere que lo investiguen y acusen a él y a su esposa, desde el nuevo Congreso, tendrá que indultar a Fujimori. Si no lo hace, ¡que se atenga a las consecuencias!.

Otros lanzan sibilinamente el mismo mensaje: algunos parientes de Antauro Humala dicen “sumarse”  al pedido, añadiendo -claro- su petición que, en él, se incluya al hermano menor del presidente, encarcelado por los sucesos de Andahuaylas, ocurridos hace algunos años.

A Ollanta Humala lo acusaron primero de “insensible”, por no dictar un indulto en beneficio de su hermano. Hoy dicen que se coronaría como “el Caín de la familia”, si no obrara de ese modo. Y esa familia, ciertamente, no pone reparos a la liberación del chinito de la yuca; a ella se añade la excarcelación  de Antauro. Una y otra, suman a lo mismo.

Tanto suman que los partidarios de  Abimael Guzmán la lanzan también con  singular entusiasmo enarbolando una propuesta que tomó forma en los comicios nacionales pasados: “la reconciliación nacional”, es decir, el “borrón y cuenta nueva”, que salgan todos, y que nos olvidemos lo vivido. Un mensaje claro a todos los peruanos.

Tal mensaje, sin embargo, se desacredita a partir de su misma procedencia, y del comportamiento y práctica de la que hacen gala quienes lo demandan. Ningún reconocimiento de sus delitos, ningún balance autocritico de su acción pero, sobre todo, ninguna rectificación práctica de una conducta que se reitera y se renueva en forma cotidiana.

¿Acaso no hemos visto cómo, en la misma sede del Congreso de la República, se ha abucheado a quienes han pedido, por ejemplo, justicia para las víctimas de las esterilizaciones forzadas o condenar los crímenes de la dictadura?

Ahora, cuando toma fuerza la campaña de condenas a la violencia contra la mujer ¿no hemos visto acaso cómo se ha ejercido una repudiable violencia contra Marissa Glave o Indira Huilca, las dos parlamentarias que, con singular coraje, tomaron en sus manos la tarea de perfilar la lucha contra el olvido en la memoria de los peruanos?

Si en la zona del VRAE (Valle de los ríos Apurímac y Ene) continúa la colaboración entre los escasos remanentes del senderismo con el narcotráfico, y si en todo el país se reitera la prepotencia insuperable de la mafia para doblegar a sus adversarios ¿qué podría esperarse si lograran-hipotéticamente- “arrancar” de la cárcel a los suyos?

Un país  con esos reos libres -todos, tendrían que salir, si salen ellos- ¿podría ser garantía de equidad en  la justicia y de respeto a la persona humana? ¿Podría hablar alguien sensatamente de “reconciliación nacional” con más de 15 mil desaparecidos, con tumbas abiertas, y la violencia en la puerta de las casas?

En esas condiciones, el indulto que se propone, no sería ni un olvido, ni un perdón. Sería, simplemente, un insulto a todo el pueblo peruano.

 

ag/gem

 

*Periodista y profesor peruano.
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