Por Jesús Salomón*
Especial para Firmas Selectas de Prensa Latina
Fuente esencial de surgimiento, evolución y desarrollo de la vida en el planeta, el agua reclama hoy una mayor atención, pese a que nunca antes como ahora la humanidad tuvo más conciencia objetiva de preservar ese recurso.
En efecto, crece en el orbe la conciencia sobre la necesidad de cuidar ese líquido vital en todas sus formas de existencia, desde lagos, lagunas, estancos, ríos y cuencas hasta mares y glaciares.
El proceso de evaporización, que ocurre constantemente por diversas vías, transforma el agua en nubes en la atmósfera; posteriormente, se condensa, en un lapso determinado, y regresa en lluvias o nevadas como parte de un ciclo eterno que enlaza los procesos hidro-meteorológicos en la Tierra y el calor del sol.
Al uso y manejo del agua, como fuente de la subsistencia del planeta, se asocia actualmente un grupo de riesgos -que deben ser señalados y calculados-, cuyas causas principales son de origen antropogénicos y cuyas afectaciones están provocando un impacto significativo, tanto local como global.
Es importante no fomentar en el ámbito social una conciencia única, dominante, relativa a un fatalismo apocalíptico en la actuación del hombre y su forma de organización, ni tampoco el predominio de un determinismo geográfico como hilo conductor de supuestos males en aquellas sociedades menos favorecidas por la naturaleza.
De ahí la importancia del raciocinio como base de una conciencia emancipadora que posibilite, ante todo, cómo revertir cualquier posible efecto a favor de la subsistencia humana, así como prevenir y rechazar aquellas políticas e ideas que conduzcan a la autodestrucción de la especie.
El conocimiento de esos riesgos, y la reducción de sus efectos, es una de las acciones trascendentales que deben asumir la comunidad científica y las naciones mancomunadamente para llevar adelante los programas y objetivos del desarrollo sostenible acordados en las Naciones Unidas en septiembre último.
De acuerdo con los científicos, el mayor riesgo respecto al uso y conservación de las fuentes de agua, lo constituye hoy la visión irracional que tratan de contraponer un grupo de gobiernos de las naciones occidentales más ricas, a la esperanza de cambio y progreso de aquellas otras pertenecientes al mundo pobre y subdesarrollado.
Al analizar en detalle -en este inicio de siglo y primer trienio- los programas relacionados con el empleo y preservación del agua, los males de mayor impacto negativo asociados con los tipos de riesgos precisados antes, son los siguientes:
-Exclusión permanente de las naciones más pobres y en vías de desarrollo de fondos de recursos financieros adecuados para la ejecución de programas basados en evaluaciones y seguridad, que garanticen una permanente capacitación de las autoridades y las empresas vinculadas con el aprovechamiento de los recursos hídricos, a fin de establecer mapas de reducción riesgos por zonas, distribuidos jerárquicamente y tomando en cuenta nuevos grupos de indicadores económicos que favorezcan resultados eficaces e inmediatos.
-Trazar mapas de riesgo relacionados con la sobre-explotación de recursos hídricos, cuya consecuencia es el desabastecimiento, deterioro y pérdida de las fuentes acuíferas en determinadas regiones del planeta, cuyas mayores incidencias se registran en la compactación y degradación de suelo.
-Detección, vigilancia y reducción del proceso de desertificación originado por el desvío indiscriminado de cauces de ríos y fuentes de agua subterránea, por grupos inescrupulosos de grandes empresarios nacionales o foráneos, que imponen sus intereses privados a las aspiraciones de desarrollo de pueblos indígenas y pequeñas comunidades agrícolas. Unos 45 millones de personas en el mundo son víctimas de ese tipo de despojo.
Cabe destacar la necesidad de establecer un sistema de monitoreo de riesgo que permita reducir la pérdida de acuíferos y garantice su recarga mediante políticas adecuadas, que favorezcan la equidad para todos.
Tal situación puede ser extremadamente crítica y peligrosa cuando los gobiernos de paso son cómplices de la depauperación generada por pequeños grupos de grandes transnacionales, en determinada regiones, como el caso de la petrolera Chevron en la Amazonia ecuatoriana, o el vertimiento de cianuro en 2015 en el río San Juan, en Argentina, para la prospección y explotación del oro.
Se impone aumentar las exigencias regulatorias y las aplicaciones de las demandas relacionadas con la preservación del medioambiente, tanto a nivel internacional como en cada país en particular. Como se conoce, más allá de la laxitud de tales exigencias, persiste una marcada tendencia a la no generalización de políticas verdaderamente protectoras y conscientes, sobre todo de apoyo a los países subdesarrollados, en esta esfera.
Pese a que el sector industrial es el de mayor reutilización de las fuentes de agua, mediante su reprocesamiento, descontaminación o purificación -según sus necesidades de producción-, hay un elevado porcentaje de grandes reservorios hídricos con altos índices de polución, ya sea en estancos, lagunas, lagos, ríos, mares y otros sitios también empleados como sumidero final de calor.
De ahí que sea indispensable reforzar y generalizar los estudios de riesgos sobre el uso y manejo responsable de las sustancias químicas peligrosas, con vistas a cuantificar y reducir las posibilidades de vertimientos de las industrias. En tal sentido es menester significar que los sistemas automatizados de monitoreo representan una línea de investigación prometedora para el seguimiento y cumplimiento de estos proyectos de desarrollo.
Otro sector de gran impacto contaminante es el agrícola, por la utilización de fertilizantes químicos, pesticidas, desechos de las aguas residuales provenientes de la plantas de reprocesamiento y purificación de su industria asociada. En tal sentido es conveniente mencionar los vertimientos de aguas negras no procesadas en zonas rurales, que atraviesan grandes distancias hasta llegar a las lagunas y mares, devenidos así reservorio final de esas cargas altamente contaminantes.
Uno de los peligros graves lo constituye la contaminación de las cuencas y aguas subterráneas utilizadas para el regadío, y la potable empleada para el consumo animal y humano, que influye en la larga cadena alimenticia y provoca enfermedades inesperadas en grupos de especies que pueden estar, incluso, en peligro de extinción, y llegar por esta vía a los alimentos que consume el hombre.
Esas situaciones son preocupantes. Actualmente existen en el orbe unos 500 millones de granjas, dependientes en su mayoría del agua de lluvia, que proporcionan hasta el 80 por ciento de los alimentos consumidos en gran parte del mundo subdesarrollado.
El 91 por ciento de la población mundial, es decir, cerca de seis mil millones de personas utilizan fuentes de agua potable para su uso doméstico y consumo, una cifra mayor en comparación con la de los años 90.
Sin embargo, más de mil de mil millones de seres humanos carecen de ese líquido vital, y a ello contribuye el crecimiento y la aglomeración de viviendas precarias en lugares inadecuados -sobre todo en los países subdesarrollados- lo cual, junto con políticas inadecuadas de atención primaria de salud pública y otros factores, causa diariamente la muerte de más de cinco mil niños, a escala global, a causa de enfermedades previsibles, relacionadas con el agua y el no acceso a los servicios sanitarios básicos.
Paralelamente, la miseria, el hambre, la exclusión y otros males que aún sufre gran parte de la población del planeta, propicia condiciones insospechadas de resurgimiento de nuevas epidemias y enfermedades oportunistas rápidamente expandibles. De ahí la necesidad de respetar la robustez y defensa en profundidad del sistema de bioseguridad. Resulta intolerable la existencia de esas brechas y que se conviva con ellas.
De acuerdo con expertos, los recursos financieros para eliminar y prevenir esas causas son inferiores a los destinados a los actuales programas encaminados a frenar un posible contagio masivo -de proporciones desmesuradas para la humanidad-, un peligro que persiste pese a la exitosa y ágil misión emprendida frente a la amenaza de expansión del ébola en África.
El agua es también fuente importante de energía renovable, (aporta el 16 % de la electricidad en el mundo), mediante las hidroeléctricas, maremotrices y otras variantes de dimensiones más pequeñas, pero de amplia distribución, que constituyen, asimismo, un aporte significativo por su nivel de expansión, al no requerir grandes capitales de inversión.
Según estadísticas internacionales, la Tierra contiene unos 525 millones de kilómetros cúbicos de agua, volumen que ha permanece invariable en los últimos dos mil millones de años. Un 97% se encuentra en los mares, que cubren las tres cuartas partes de la superficie del globo terráqueo y que, a su vez, representan el 99 % del espacio vital de la vida en el planeta.
Este último ha absorbido el 30 % del CO2 de origen antropogénico, traducido en una relativa acidificación paulatina. Dicho riesgo debe ser cuantificado en función de variables que pueden alcanzar valores desproporcionados, como, por ejemplo, los incendios de los bosques y otros accidentes de gran magnitud en la industria petrolera.
El mar, asimismo, la mayor fuente de proteína del mundo, proporciona alimentos a unos tres mil millones de personas y su volumen equivale al 5 % del Producto Interno Bruto mundial. De ahí que se le conceda especial atención al valor global en el mercado de los recursos marinos, costeros y de esa industria.
Actualmente existen más de 200 mil especies, cuyo nivel de pesca comercial (con una captura de 80 millones de toneladas) ronda la capacidad productiva de los océanos con el riesgo latente, devenido amenaza real, de no tomarse las medidas oportunas, que garanticen -con un alto nivel de confiabilidad-, la reproducción de estas especies comerciales, tanto en tierra, como en la costa y en el mar, y limite su captura en determinadas zonas y épocas del año.
El 40 % de los mares está fuertemente afectado por la actividad humana, lo cual presupone contaminación, agotamiento de los bancos pesqueros y pérdida de los hábitats costeros. En este caso, la carencia de subsidios en el sector representa un factor que coadyuva, rápidamente, a la drástica reducción de muchas especies de peces e impide salvar y restaurar la pesca mundial.
De ahí que sea importante tener en cuenta que la pesca garantiza hoy más de 200 millones de empleos y, según los pronósticos, esa cifra continuará en ascenso.
En este sentido, hay quienes abogan ilusoriamente -tomando en cuenta el vertiginoso crecimiento de la población mundial y la necesaria búsqueda de alimento proveniente del mar- la necesidad de cubrir de tierra en los mares, en los próximos 50 años, una superficie para cultivos, cercana a la de Brasil, lo cual recuerda la utopía plasmada por el escritor francés Julio Verne en su obra “La isla Hélice”.
Lo más conveniente, sin embargo, sin renunciar a ese sueño, es dejar atrás los conflictos de baja intensidad, las guerras con su carga mortífera de contaminación de las aguas, y sustituirlas por inversiones y grandes capitales a favor del desarrollo de los países más pobres, paralelamente a la aplicación de las altas tecnologías y el nuevo pensamiento creador de la sociedad del conocimiento, en aras convertir los desiertos en bosques y multiplicar los peces en el mar.
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