Por María Eugenia Paz y Miño*
Especial para Firmas Selectas de Prensa Latina
De acuerdo con las revelaciones obtenidas a partir de diferentes fuentes (tanto escritas como orales), el libro conocido con el título de Las mil y una noches tiene un origen persa, cuyo antiguo territorio se encontraba en la meseta de Irán. Su historia se remonta al siglo IX a. n. e., lo cual coincide con los datos que indican la presencia de tradiciones orales de esas características en el libro citado.
Es importante destacar lo concerniente a las tradiciones orales, ya que a través de estas es que los contenidos de enseñanzas filosóficas y espirituales han sido revelados. La tradición escrita es posterior y no contiene ciertos elementos esenciales (como la presencia humana real, con su energía particular y su ejemplo de vida) necesarios para entender al máximo tales enseñanzas.
En ese entonces las culturas transmitían sus conocimientos por vía de la tradición oral, evidentemente, pero también mediante lenguajes artísticos y científicos. Muchos de éstos se conservan y son estudiados por la Arqueología, la Antropología y otras disciplinas. La cultura persa no fue la única en cultivar el arte de la oralidad.
En otras, como las de AbyaYala o América, por ejemplo, la tradición oral tuvo una gran transcendencia para la socialización del conocimiento, junto con las representaciones culturales visibles en los diseños de vestuarios, cerámica, arquitectura. Una constancia de ello la encontramos entre hopis, mayas, incas y mapuches, por sólo nombrar las más representativas culturas americanas.
A los persas les debemos la tradición de Las mil y una noches, en un primer momento una compilación de relatos orales, objetos luego -a través del tiempo-, de varias modificaciones y traducciones.
De modo que existen, desde versiones con poemas y pasajes de sexualidad, exquisitamente estéticos, hasta versiones infantiles, adaptaciones para teatro, música o danza; representaciones en escultura o dibujo; interpretaciones pictóricas y escultóricas, e incluso audiovisuales. Sin duda, la literatura universal se ha enriquecido notablemente con las posibilidades creativas de esta obra. Escritores de renombre la cuentan entre sus preferidas.
¿Quiénes eran los persas para conquistar esa presencia que recorre espacialidades y territorialidades en distintas etapas de la historia humana?
Se sabe que pertenecían a un grupo sociocultural identificado como los iranias. Hacia el año 547 a. n. e. entra en escena Ciro el Grande y da origen al gran imperio persa, al cual se sometió Babilonia. Una de las tareas más importantes que emprendieron fue la reconstrucción de Jerusalén, además de desarrollar redes viales, organizar el territorio y acuñar la primera moneda de oro conocida en la historia, con fines de intercambio de bienes, entre otras realizaciones.
Los persas profesaban tres religiones o perspectivas espirituales: la monoteísta, con el dios de dioses Ahura Mazda; la religión de los dioses masculino y femenino, Mitra y Anahita. respectivamente; y la religión de los magos o Clan de los Magos. Esta última de particular interés porque ahí nace la tradición de las mil leyendas.
El propio vocablo “mago” se deriva del persa antiguo y atañe a un grupo sociocultural específico cuya tradición tenía en gran respeto a sacerdotes, sacerdotisas, y en general a filósofos, artistas e intelectuales. Las ceremonias y rituales tenían como principal sustento y elemento el fuego, y se consideran los más antiguos de la historia humana, de acuerdo con registros escritos. Zoroastro constituia su referente más antiguo y el lema que los caracterizaba era “Los justos brillarán como el Sol”.
Los zoroastristas fueron los primeros magos y magas. Con el decursar del tiempo, y llegado el siglo I, fueron considerados grandes sabios, astrónomos, astrólogos, personas de ciencia. En sus prácticas, denominadas magismo, no podía faltar el fuego -como componente principal-, que representaba el conocimiento y la espiritualidad, y constituia un elemento esencial en la alquimia. De esta corriente provienen los llamados “reyes magos”: Melchor, Gaspar y Baltasar, referentes de la tradición cristiana.
En el Clan de los Magos la transmisión del magismo se realizaba a través de prácticas concretas, siempre acompañadas de parábolas o cuentos con enseñanzas. Conforme con el nivel de aprendizaje, la historia otorgaba a los seguidores distintos niveles de entendimiento. Una misma historia podía ser contada una y mil veces hasta que el estudiante comprendiera la enseñanza transmitida y su riqueza, que abarcaba elementos de las relaciones humanas, cosmogónicas y valores espirituales, entre otros.
El número mil expresaba la idea del infinito, esa conceptualización se mantuvo en la historia de la matemática árabe. Los magos aludían a que una vez puede ser suficiente para el aprendizaje, pero en el plano humano, solo el número mil, es decir el infinito, puede garantizar la sabiduría.
Los cuentos transmitidos contenían esa carga vivencial, comparable a lo que ocurre en el sufismo, heredero de la tradición de los magos, aunque también entre los hebreos se conocía esa particular forma de transmisión oral, cuyos objetivos eran el crecimiento espiritual, el despertar de la conciencia. De hecho, los significados y sentidos del uno y del mil, como representación de la unidad e infinitud del universo, constituian la primera enseñanza incorporada mediante narraciones con moralejas.
El libro Las mil y una noches (cuyo título, si se hubiese mantenido el sentido original, habría pasado a la historia como “Una y mil noches”) da cuenta de esta tradición de los magos. Y precisamente, Sherezade -quien aparece en la obra como personaje y narradora de las historias al rey Schariar- provenía de ese Clan.
Según lo sostenido por magistas más actuales, quienes preservan esa explicación -conforme con los principios de relatar una y mil veces las historias- Sherezade era de carne y hueso. En la traducción de Pedro Pedraza y Páez -una de las más populares- se dice de ella: “había leído mucho y poseía una memoria prodigiosa. Había estudiado filosofía, medicina, historia y bellas artes y componía versos mucho mejores que los más celebrados poetas de su tiempo. Además, su belleza era perfecta y su corazón solo albergaba los sentimientos más nobles y generosos”.
Tales atributos eran precisamente los requeridos para erigirla sacerdotisa del Clan de los Magos. Su nombre -que se pronuncia y escribe de varias formas-, tiene origen antiguo y significa “nacida de león”, “la de noble reino”, “la libre”. A Sherezade se debe la primera compilación manuscrita de los cuentos del Clan de los Magos. De todas maneras, siempre debía respetarse la oralidad, que garantizaba el numen de la enseñanza.
Con el transcurso de los tiempos, el Clan de los Magos empezó a ser perseguido por dogmatismos religiosos y la Inquisición, que asoció la palabra “mago” con hechicería, brujería. La tradición oral para el desarrollo espiritual estaba en peligro de extinción. No solo eso, sino que las propias historias eran desmembradas de su contexto, a tal punto que el Clan de los Magos se reunió en un concilio secreto y determinó agregar la presencia de Sherezade como marco general de los cuentos, a fin de que estos no perdiesen su sentido original.
Para ello recurrieron a las transcripciones realizadas por Abu Abd-Allah Muhammad, el Gahshigar, en el siglo IX, basado en el original de la sabia persa Sherezade. Se sabe que precisaron una y mil noches para completar la versión final y asegurar con ello la inmortalidad de las enseñanzas magistas en una sola obra, a la vez que honrar a Sherezade e inmortalizar su nombre como guardiana de esa tradición.
La historia misma de Sherezade ayudó al Clan de los Magos a dar las características de infinito que tienen los cuentos, en los que se sucede una cadena en espiral en pos de más y más conocimiento. Ella los narraba vinculándolos para que se pudiera entender de qué manera opera el camino hacia el conocimiento y la espiritualidad. Decía que de esa forma se garantizaba el despertar de la conciencia de los oyentes.
Además, el Clan quería dar una lección a Occidente, que en esa época (siglo XIV), menospreciaba el papel de la mujer en la sociedad y le prohibía su derecho al conocimiento y a la ciencia. Así, el asesinato de las mujeres del sultán Schariar, contado en la introducción del libro, simbolizaba la anulación del papel de la mujer en el mundo, lo cual puede ser superado con la sabiduría simbolizada en Sherezade.
De ahí que la sabiduría es el eje transversal de los cuentos. Sin ella no somos nada. Por eso la constante mención al rey Salomón en muchas de las historias, quien también perteneció al Clan de los Magos y es reconocido como el sabio más sabio de todos los tiempos.
Sherezade es, pues, la base sobre la cual cobra sentido Las mil y una noches. A ella y al Clan de los Magos les debemos esta obra maravillosa, cuya lectura cambia la vida de las personas y las introduce en la magia del arte, de la literatura, la poesía, la filosofía y la espiritualidad. No es casual que para García Márquez haya sido el libro que definió su derrotero como escritor.
En mi caso particular, confieso que me transformó la vida. Recuerdo una tarde, tendría yo unos nueve años, cuando entré a la biblioteca de mis padres y me encontré con ese libro que, no sólo me atrapó y determinó mi destino como lectora y escritora empedernida, sino que me condujo a descubrir ciertas huellas y secretos del Clan de los Magos para intentar seguirlos en su empecinado afán de alcanzar la sabiduría.
ag/mep